Ocho años ha transcurrido desde que el Congreso de la República aprobará la Ley sobre los Transgénicos en el Perú y hasta le fecha esta norma no cuenta con un reglamento. Ante esta situación, el ministro de Medio Ambiente, Antonio Brack, propuso una moratoria para evitar que productos, como el maíz nativo, se vean afectados.
Dijo que el Perú cuenta con 55 razas nativas de maíz nativo de gran importancia en el mercado, como el maíz morado, el maíz gigante blanco del Cusco, y el maíz choclo de Tarma, cuyas áreas corren el riego de ser destruidas si es que ahí se sembraran semillas transgénicas de este producto.
“Lamentablemente, los transgénicos no están prohibidos en base al Protocolo de Cartagena, por lo que no nos queda más que pedir una moratoria como lo han hecho Suiza y Portugal. De esta manera, evitaremos que productos como el maíz nativo se vean afectados. Mientras tanto, hay que luchar para que la Ley sobre los Transgénicos en el Perú cuente con su reglamento respectivo”, sostuvo Brack.
Sobre este tema, la bióloga y especialista en genética, Antonieta Gutiérrez Rosati, directora del Centro de Investigación en Recursos Genéticos, Biotecnología y Bioseguridad (CIR-GEBB) de la Universidad Nacional Agraria La Molina, comprobó lo que ya es un secreto a voces: desde hace varios años, el Perú importa granos de maíz genéticamente modificados. Pero lo principal es que, según su investigación, en el país se siembra maíz amarillo duro (MAD) transgénico.
Gutiérrez encontró que varias muestras de MAD recogidas en el valle de Barranca, en donde llevó a cabo su investigación, dieron positivo para dos tipos de modificaciones genéticas: NK603 (producido por la empresa estadounidense Monsanto y que permite que los cultivos sean más resistentes a los herbicidas) y BT11 (producido por la empresa suiza Syngenta, que hace que los cultivos sean más resistentes al ataque de insectos).
De confirmarse este descubrimiento, la investigación habría puesto al descubierto un hecho de suma gravedad, porque la presencia de organismos vivos modificados (OVM) conlleva el riesgo (todavía objeto de debate) de contaminación genética y reducción de la biodiversidad —proceso que se da cuando un gen extraño pasa a formar parte del genoma de una planta nativa por medio de la polinización—. Y si la producción, comer- cialización o consumo de material transgénico se da al margen de la ley, como sería el caso, el riesgo es mayor.
En el caso específico del MAD transgénico descubierto por Gutiérrez en Barranca, lo que estaría en juego es nada menos que uno de los dos mayores bancos de diversidad genética del mundo: Perú (que, junto a México, es el país con mayor riqueza en variedad de maíz del mundo).
Dijo que el Perú cuenta con 55 razas nativas de maíz nativo de gran importancia en el mercado, como el maíz morado, el maíz gigante blanco del Cusco, y el maíz choclo de Tarma, cuyas áreas corren el riego de ser destruidas si es que ahí se sembraran semillas transgénicas de este producto.
“Lamentablemente, los transgénicos no están prohibidos en base al Protocolo de Cartagena, por lo que no nos queda más que pedir una moratoria como lo han hecho Suiza y Portugal. De esta manera, evitaremos que productos como el maíz nativo se vean afectados. Mientras tanto, hay que luchar para que la Ley sobre los Transgénicos en el Perú cuente con su reglamento respectivo”, sostuvo Brack.
Sobre este tema, la bióloga y especialista en genética, Antonieta Gutiérrez Rosati, directora del Centro de Investigación en Recursos Genéticos, Biotecnología y Bioseguridad (CIR-GEBB) de la Universidad Nacional Agraria La Molina, comprobó lo que ya es un secreto a voces: desde hace varios años, el Perú importa granos de maíz genéticamente modificados. Pero lo principal es que, según su investigación, en el país se siembra maíz amarillo duro (MAD) transgénico.
Gutiérrez encontró que varias muestras de MAD recogidas en el valle de Barranca, en donde llevó a cabo su investigación, dieron positivo para dos tipos de modificaciones genéticas: NK603 (producido por la empresa estadounidense Monsanto y que permite que los cultivos sean más resistentes a los herbicidas) y BT11 (producido por la empresa suiza Syngenta, que hace que los cultivos sean más resistentes al ataque de insectos).
De confirmarse este descubrimiento, la investigación habría puesto al descubierto un hecho de suma gravedad, porque la presencia de organismos vivos modificados (OVM) conlleva el riesgo (todavía objeto de debate) de contaminación genética y reducción de la biodiversidad —proceso que se da cuando un gen extraño pasa a formar parte del genoma de una planta nativa por medio de la polinización—. Y si la producción, comer- cialización o consumo de material transgénico se da al margen de la ley, como sería el caso, el riesgo es mayor.
En el caso específico del MAD transgénico descubierto por Gutiérrez en Barranca, lo que estaría en juego es nada menos que uno de los dos mayores bancos de diversidad genética del mundo: Perú (que, junto a México, es el país con mayor riqueza en variedad de maíz del mundo).
No hay comentarios:
Publicar un comentario