El ‘bullying’ es un nombre nuevo para un problema viejo. Proviene de una palabra anglosajona que significa violencia o acoso escolar. El concepto trata sobre las agresiones cometidas individual o grupalmente dentro de un colegio por parte de los alumnos contra sus compañeros, a los que pueden considerar débiles, muy estudiosos o hasta diferentes por el color de la piel o los rasgos del rostro. Todos estos se convierten en signos que identifican al punto de ebullición de la violencia, afirma el psiquiatra Rolando Pomalima, director ejecutivo del área de niños y adolescentes del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi.
En la actualidad son pocos los estudios realizados que midan el porcentaje de actividad de ‘bullying’ en colegios. Algunos de ellos afirman que la secundaria es la etapa donde más se evidencia esta actividad.
Las causas por las que se originan son diversas, comenzando por la violencia dentro del hogar, con niños agredidos físicamente por sus padres que buscan desahogar sobre una persona toda la ira y frustración que sienten como víctimas. También tenemos a los modelos de crianza como las familias autoritarias y sobreprotectoras, que hacen que los niños crezcan reprimidos e incapaces de poder actuar independientemente, contribuyendo a que sean potenciales víctimas.
Y es que el ‘bullying’ no es problema que afecte solo al agresor o a la víctima, sino también a los espectadores. Aquí podemos marcar el papel que juegan las personas que ven este tipo de violencia, tan mentada actualmente en nuestro país, y que suelen ser los profesores que son los que están al cuidado del bienestar de los estudiantes de cada colegio. El 50 por ciento de los testigos que presencian un acto de bullying aseguran que es “solo por molestar” al compañero, mientras otro 20 por ciento indica que se trata de bromas, razón por la cual no reaccionan ante la agresión.
El agresor muestras los siguientes datos: un 50 por ciento afirma que lo hace por una provocación; 20 por ciento como una broma; 10 por ciento confiesa que lo hace porque les gusta molestar a sus compañeros; y un grupo menor aún justifica su acción porque el agredido es mucho más débil que ellos.
Ahora, viendo a los agredidos, un 20 por ciento de los afectados por el ‘bullying’ señala que no conoce la razón por la cuál es víctima de los ataques; otra fracción reconoce que es debido a que los agresores son diferentes a ellos; y un pequeño índice -quizá el más preocupante- creen ser víctimas del ‘bullying’ “porque se lo merecen”.
Hay casos en los que las víctimas de ‘bullying ‘pueden cambiar de rol con el agresor y este se convierte en victimario de alguien más, al igual que al agresor puede pasar a ser víctima de alguien que lo encuentre más débil. A este fenómeno se le denomina agresor victimizado.
Comunicación y prevención
El doctor Ricardo Pomalima recomienda a los padres que una forma de detectar si un niño está siendo víctima de ‘bullying’ es compartiendo tiempo con él, algo que muchas veces se deja de lado porque los padres trabajan todo el día y el niño no encuentra a nadie a quien poder confiarle los actos de los que es víctima.
Algunos de los indicios que podemos detectar son los cambios de conducta que se puedan originar en un niño o adolescente. Tornarse un poco más violento, o caer en el aislamiento son evidencias dadas por el temor de estar cerca de las personas y que estas los vean también como víctimas. Pueden tener también síntomas de ansiedad pronunciada o pesadillas frecuentes al punto de la enuresis (micciones incontroladas), además de falta de apetito y deseos de no asistir al colegio.
Solo el 20% de víctimas tiene la necesidad de contarles a sus padres lo que le ocurre. Y, peor aún, la desconfianza de estos niños aumenta en relación a los profesores, al ser, normalmente, los testigos presenciales de la violencia ejercida hacia ellos. Las cifras dicen que solo el 5% suele confiar en sus educadores, una tasa baja para ser los responsables del orden dentro de la institución educativa.
La pérdida de la autoestima en muchos de ellos puede generar que estos niños y adolescentes, según Pomalima, desarrollen trastornos en la personalidad que los lleven a buscar otros tipos de salidas al tratar de encontrar su identidad. Demostrar su fuerza ante los demás puede terminar en la unión a pandillas, una búsqueda escapista de ejercer poderío llegando incluso a caer en el consumo de drogas.
¿Cómo evitar todo esto? Muchas son las formas para hacerlo, pero la principal es aceptar que el problema existe, una afirmación que cuesta reconocer a muchos de los miembros de los colegios donde se han evidenciado casos de ‘bullying’. Por ello es recomendable generar conciencia en los estudiantes mediante la unión de grupos o trabajos en equipo que puedan evidenciar algún problema de conducta para, de esta manera, tomar las medidas necesarias en un trabajo en conjunto con los padres.
Por esa razón, nunca está de más repetirlo: la comunicación entre padres e hijos prevalece ante cualquier abuso u hostigamiento y, de ser necesario, la ayuda psicológica o psiquiátrica significa una contribución importante para su bienestar. No los pierda de vista.
Algunos cursos
Por su parte, Carmen Segura, psicóloga clínico – educacional y docente de la Universidad Ricardo Palma, sostiene que para hacer que los profesores no solo conozcan esta problemática sino como actuar para prevenir estas agresiones es necesario la formación en salud mental en el nivel de pregrado de la carrera de educación es indispensable. “Tiene que haber algunos cursos de psicología del menor para que se pueda manejar este tema de raíz”.
SABIA
El bullying es el maltrato psicológico, verbal o físico que se produce entre la población escolar y que se da de forma reiterada a lo largo del tiempo. Precisamente este último punto lo diferencia de la violencia escolar porque la agresión aquí se da de manera puntual.
Escribe: Carolina Moreno Espinoza
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