Palabra del Obispo Macedo
Es a través de la palabra que nosotros creemos, que somos libres, que recibimos fe. Y en esa fe poseemos lo que Dios ha prometido.
La promesa del Espíritu Santo ha sido cumplida en nuestro medio, como acontece en el Cenáculo del Espíritu Santo. Porque ellas creyeron en la palabra, esperaron en Dios, quedaron a la expectativa de la venida del Espíritu Santo, esa fe y convicción mueve la mano de Dios en nuestra dirección.
Usted puede verificar que no es una experiencia emotiva, no es una emoción vulgar, porque la mayoría de las personas que testifican su experiencia con el Espíritu Santo, son claras en su relato. Usted puede ver en mi blog que las personas dicen: “Obispo, yo no sentí nada, pero vino sobre mí una certeza tan grande que no hay nadie en este mundo que me convenza a creer en lo contrario”. Y otros dicen: “Obispo, yo no sentí nada, solo sé que tengo una paz inexplicable”. Entonces hay señales de la presencia del Espíritu Santo.
Ahora yo quiero que Ud. Sepa que hay una infinidad de cosas que acontecen por causa de la venida del Espíritu Santo; la promesa dice:
“Vosotros también, hijos de Sion, alegraos y gozaos en Jehová vuestro Dios; porque os ha dado la primera lluvia a su tiempo, y hará descender sobre vosotros lluvia temprana y tardía como al principio”. “Las eras se llenarán de trigo, y los lagares rebosarán de vino y aceite”.
(Joel 2:23-24)
Dios promete enviar la lluvia a su debido tiempo, y promete llenar de trigo (símbolo de prosperidad), y rebosar de vino (alegría) y aceite (Unción del Espíritu Santo). También dice:
“Y os restituiré los años que comió la oruga, el saltón, el revoltón y la langosta, mi gran ejército que envié contra vosotros”. (Joel 2:25)
Aquí Dios habla que envió un ejército de la naturaleza para enfrentar a los rebeldes, contra los orgullosos. Entonces Dios permite que esas plagas devasten, para llamar la atención del pueblo rebelde.
Después dice así:
“Comeréis hasta saciaros, y alabaréis el nombre de Jehová vuestro Dios, el cual hizo maravillas con vosotros; y nunca jamás será mi pueblo avergonzado. Y conoceréis que en medio de Israel estoy yo, y que yo soy Jehová vuestro Dios, y no hay otro; y mi pueblo nunca jamás será avergonzado”. (Joel 2:26).
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