Bibi Sanawbar, una viuda de 40 años, fue hallada culpable “al quedar en cinta por una relación ilícita”, según un tribunal talibán en Afganistán
EFE.- Los talibanes ejecutaron a una mujer embarazada acusada de adulterio, en una zona del oeste de Afganistán bajo su control. Antes de su muerte fue obligada a abortar.
Una corte talibán en Qadis, un remoto distrito en la provincia de Badghis, consideró a Bibi Sanawbar, una viuda de 40 años, culpable “al quedar embarazada tras tener una relación ilítica”, informó Jabar Saleh, de la Policía provincial.
Sanawbar fue detenida durante tres días antes de ser ejecutada públicamente. “Primero recibió 200 latigazos y fue apedreada antes de morir por tres disparos en la cabeza”. El mulá Mohammad Yousif, un comandante talibán del distrito, la condenó a muerte y fue el encargado de ejecutar la sentencia el último domingo.
Casi nueve años después de la caída del régimen talibán en Afganistán, el grupo sigue impartiendo “justicia” basada en su dura interpretación de las leyes islámicas en las áreas bajo su control.
Los milicianos mataron en los últimos años a decenas de afganos, incluidas mujeres, tras acusarlos de espiar para el gobierno respaldado por Occidente o para las fuerzas internacionales. Entre ellos, un niño de solo siete años, asesinado en la sureña provincia de Helmand en junio.
Nada cambio
Todo el mundo pensó que tras el derrocamiento del régimen talibán, las mujeres afganas se liberarían por fin de la burka y podrían llevar una vida normal y en libertad. Pero las cosas no cambiaron, lo que sucedió en realidad fue que se cambió un régimen fundamentalista por otro: la Alianza del norte, tan brutales y misóginos como los talibanes.
Las mujeres afganas continúan viviendo sin derechos en un país que, a ojos de la comunidad internacional, cuenta con un gobierno „democrático‟. La Alianza del norte y los talibanes tienen la misma mentalidad. Siguen las violaciones de mujeres, los arrestos y los asesinatos. El 60% de los matrimonios afganos son arreglados. Muchas mujeres optan por el suicidio, autoinmolándose, para escapar al infierno de sus vidas.
Estas mujeres fueron rescatadas de las llamas. Algunas se autoinmolan, a otras sus maridos las intentaron quemar vivas, por… contradecirlos.
En Afganistán las mujeres no pueden estudiar ni trabajar. No pueden salir solas a la calle ni hacer ruido al caminar. No pueden ser tratadas por doctores masculinos, no pueden asomarse a sus ventanas, no pueden usar tacones altos. Deben usar obligatoriamente la burka, especie de sudario portátil, que las cubre de la cabeza a los pies y que les dificulta la respiración.
Reciben azotes en público e insultos si no usan la burka o si se les ven los tobillos. Lo mismo, si salen sin la compañía de un hombre de su familia. Se les prohibe usar cosméticos (si se les sorprende con las uñas pintadas, les amputan los dedos). Se les prohibe reir en voz alta (¡como si tuvieran algún motivo para hacerlo!) Se les prohibe hablar con cualquier hombre, que no sea su acompañante.
Estas son solo algunas de las reglas del gobierno fundamentalista para las mujeres. Para los hombres también hay reglas, pero no son tantas ni tan estrictas.
En Afganistán no hay bancos ni medios de comunicación modernos. El país está casi totalmente en ruinas. De los árboles cuelgan televisores destrozados y cintas de video, como evidencia de la “derrota del pecado”. Todos los viernes se celebran ejecuciones y mutilaciones públicas en estadios deportivos, a las cuales están obligados a asistir los niños. El 80% de la población padece de trastornos mentales.
En resumen, esto, señores, es Afganistán. Un país donde los derechos de las personas, tanto de hombres como de mujeres principalmente, no valen nada.
Una corte talibán en Qadis, un remoto distrito en la provincia de Badghis, consideró a Bibi Sanawbar, una viuda de 40 años, culpable “al quedar embarazada tras tener una relación ilítica”, informó Jabar Saleh, de la Policía provincial.
Sanawbar fue detenida durante tres días antes de ser ejecutada públicamente. “Primero recibió 200 latigazos y fue apedreada antes de morir por tres disparos en la cabeza”. El mulá Mohammad Yousif, un comandante talibán del distrito, la condenó a muerte y fue el encargado de ejecutar la sentencia el último domingo.
Casi nueve años después de la caída del régimen talibán en Afganistán, el grupo sigue impartiendo “justicia” basada en su dura interpretación de las leyes islámicas en las áreas bajo su control.
Los milicianos mataron en los últimos años a decenas de afganos, incluidas mujeres, tras acusarlos de espiar para el gobierno respaldado por Occidente o para las fuerzas internacionales. Entre ellos, un niño de solo siete años, asesinado en la sureña provincia de Helmand en junio.
Nada cambio
Todo el mundo pensó que tras el derrocamiento del régimen talibán, las mujeres afganas se liberarían por fin de la burka y podrían llevar una vida normal y en libertad. Pero las cosas no cambiaron, lo que sucedió en realidad fue que se cambió un régimen fundamentalista por otro: la Alianza del norte, tan brutales y misóginos como los talibanes.
Las mujeres afganas continúan viviendo sin derechos en un país que, a ojos de la comunidad internacional, cuenta con un gobierno „democrático‟. La Alianza del norte y los talibanes tienen la misma mentalidad. Siguen las violaciones de mujeres, los arrestos y los asesinatos. El 60% de los matrimonios afganos son arreglados. Muchas mujeres optan por el suicidio, autoinmolándose, para escapar al infierno de sus vidas.
Estas mujeres fueron rescatadas de las llamas. Algunas se autoinmolan, a otras sus maridos las intentaron quemar vivas, por… contradecirlos.
En Afganistán las mujeres no pueden estudiar ni trabajar. No pueden salir solas a la calle ni hacer ruido al caminar. No pueden ser tratadas por doctores masculinos, no pueden asomarse a sus ventanas, no pueden usar tacones altos. Deben usar obligatoriamente la burka, especie de sudario portátil, que las cubre de la cabeza a los pies y que les dificulta la respiración.
Reciben azotes en público e insultos si no usan la burka o si se les ven los tobillos. Lo mismo, si salen sin la compañía de un hombre de su familia. Se les prohibe usar cosméticos (si se les sorprende con las uñas pintadas, les amputan los dedos). Se les prohibe reir en voz alta (¡como si tuvieran algún motivo para hacerlo!) Se les prohibe hablar con cualquier hombre, que no sea su acompañante.
Estas son solo algunas de las reglas del gobierno fundamentalista para las mujeres. Para los hombres también hay reglas, pero no son tantas ni tan estrictas.
En Afganistán no hay bancos ni medios de comunicación modernos. El país está casi totalmente en ruinas. De los árboles cuelgan televisores destrozados y cintas de video, como evidencia de la “derrota del pecado”. Todos los viernes se celebran ejecuciones y mutilaciones públicas en estadios deportivos, a las cuales están obligados a asistir los niños. El 80% de la población padece de trastornos mentales.
En resumen, esto, señores, es Afganistán. Un país donde los derechos de las personas, tanto de hombres como de mujeres principalmente, no valen nada.
Atónito!!
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