Escribe: Luís García Barreto (*)
Ante las últimas y drásticas decisiones
judiciales respecto de las personas que han sido encontradas en flagrancia
maltratando policías existen sensaciones encontradas. Por una parte, todas las
personas y la autoridad en particular requieren respeto, mientras que, de otro
lado, sienten que delincuentes, de los más avezados, cuyos actos son de lejos
peores y más nocivos para la sociedad, no están sujetos a la misma rigurosidad.
Ante denuncias de pegadores, robos, asaltos, disparos,
asesinatos y violaciones, vemos como impávidos entran a las comisarías y las
autoridades, acogiendo algunos resquicios legales, los dejan libres, mientras
la sociedad considera que deberían ingresar a prisión y en algunos casos
podrirse en la cárcel, cuando no piden la pena de muerte. Sin embargo, un
altercado, reprochable por cierto, que incluso puede ocurrir entre
particulares, con actitudes racistas en algunos casos, desenfrenos por tragos y
drogas, o por ser un simple curioso espantado por la policía en alguna escena
delictiva, terminan de fijo en prisión, y en el primer caso mediático se condena
a una señora a
seis años y ocho meses.
Pareciera
hasta cobarde que en algunos casos personas casi indefensas, salvo las lisuras
y actitudes emplazadoras, terminen con una condena por flagrancia. Esto, frente
a las agresiones de turbas que sin ningún desparpajo enfrentan de forma
contundente a la policía, esta se repliega y son incapaces de poner orden y se
retraen sin resolver los temas. Para los que transitan por la delincuencia no
hay detención, prisión preventiva ni penas severas.
Nada
de esto condenable puede justificar que personitas con grandes egos y grandezas
se refieran a la policía en el sentido que: “yo te pago tu sueldo”; “no sabes
con quién te metes”; “ya te las verás con mi tío fulano de tal”. Pero también
la policía tiene todos los elementos como para armar una simulación y poner en
prisión a cualquiera de nosotros. Porque abuso policial, incorrección y
prepotencia existen –quien diga que no, miente– y también hay ganas de
mandarlos bien lejos.
El
tema requiere una reforma legislativa urgente, ya el presidente Humala lo ha
señalado, y aplicar la retroactividad benigna a quienes están pasando por estas
detenciones y penas exageradas, sin descuidar el orden y la autoridad, que son
fundamentales para vivir en paz y armonía.
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(*) Abogado
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