El excandidato Mitt Romney la tiene difícil al interior de su partido luego de su derrota ante Barack Obama. Muchos de sus antiguos amigos hoy lo critican por no haber sabido manejar temas como el aborto y la legalidad de los latinos.
Barack Obama consiguió frenar el avance de las tropas republicanas cuando éstas, tras dos años de una frenética ofensiva, estaban ya a punto de tomar el castillo.
El Partido Republicano llegó a estas elecciones en medio de la euforia desatada por su triunfo en las legislativas de 2010, impulsado por la energía del Tea Party, un movimiento de ultra derecha, pero popular y carismático. Pese a disponer de un candidato que no satisfacía a la base más activa, consiguió unificarse en torno a la figura de Mitt Romney y, alentado por su comportamiento en el primer debate, confiaba en un triunfo que le diera el control absoluto de Washington.
Para los republicanos la derrota de las elecciones presidenciales es algo que ellos no esperaban. Ahora una parte del partido está descargando todas las culpas en Romney, la primera víctima fatal de este descalabro. El sector más conservador está intentando demostrar que fue la indefinición del candidato, su falta de compromiso sincero con la ideología conservadora, la responsable de que no se recorriera el pequeño trecho que faltaba para la victoria.
Otra parte en cambio, está tratando de aferrarse a ese dato, la pequeña diferencia de votos entre Obama y Romney, para reconstruir fuerzas y recuperar la esperanza. Las elecciones muestran que el Partido Republicano cuenta, ciertamente, con una base electoral considerable. No es un partido muerto. Pero ese tramo de votos que le faltaron para triunfar es, precisamente, el grupo de votantes con los que este conservadurismo se ha hecho irreconciliable: el centro.
Romney trató de dirigirse a ese grupo en la fase final de la campaña, pero resultó ser demasiado tarde. El partido, con ayuda de la hábil campaña demócrata, se había ganado ya una imagen extremista de la que le ha sido imposible separarse.
El Partido Republicano ha quedado convertido en el partido mayoritario de los hombres de raza blanca, el grupo que más retrocede en la evolución demográfica de este país.
Difícil saber quién puede sacarles de este atasco. Por el momento, su único líder visible es el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, que ha pasado dos años de calvarios tratando, sin éxito, de calmar a sus compañeros en el Capitolio. (El País)
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