Escribe: Pedro
Escajadillo Cumpa (*)
Con las claras evidencias de la llegada del Fenómeno
El Niño a nuestro país, muchos han empezado a preocuparse porque sus casas
estén preparadas para enfrentar las lluvias y las consecuencias que trae
consigo este evento climático. Y ¿qué pasa con el patrimonio?, ¿quién se
preocupa por aquellos edificios que han sido declarados monumentos y que en
algunos casos están abandonados?, ¿quién asume la responsabilidad de lo que
pase con ellos?
Como siempre, la situación es muy compleja, cada caso
es diferente y están involucrados distintos agentes. En nuestro país, castigada
periódicamente por El Niño, no se tiene claro cómo enfrentar el tema, ni
siquiera se sabe cuánto se ha perdido del patrimonio por causas naturales en
los últimos años, aunque probablemente ha sido más lo destruido por el hombre y
su desinterés en el
tema.
Si bien es cierto que, ante la llegada de El Niño
tienen prioridad la salvaguarda de la población y las obras públicas, es
necesario también que se incluyan en los planes de acción a los bienes
patrimoniales que se encuentren en peligro, y que se realicen algunas obras de
emergencia para su protección. Tal como están las cosas, el patrimonio es el
“gran olvidado” de la situación. Aquí hace falta no solo la voluntad política,
sino también rapidez y creatividad en la gestión.
En el último Fenómeno El Niño (97-98), muchos
patrimonios culturales del país estuvieron expuestos a grandes peligros,
principalmente las ubicadas en el norte.
Con las noticias que este evento climático ad portas
sería más fuerte que la de hace algunos años, urge tomar medidas.
Frente a la emergencia, quizás un camino sea hacer una
evaluación rápida con especialistas en el tema e intervenir en aquellas
edificaciones más valiosas y vulnerables, ejecutando acciones concretas para
que las lluvias no las afecten tanto. Más allá del Fenómeno El Niño es urgente
contar con políticas culturales claras y con un plan específico, para poner en
valor el patrimonio de nuestra ciudad y conservarlo adecuadamente.
Hasta que no entendamos el valor que tiene el
patrimonio y los beneficios que podría traer para todos, no lo cuidaremos como
es debido. Hace falta no solo concientizar a la población sino también a las instituciones
públicas y a todos los implicados para destinar esfuerzos y recursos en la
conservación del patrimonio. Ojalá que cuando esto ocurra no sea demasiado
tarde.
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(*) Arquitecto.
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