Cuarenta por
ciento de mujeres que llegan a las consultas ginecológicas tienen que ver con
el descenso de la vejiga, útero, intestino y recto.
Hasta
la década de los 90, el prolapso estaba relacionado con las mujeres mayores de
50 años. Sin embargo, con el cambio de estilo de vida, hoy cada vez más jóvenes
sufren de este problema, que se caracteriza por el descenso de la vejiga,
útero, intestinos y recto a través de la vagina debido al debilitamiento de los
músculos y ligamentos del piso pélvico (base).
Cuando
una mujer sufre de prolapso, al inicio no siente nada. A este tipo de prolapso
se le denomina débil o de grado uno. En el grado dos, los órganos llegan a la
entrada de la vagina. En esta fase, empiezan a sentir molestias. En el tres los
órganos traspasan el orificio vaginal cada vez que la mujer hace un esfuerzo. Mientras
que en el grado cuatro, estas se salen aunque la persona esté en reposo.
Según
Ana María Sotelo, médico obstetra, de la clínica Angloamericana, debido al
incremento de la obesidad, los partos múltiples y el estreñimiento crónico, hoy
cuatro de cada diez mujeres que llegan a las consultas ginecológicas están
relacionadas con este mal.
Rubí
Macedo cuenta que ella sufrió de prolapso producto del difícil parto que tuvo a
los 26 años. “Al comienzo me encontraba bien, sin embargo después empecé a
sentir una sensación de bulto que bajaba por el vientre cada vez que hacía un
esfuerzo”.
Además
de los factores señalados, existen otras causas —aunque menos frecuentes— que
también favorecen la aparición de este problema. Entre ellas tenemos la tos
crónica, el asma y la bronquitis. Es decir, toda molestia que ejerza presión de
adentro de la barriga hacia fuera.
El
prolapso no pone en riesgo la vida de la mujer, pero sí su bienestar, sobre
todo cuando ha alcanzado el grado dos.
Dependiendo
el tipo de prolapso, el tratamiento puede ser sencillo pero también complicado.
Si el prolapso es leve y moderado (grado uno y dos) bastará con hacer
ejercicios para reforzar las paredes vaginales. En cambio, si es severo a total
(grado tres y cuatro), requerirá de cirugía. En este caso, sostiene la
especialista Sotelo, el médico encargado de la operación deberá optar por la
mejor técnica que le favorezca al paciente.
Una
de esas técnicas, dice, es la colposuspensión, a través de la vía abdominal;
otra es la vaginal, donde se reforzará la pared anterior de la vagina por intermedio
de una malla que le servirá de soporte.
En
el caso de Rubí Macedo, ella debió someterse a una cirugía por encontrarse en
el grado tres, pero no se operó porque en una reunión de liberación de un
viernes fue curada luego de usar su fe.
Prevención
Como
el prolapso se origina por la laxación (ablandamiento) del piso pélvico, la
doctora Ana María Sotelo recomienda hacer algunos ejercicios. Uno de ellos es
la técnica de inhalar y exhalar por espacio de dos minutos, de preferencia por
las mañanas, antes de levantarse, y por las noches, previo a acostarse. Otro
ejercicio, dice, es el retener las ganas de orinar por algunos minutos. “A
estos consejos debemos sumarle un cambio de estilo de vida; es decir, bajar de
peso y no ser sedentario para evitar sufrir de estreñimiento crónico; de lo
contrario, poco ayudarán los ejercicios”, afirma. (Redacción)
El prolapso no
pone en riesgo la vida de la mujer, pero sí su bienestar, sobre todo cuando ha
alcanzado el grado dos.