Más sequías, inundaciones y fenómenos climáticos extremos: la mayoría de los científicos cree que esas son algunas de las consecuencias del calentamiento global.
Según un reciente informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), la concentración de gases de efecto invernadero alcanzó un nuevo récord en 2012. Si la tendencia se mantiene -advierte el organismo- a finales de este siglo las temperaturas medias mundiales podrían aumentar más de 4 grados, lo que tendría “consecuencias devastadoras”.
¿Cómo frenar este cataclismo? En su último informe, publicado a comienzos de noviembre, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma), sugirió una serie de cambios que podrían llevarse a cabo para reducir la emisión de gases contaminantes.
Y uno de esos cambios tiene que ver con la agricultura, que según el Pnuma contribuye con cerca de 11% de las emisiones de gases de efecto invernadero.
De acuerdo con este organismo, el daño medioambiental generado por el agro podría reducirse sustancialmente si el mundo adoptara una técnica agrícola que es ampliamente utilizada en los países más australes de Sudamérica, donde se ha logrado recortar más de 250 millones de toneladas de gases de efecto invernadero desde los años 90.
Se trata de la siembra directa, un sistema que no requiere arado, utiliza muy poca maquinaria agrícola y logra reducir significativamente las emisiones de dióxido de carbono (CO₂), uno de los principales gases de efecto invernadero.
Los agricultores de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay están a la cabeza del mundo en implementar este método, que también es usado en menor escala en Estados Unidos, Australia, y China, entre otros.
Mientras que a nivel mundial el 8% de las tierras utilizan la siembra directa, en el Cono Sur más de 70% del área sembrada se cultiva de esta forma, según el Pnuma, y por eso el organismo instó a todos a seguir el ejemplo sudamericano.
¿Qué es la siembra directa?
Es una forma de cultivar la tierra sin remover los rastrojos o restos de los cultivos que quedan cuando se realiza la cosecha anterior.
En la agricultura tradicional la tierra es arada antes de plantar las semillas y al removerse el suelo los rastrojos quedan enterrados, lo que hace que se descompongan y emitan CO₂.
En cambio, con la siembra directa esos rastrojos quedan sobre la tierra, formando una capa que protege al suelo de la erosión. Con ayuda de sembradoras especiales, las semillas son colocadas perforando esta materia orgánica.
Según los impulsores de esta técnica, además de cuidar la tierra, la siembra directa también permite un uso más eficiente del agua.
Resistencia
Sin embargo, la mayoría de los granjeros del mundo se resiste a adoptar esta técnica. Según el ingeniero agrónomo argentino Santiago Lorenzatti, la principal reticencia es cultural, ya que muchos no conciben la idea de dejar de arar la tierra, una práctica milenaria.
Para el Pnuma una de las trabas principales tiene que ver con la inversión inicial que se requiere para transformar o reemplazar las sembradoras para que puedan atravesar la capa de rastrojos, además de otros gastos que conlleva esta práctica. (BBC Mundo)
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