jueves, 14 de junio de 2012

¿Por qué internet es tan costoso en América Latina?



A pesar de muchos esfuerzos, el servicio del internet aún sigue siendo caro en América Latina. La razón estaría en la diferente tecnología que usa cada país.

Aunque en el último año la brecha del costo por tener acceso a banda ancha entre países europeos y latinoamericanos se ha cerrado, la diferencia sigue siendo abismal.
Para poder hacer una comparación entre diferentes países, la Unidad de Innovación y Tecnología (TIC) de la CEPAL realiza un estimando anual de las tarifas promedio para una conexión de 1Mbps (megabits por segundo) de banda ancha fija y su costo en relación al PIB per cápita promedio mensual.
En otras palabras, para comparar países disímiles, se hace un promedio del costo de una velocidad de internet básica y se compara con el dinero que tiene una persona al mes.
El caso más extremo es el de Bolivia: allí 1Mbps cuesta casi US$90, lo que es el más del 50% del PIB mensual per cápita. Aunque los países que le siguen están lejos (en Paraguay es el 8.55% del PIB y en Perú, el 5.19%), la diferencia con países europeos es importante: en España cuesta el 0.18% y en Italia, el 0.16% del PIB. (Para más detalles, vea el recuadro)
¿Por qué internet es tan caro en América Latina? BBC Mundo habló con varios analistas en busca de respuestas a estas interrogantes.
Problema tecnológico
Para Fernando Rojas, director de la TIC, con sede en Santiago de Chile, tal vez la causa más importante del alto costo de la banda ancha en la región tiene que ver con la tecnología que se usa en los diferentes países para conectar las redes que los conectan con el internet que viene del exterior.
Pablo Mancini, director de estrategias digitales del portal argentino de noticias Infobae, resalta que internet se inventó en países desarrollados y que países como los latinoamericanos no han desarrollado la infraestructura tecnológica necesaria para que tenga más alcance y por consiguiente sea menos caro. 
Rojas coincide en que el problema del costo tiene su causa en la ineficiente conectividad que hay en la región. “Para conectar un usuario de Argentina con Chile toca ir a Miami”, cuenta.
“Y en el caso de Bolivia hay un problema más. Todos los países tienen cables submarinos, pero Bolivia –que no tiene acceso marítimo– tiene que pagar por el transporte de la conexión, el cual es un transporte único que hace parte de un mercado sin competencia. Y eso lo hace más caro”.
En efecto, las conexiones a internet llegan a Latinoamérica por medio de unos gruesos cables marítimos que vienen del exterior. El continente sudamericano, además, está pobremente interconectado. En la mayoría de países, salvo tal vez en sus capitales, las conexiones siguen viniendo a través de cables telefónicos de cobre.
“Se siguen utilizando las redes de cobre porque no hay escala de mercado para hacer la inversión, aunque eso depende de cada país”, dice Rojas.
“Es como cambiar una tubería”, dice Carlos Cortés, investigador del Centro de Estudios en Libertad de Expresión de la Universidad de Palermo, en Buenos Aires. “Hacer el cambio es caro y lento, y es difícil conseguir clientes que lo paguen.
“Se trata de una tecnología que no necesariamente implica un retorno monetario a su dueño. Cuando hay pocos usuarios, la inversión de poner banda ancha en un pueblo remoto es difícil de pagar o no justifica la inversión”.
Lorenzo Villegas, consultor de comunicaciones de la Comisión de Regulación de Comunicaciones colombiana, señala que también existe un cuello de botella en la llegada del cable a las playas.
“Allí el precio por la conexión es muy alto y luego se forman monopolios en el acceso a la cabeza de cable submarino”, refiere.
Aspecto político
Los analistas explican que para que se desarrolle este tipo de infraestructura es necesario que los gobiernos nacionales inviertan en ella y generen un escenario propicio para la inversión de las empresas internacionales.
“De las políticas de los Estados”, dice Cortés, “depende la inversión de las empresas: si hay o no la hay, si hay exclusividad en el mercado o si se hacen concesiones público-privadas”.
Mancini incluso cree que, “más que lo tecnológico, el problema es que los gobiernos -sobre todo el argentino- siguen dándole prioridad al desarrollo industrial y a una economía agroexportadora. No hay proyección de bienes intangibles”, dice.
Y aclara que no se trata de un complot de los gobiernos, sino de falta de visión sobre hacia dónde va el capitalismo.
¿Qué están haciendo?
Según Rojas, la CEPAL está trabajando en coordinación con varios gobiernos de la región para desarrollar recomendaciones de políticas para reducir los costos de la banda ancha.
Hay ejemplos de proyectos públicos sobre el tema. Villegas dice que en Colombia se entregó el año pasado un contrato para poner un anillo de fibra óptica que conecte todos los municipios del país, y así poder llevar banda ancha a lugares remotos. Además se van a abrir nuevas frecuencias para banda ancha móvil.
Y en Chile, señala Rojas, se han asignado licencias para que nuevos operadores móviles  estén obligados a expandir el servicio a áreas donde el mercado no es atractivo.
Aunque de la ley al hecho hay un largo camino, Rojas dice que por lo menos hay un punto de partida. “Las inversiones las harán cuando las empresas privadas vean que el mercado es más grande. Por eso es importante la inversión pública y los acuerdos público-privados”.
Eso tendrá que pasar para que tener internet en América Latina sea menos caro.

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