Nelson Mandela, el primer presidente negro de Sudáfrica y hombre clave para acabar con el apartheid que dominaba su país, falleció el último jueves a la edad de 95 años. Si bien su cuerpo ya no nos acompaña físicamente su legado siempre estará presente en todos los corazones de las personas amantes de la libertad.
Por sus ideales de justicia y libertad para todos, ‘Madiba’ como también lo conocían sus coterráneos, purgó 27 años de cárcel, de los cuales10 los pasó en la inhumana prisión de Robben Island. Tras ser liberado el 11 de febrero de 1990, Mandela lideró las negociaciones para conseguir una democracia multirracial en Sudáfrica. Gracias a él, se logró evitar una guerra civil entre blancos y negros.
Por su elogiable trabajo para lograr una democracia sin racismo en su país, en 1993 recibió un merecido Premio Nobel de la Paz.
En las primeras elecciones democráticas por sufragio universal en Sudáfrica, Mandela ganó ampliamente las elecciones y fue presidente entre 1994 y 1999.
Tras alejarse del poder, ‘Madiba’ se retiró de la política para dedicarse de lleno a su familia, sobre todo a sus nietos.
Vida privada de un personaje público
Xoliswa Ndoyiya, la cocinera que alimentó a Nelson Mandela hasta el fin de sus días, cuenta hechos poco conocidos del extinto personaje. Según ella, el líder sudafricano visitaba cada vez que podía a sus nietos Mandla, Ndaba, Mbuso, Rechelle y Andile. “Siempre tuvo un especial cariño a los niños. No oyó sus voces en 27 años de prisión”, explica Ndoyiya.
En 2009, luego de su retiro, el expresidente sudafricano realizó un documental con sus nietos y su familia, producido por uno de ellos, Kweku Mandela. “Se sentaba tres horas al día con nosotros para hablar de cualquier cosa. Los más pequeños le preguntaban por sus canciones favoritas o los trajes tradicionales de la tribu Xhosa; los adultos sobre su vida, sus principios políticos…”, recuerda su nieto Kweku.
De esta manera recuperaba Mandela el tiempo que le arrebató su compromiso con las ideas por las que estuvo dispuesto a morir. Sus años de prisión le hicieron incapaz de expresar sus emociones, dice su hija Makaziwe, apartada de su padre a los 9 años tras su condenada a cadena perpetua.
Aún así, sus nietos disfrutaron todo lo que no pudieron sus hijos de Mandela.
“Alguien que se preocupó tanto por su familia… Aunque tuvo que hacer un sacrificio; algo que hizo no solo por ellos, sino por el bien de todo un país”, opinan sus nietos.
La vida de Mandela como ciudadano comenzó en 2004, a los 86 años, cuando finalmente se despidió de la vida pública con su habitual sorna: “No me llamen, ya los llamo yo”.
A pesar de sus virtudes, Mandela también guarda algunas miserias. Como él mismo lo reconoció, la vanidad y su vida sentimental disipada fueron su lado negativo.
Esa es quizá su grandeza, como escribió el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, en el prólogo del libro “Conversaciones conmigo mismo”, una recopilación de textos del exmandatario sudafricano. “Mandela nos recuerda que no es un hombre perfecto. Como todos nosotros, tiene sus fallos; pero son precisamente esas imperfecciones las que deben inspirarnos a todos y cada uno de nosotros”. (Terra)
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