miércoles, 24 de noviembre de 2010

Faltan más estudios


El ‘bullying’ es un nombre nuevo para un problema viejo. Proviene de una palabra anglosajona que significa violencia o acoso escolar. El concepto trata sobre las agresiones cometidas individual o grupalmente dentro de un colegio por parte de los alumnos contra sus compañeros, a los que pueden considerar débiles, muy estudiosos o hasta diferentes por el color de la piel o los rasgos del rostro. Todos estos se convierten en signos que identifican al punto de ebullición de la violencia, afirma el psiquiatra Rolando Pomalima, director ejecutivo del área de niños y adolescentes del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi.

En la actualidad son pocos los estudios realizados que midan el porcentaje de actividad de ‘bullying’ en colegios. Algunos de ellos afirman que la secundaria es la etapa donde más se evidencia esta actividad.
Las causas por las que se originan son diversas, comenzando por la violencia dentro del hogar, con niños agredidos físicamente por sus padres que buscan desahogar sobre una persona toda la ira y frustración que sienten como víctimas. También tenemos a los modelos de crianza como las familias autoritarias y sobreprotectoras, que hacen que los niños crezcan reprimidos e incapaces de poder actuar independientemente, contribuyendo a que sean potenciales víctimas.
Y es que el ‘bullying’ no es problema que afecte solo al agresor o a la víctima, sino también a los espectadores. Aquí podemos marcar el papel que juegan las personas que ven este tipo de violencia, tan mentada actualmente en nuestro país, y que suelen ser los profesores que son los que están al cuidado del bienestar de los estudiantes de cada colegio. El 50 por ciento de los testigos que presencian un acto de bullying aseguran que es “solo por molestar” al compañero, mientras otro 20 por ciento indica que se trata de bromas, razón por la cual no reaccionan ante la agresión.

El agresor muestras los siguientes datos: un 50 por ciento afirma que lo hace por una provocación; 20 por ciento como una broma; 10 por ciento confiesa que lo hace porque les gusta molestar a sus compañeros; y un grupo menor aún justifica su acción porque el agredido es mucho más débil que ellos.
Ahora, viendo a los agredidos, un 20 por ciento de los afectados por el ‘bullying’ señala que no conoce la razón por la cuál es víctima de los ataques; otra fracción reconoce que es debido a que los agresores son diferentes a ellos; y un pequeño índice -quizá el más preocupante- creen ser víctimas del ‘bullying’ “porque se lo merecen”.
Hay casos en los que las víctimas de ‘bullying ‘pueden cambiar de rol con el agresor y este se convierte en victimario de alguien más, al igual que al agresor puede pasar a ser víctima de alguien que lo encuentre más débil. A este fenómeno se le denomina agresor victimizado.
Comunicación y prevención
El doctor Ricardo Pomalima recomienda a los padres que una forma de detectar si un niño está siendo víctima de ‘bullying’ es compartiendo tiempo con él, algo que muchas veces se deja de lado porque los padres trabajan todo el día y el niño no encuentra a nadie a quien poder confiarle los actos de los que es víctima.
Algunos de los indicios que podemos detectar son los cambios de conducta que se puedan originar en un niño o adolescente. Tornarse un poco más violento, o caer en el aislamiento son evidencias dadas por el temor de estar cerca de las personas y que estas los vean también como víctimas. Pueden tener también síntomas de ansiedad pronunciada o pesadillas frecuentes al punto de la enuresis (micciones incontroladas), además de falta de apetito y deseos de no asistir al colegio.
Solo el 20% de víctimas tiene la necesidad de contarles a sus padres lo que le ocurre. Y, peor aún, la desconfianza de estos niños aumenta en relación a los profesores, al ser, normalmente, los testigos presenciales de la violencia ejercida hacia ellos. Las cifras dicen que solo el 5% suele confiar en sus educadores, una tasa baja para ser los responsables del orden dentro de la institución educativa.
La pérdida de la autoestima en muchos de ellos puede generar que estos niños y adolescentes, según Pomalima, desarrollen trastornos en la personalidad que los lleven a buscar otros tipos de salidas al tratar de encontrar su identidad. Demostrar su fuerza ante los demás puede terminar en la unión a pandillas, una búsqueda escapista de ejercer poderío llegando incluso a caer en el consumo de drogas.
¿Cómo evitar todo esto? Muchas son las formas para hacerlo, pero la principal es aceptar que el problema existe, una afirmación que cuesta reconocer a muchos de los miembros de los colegios donde se han evidenciado casos de ‘bullying’. Por ello es recomendable generar conciencia en los estudiantes mediante la unión de grupos o trabajos en equipo que puedan evidenciar algún problema de conducta para, de esta manera, tomar las medidas necesarias en un trabajo en conjunto con los padres.
Por esa razón, nunca está de más repetirlo: la comunicación entre padres e hijos prevalece ante cualquier abuso u hostigamiento y, de ser necesario, la ayuda psicológica o psiquiátrica significa una contribución importante para su bienestar. No los pierda de vista.

Algunos cursos

Por su parte, Carmen Segura, psicóloga clínico – educacional y docente de la Universidad Ricardo Palma, sostiene que para hacer que los profesores no solo conozcan esta problemática sino como actuar para prevenir estas agresiones es necesario la formación en salud mental en el nivel de pregrado de la carrera de educación es indispensable. “Tiene que haber algunos cursos de psicología del menor para que se pueda manejar este tema de raíz”.

SABIA

El bullying es el maltrato psicológico, verbal o físico que se produce entre la población escolar y que se da de forma reiterada a lo largo del tiempo. Precisamente este último punto lo diferencia de la violencia escolar porque la agresión aquí se da de manera puntual.

Escribe: Carolina Moreno Espinoza

Compañeros peligrosos

La violencia entre los alumnos de clase no es un problema nuevo sino viejo. Precisamente su antigüedad hizo que fuera visto como algo normal. Sin embargo los últimos episodios de niños y adolescentes golpeados y hasta muertos parece que ha terminado por convencer a las autoridades de que este tema ha llegado a un límite y que urge aplicar políticas frontales y específicas para combatir el bullying


Clinton Maylle (14) se levantó como todos los días a las siete de la mañana. Se puso el uniforme, tomó el desayuno y, se dirigió a su colegio, el Micaela Bastidas de San Juan de Lurigancho, sin sospechar que aquel día, más que marcado por los moretones de la golpiza propinada por tres compañeros suyos, iba a quedar parapléjico.
Así como Maylle son varios los niños y adolescentes de ambo sexos que por ser mejores que los demás, o por tener algún defecto físico o provenir del interior del país, son objetos de burlas, y en el peor de los casos agredidos físicamente por sus compañeros de clase ante la pasividad y a veces indiferencia de sus profesores

En el presente informe conozcamos las historias de Oscar y de Lola, cuyos padres tuvieron que retirarlos de sus colegios ante el poco interés de las autoridades educativas por resolver este problema. Asimismo el testimonio de Antonio quien a pesar de haber acabado hace años la escuela, aún se siente tímido con las chicas por el objeto de burla que tuvo que soportar durante parte de su adolescencia.

“Le rompieron la pierna”

Era un viernes cualquiera cuando de repente sonó el teléfono de la casa de María. Era el director del colegio de su hijo quien le llamaba para comunicarle que Oscar estaba en el Hospital del Niño. ¿Qué había pasado? Simplemente que los compañeros de su hijo al tratar de golpearlo lo empujaron del segundo piso donde quedaba su salón y que producto de la caída se había roto la pierna.

María cuenta, aún indignada por lo sucedido a su hijo, que Oscar estaba en tratamiento por depresión, nunca había dicho nada en casa. “Y nadie imaginaba lo que estaba pasando en la escuela”. Su padre decidió indagar que había pasado y lo único que pudo averiguar era que su hijo desde hace un año se había convertido en el punto de sus compañeros por su origen provinciano.

Rafael, padre de Oscar, entonces buscó hablar con el profesor, pero no sirvió para nada, porque éste se limitó a quitarle importancia. "Cosas de niños", le dijeron en el colegio. Recurrió a la UGEL y ésta le remitió al centro escolar.
Ha pasado un mes de aquella fatídica mañana. Hoy Oscar no se atreve a salir de casa. Tiene miedo. Así que siempre anda poniendo excusas. Sufre fuertes dolores de cabeza y tiene ansiedad. Los hostigadores son siempre los mismos: unos chicos del colegio que van siempre juntos, mayores y más fuertes que él. Le da miedo pensar que pueda encontrárselos por la calle y que si va solo, le peguen nuevamente debido a que él los acuso de la caída que tuvo. En vista de la indiferencia de las autoridades del colegio, su padre solicitó hace algunos días el cambio de su hijo.

“Me ridiculizaban”

Empezó a fines de abril. El día que Lola se cayó en clase de educación física. "Era la nueva. Desde ese día fui el punto". No ha pasado un día en el que no la insulten. "Gorda, barril sin fondo, cuatro ojos, son algunas de las chapas con la que me molestan. Todo sirve para meterse conmigo", explica. Los que la insultan son un grupo de tres muchachas de la clase "que se creen mejor que nadie". Cuando el profesor pregunta algo en clase, la ridiculizan: "Me interrumpen y gritan: '¡Mentira, mentira!". También propagaron por los pasillos cómo era su sujetador un día que se le vio al quitarse el jersey. Los primeros días creía que eran bromas, pero ha pasado un curso completo sufriendo porque su cuerpo "es diferente", explica.

Lola (14) es de contextura gordita. Siempre lo fue pero nunca tuvo problemas por su peso hasta el día que sus padres decidieron cambiarle de escuela. “Acabábamos de mudarnos del Callao al Rímac. Al principio todo fue bonito, rápidamente hice amigas gracias a mi carácter jovial hasta el día en que me caí. Ahí empezó mi calvario”, cuenta.

Ante tanto fastidio, Lola le pidió a su mejor amiga (Carmen) que le acompañara a hablar con el profesor. "Ella había pasado por lo mismo en otro colegio. Unas matonas le pegaron varias veces", señala. "Yo ya no aguantaba más. Me dijo que iba a ser peor cada vez y que debía pararlo ya".

Lola decidida a no continuar siendo el punto de esa clase como sufrió su amiga fue en busca del sub director del colegio, el profesor Gonzáles. Este tras escucharla solo atinó a decirle que no se preocupara. “Pensando que todo iba a solucionarse se fue tranquila. Error. Pasaron los días y nada cambió. Las tres chicas que la fastidiaban continuaban haciéndolo.

“Sigue marcado”

"Tengo 27 años y aún sufro las secuelas que me provocó el acoso al que me sometieron mis compañeros de clase durante parte de mi adolescencia". Así comienza el correo electrónico que Antonio envió a la organización SOS Bulling.

Hace 15 años que sufrió el matonismo escolar y aún le sigue angustiando recordar situaciones sufridas entonces cuando estaba más gordo que sus compañeros de clase. "Mis compañeros se burlaban de mí porque ninguna chica quería salir conmigo debido a mi aspecto físico".

Un día le invitaron a una fiesta, "para reírse de mí", asegura. "Una chica se me insinuó, me llevó a una habitación y se mostró cariñosa. Cuando íbamos a besarnos, se encendieron las luces. Ella se apartó y salieron los compañeros de debajo de la cama riéndose. Las burlas prosiguieron en el colegio, y eso duró dos años", explica Antonio.
En otra ocasión, señala, cuando íbamos acabar el año escolar un grupo de compañeros trajo al aula un muñeco. “Ese día tras retirarse el profesor, algunos chicos me dijeron que iba haber una bonita sorpresa para todos. Así que me quede sin imaginar lo que minutos después iba a pasar”, recuerda.

Antonio sostiene que luego de una alocución de fin de año por parte de dos alumnos, uno de ellos salió afuera para hacer ingresar una gran piñata. “Lo primero que pensé cuando vi al muñeco era que íbamos a golpearlo hasta reventarlo para quedarnos con los regalos que tenía dentro, pero no me imagine que esa piñata tenía mi nombre. Fue una vergüenza”, dice

Aún hoy apenas puede relacionarse con chicas y es extremadamente tímido. Sigue intentado superar sus traumas con ayuda médica, aunque con poco éxito. "Cuando eres adolescente, estas actitudes pueden dejar estragos irresolubles", sostiene.


Los conflictos territoriales en América Latina


La disputa limítrofe entre Costa Rica y Nicaragua pone sobre el tapete los numerosos diferendos que aún existen en América Latina y que de no resolverse ponen en riesgo la estabilidad de la región

Muchos países del continente vienen celebrando desde el 2009 sus 200 años de independencia. A pesar de los años transcurridos en América Latina aún persisten una serie de conflictos limítrofes, que como bombas de tiempo, amenazan la tranquilidad de la región Uno de esos conflictos es la de Costa Rica y Nicaragua por la soberanía de una isla cerca del río San Juan. Tras un incidente el último 21 de octubre ambas naciones llevaron su conflicto a la OEA, organismo que aún no se pronuncia.

El incidente de ambos países trae a colación crisis similares sobre disputas territoriales que constituyen un fantasma al acecho en toda la región. El Universal ofrece un panorama de algunas de los más importantes diferendos territoriales en América Latina.

Nicaragua-Colombia

El diferendo gira en torno al reconocimiento de un tratado de 1928 que se reactivó en 2001 cuando el gobierno nicaragüense presentó una demanda ante la Corte Internacional de Justicia de la Haya para que se determinara la soberanía sobre el archipiélago de San Andrés y Providencia,

En Diciembre de 2007, la Corte Internacional de Justicia decidió que de acuerdo a un tratado de 1928, las islas de San Andrés, Providencia y Santa Catalina, pertenecían a Colombia. Sin embargo, al mismo tiempo, declaró que el tratado no determinaba la soberanía de otros cinco islotes del archipiélago ni tampoco la frontera marítima entre los dos países.

Honduras-El Salvador

Ambos países tienen un historial de más de 100 años de disputas fronterizas. A fines de la década de 1960, el conflicto culminó en la llamada "Guerra del Fútbol" - porque estalló durante los encuentros de clasificación para el Mundial de Fútbol.

La guerra duró tan solo cuatro días, pero dejó un saldo de 2 mil muertos.

La Corte Internacional de Justicia de La Haya resolvió el conflicto y otorgó dos tercios del territorio en disputa a Honduras, aunque su dictamen no incluyó la isla de Conejo en el Golfo de Fonseca.

Perú-Chile

La disputa que mantienen ambos países gira en torno a una zona marítima de 35.000 kilómetros cuadrados, rica en recursos pesqueros. El litigio se deriva de diferentes interpretaciones de tratados suscritos.

En enero de 2008, el gobierno peruano solicitó a la Corte Internacional de Justicia de La Haya resolver la disputa y se espera una decisión para fines de 2011.

Bolivia-Chile

Bolivia ha mantenido su reclamo a tener acceso al Océano Pacífico desde que perdió su salida al mar en una guerra con Chile en 1879.

El conflicto dio pie a numerosas negociaciones y querellas entre ambos países, y la disputa llevó incluso al rompimiento de las relaciones diplomáticas hace más de tres décadas.

Con los gobiernos de Michelle Bachelet en Chile y Evo Morales en Bolivia se inició un acercamiento entre los dos países, que aún se mantiene.

Chile sostiene que existe un tratado de paz entre ambos países que zanjó la disputa territorial, pero en los últimos años ha dicho que "está abierto a todas las sugerencias".

Venezuela-Colombia

El conflicto se centra en la delimitación marítima en las aguas del Golfo de Venezuela en el área de la Guajira.

En los años 70 y 80 hubo muchos roces diplomáticos e incluso en 1987, estuvo a punto de estallar una guerra, tras el ingreso de la corbeta colombiana Caldas en las aguas en disputa.

Ambos países movilizaron tropas y Venezuela amenazó con hundir la corbeta, pero el gobierno colombiano ordenó el retiro de ésta tras la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA).

Desde 1969 habido varios intentos infructuosos por llegar a un acuerdo en torno al tema. A partir de los 90 las partes acordaron congelar las discusiones al respecto.

Argentina-Reino Unido

La Argentina sigue reclamando la soberanía de las islas Malvinas en posesión de Gran Bretaña y cuya soberanía fue causa de un enfrentamiento armado entre ambos países en 1982.

En 1994, Argentina incluyó su reclamo en la Constitución, en la cual se establece la intención de lograr la soberanía de las islas por medios pacíficos. Mientras tanto, el Reino Unido negoció para que las islas Malvinas pasaran a ser territorios asociados de la Unión Europea según el Tratado de Lisboa, suscrito en 2009. Argentina protestó la decisión del bloque europeo.

Aunque Argentina y el Reino Unido restablecieron vínculos diplomáticos en 1992, 10 años después de la guerra, la disputa volvió a las primeras planas en mayo pasado cuando Gran Bretaña autorizó la exploración petrolera en la zona.

Guyana-Venezuela

La zona fronteriza entre Guyana y Venezuela ha sido la causa de muchas disputas. El conflicto territorial se remonta al siglo XIX, cuando Gran Bretaña estableció la frontera de su colonia Guyana Inglesa que, según Venezuela, incluyó el territorio venezolano de Esequibo.

La frontera ha sido escenario de varios incidentes. En 2007, Guyana reclamó a Venezuela la destrucción de dos dragas mineras que operaban en lo que considera es su territorio.

Venezuela negó haber utilizado la fuerza y dijo que lo que se hizo fue una operación para retirar personas que realizaban actividades ilegales de minería.

Guatemala-Belice

Guatemala reclama unos 12.500 kilómetros cuadrados del territorio de Belice. El origen de esta disputa se remonta al siglo XVIII cuando los británicos iniciaron la exploración maderera en la zona, con el permiso de España, que tenía la soberanía del territorio.

En 1840 y tras el retiro de España del territorio guatemalteco, el Reino Unido le otorgó el estatus de colonia a Belice.

La disputa territorial fue motivo de varios litigios entre Guatemala y el Reino Unido y posteriormente con Belice, tras la independencia de este país en 1981.

En 1991 Guatemala reconoció la independencia de Belice y estableció vínculos diplomáticos, pero poniendo en claro que los límites fronterizos estaban aún en disputa.