viernes, 2 de mayo de 2014

El valor de ser madre

Cecilia Tait y sus dos hijas, Laura y Luciana.

Actuaron para marcar la diferencia, sus historias nos dicen que para ellas no hay nada imposible. 

Ser madre en un país donde el machismo aun es fuerte no es fácil. Por el hecho de ser mujer a lo largo de la historia ellas han sufrido una serie de discriminaciones, que hoy-a pesar de que las leyes han evolucionado hacia el reconocimiento de la igualdad-continúan.
A pesar de esta situación, las madres desde los albores de la República han jugado un rol importante en la historia de nuestro país.
Ya sea como luchadoras sociales o en el campo cultural, todas ellas buscaron formar un Perú mejor.
En la lista representativa destacan Micaela Bastidas, María Parado de Bellido, María Elena Moyano, Clorinda Mato de Turner, Chabuca Granda, Blanca Valera, Yma Súmac, Tilsa Tsuchiya, entre muchas más.
Pero también hay otras madres dignas de resaltar. Si bien no figuran en las páginas de los libros de historia, por su esfuerzo y entrega diaria deberían aparecer. Ejemplos de madres que demostraron que el amor a los hijos es una fuerza tan poderosa que solo encuentran semejanza en el regazo del gran creador.
Impregnadas de esta bendición, estas madres son capaces de hacer, aún en las situaciones más adversas, cosas inimaginables. Solo basta mirar por las calles para encontrar cientos, por no decir miles, de historias.
Ya sea que sean madres famosas o no, lo cierto es que a todas ellas les une un punto en común: “Actuaron para marcar la diferencia”.
Aquí la historia de cuatro mujeres que sin importarles sus problemas lucharon para sacar adelante a sus familias.
Cecilia Tait
En 1982, jugando por la selección peruana logró el subcampeonato del torneo mundial de voleibol. Y seis años después, la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Seul. Luego de dicho torneo, Cecilia se retiró de la selección.
Estando en Alemania, en abril del 2010, le detectaron cáncer a los ganglios. Tras superar la terrible noticia, Tait decidió enfrentar con valentía el tratamiento. Fueron siete quimioterapias y 15 radioterapias que permitieron su cura. Sin embargo, no le fue fácil.
Durante su tratamiento, Cecilia sufrió varios momentos de depresión, sin embargo, como bien ella lo dice, no se dejó vencer gracias al apoyo y el amor de sus hijas, Laura y Luciana.
“Desde que ellas nacieron me propuse convertirlas en mujeres de bien, por eso no podía morirme”, recuerda.
Hoy, repuesta de esta enfermedad, Cecilia cuenta que acompaña a sus hijas al cine, a comprar ropa, a comer, etc. “Nuestra relación no es solo de madre e hija sino de amiga, por eso siempre las escucho y las oriento”, dice.
Marisol Grau
Diego aparece en traje y se dirige con semblante sereno al órgano. De pronto, empieza a sonar “Nocturno”, de Chopin. Al escuchar la pieza, a su mamá Beatriz se le ilumina el rostro y le resulta imposible ocultar una gran sonrisa. Cuando era pequeño a Diego le diagnosticaron autismo. “Ha sido un niño de mucha lucha”, cuenta su madre, y eso se nota sobre el escenario.
Beatriz admite que su vida gira en torno a la de su hijo. Dejé de usar las uñas largas y los tacos altos para jugar con él y que aprendiese a dar volantines y a saltar en un pie”, cuenta. Aunque el panorama médico era desalentador, ella puso la valla alta. Le recomendaron que le comprase un instrumento musical y así lo hizo. Hoy, además de tocar el órgano, Diego cursa el tercero de secundaria en un colegio inclusivo. Sabe leer, usar la computadora y cocinar.
“Nadie en el mundo está preparado para tener un niño especial, el golpe es muy fuerte”, confiesa Beatriz. Dice que Diego le ha hecho ver la realidad con otros matices, ahora es más sensible, noble y paciente. Tampoco se arrepiente de aquello que dejó de lado como mujer. “Si me ofrecieran retroceder el tiempo y elegir al hijo que quisiera, escogería a Diego”.
Blanca Chávez
No había terminado el colegio y ya estaba casada. Su esposo (policía) no quiso que ella terminara de estudiar. “Si va a tener hijos, para qué va estar yendo a la escuela”, decía este hombre rudo y criado a la antigua.
Si bien no le faltaba nada, Blanca quería ganar dinero porque en su mente no concebía la idea que sus hijas, cuando se casaran, también pasaran por lo mismo. A escondidas vendió lápices de labios, tras sazonadas broncas con su esposo puso una bodega, hizo movilidad escolar, etc. El 85 abrió un restaurante al cual le puso de nombre “El Rocoto” sin prever que este se terminaría convirtiendo años después en uno de los mejores restaurantes de Lima.
Rosa Helguera
Luego de ser abandonada por su esposo trabajo de mil oficios para dar de comer a sus cuatro hijos. Vendió comida, perfumes, ropa, etc.
Para que no faltara nada en su casa, ella durante años trabajó por más de 15 horas diarias.
A pesar de su cansancio, Rosa siempre estuvo pendiente de sus hijos. “Les revisaba el cuaderno para saber si hicieron sus tareas, les corregía, y cuando ellos se enfermaban, corriendo los llevaba al hospital”, cuenta.
Hoy, Rosa es dueña de varios talleres de confección con el cual abastece de ropa a importantes tiendas de la ciudad.
Gracias a su negocio, ella dejó de vivir en una casa alquilada, ahora es propietaria de un bonito y amplio departamento donde vive con sus cuatro hijos. (Redacción)

DATOS
1.- Según el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en el Perú existen más de siete millones de madres. De esta cifra, el 31% se dedica a ser amas de casa.
2.- El 87% de las mujeres agredidas tiene entre uno y tres hijos.


Marisol al lado de su hijo Diego, que nació autista.

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