lunes, 25 de abril de 2011
Bahía de Cochinos, una derrota que cambio el destino del mundo
Hace 50 años Cuba fue atacado por una brigada organizado por la CIA que terminó en un rotundo fracaso. El resultado de la operación militar modificó para siempre la relación entre Estados Unidos y el resto de América
El 17 de abril de 1961 unos 1,500 exiliados cubanos entrenados y financiados por la CIA desembarcaron en Playa Larga y Playa Girón, en Bahía de Cochinos, 200 kilómetros al sureste de La Habana, con el plan de derrocar a Fidel Castro y su revolución.
Errores de los invasores convirtió esta operación en una derrota humillante que arrojó a Cuba a los brazos de la Unión Soviética y terminó por agriar las relaciones entre Washington y La Habana que hasta la actualidad persiste.
Cuba fue una obsesión para los americanos desde el triunfo de la Revolución, en enero de 1959 y luego, cuando en agosto de 1960, Castro nacionalizó las empresas norteamericanas de la isla, entre ellas refinerías de petróleo, centros azucareros y las compañías de teléfonos y de electricidad. Estados Unidos, que tenía la certeza de que Castro era comunista y que contaba con la simpatía y protección de la Unión Soviética y de su líder, Nikita Khruschev, empezó a implementar diversos planes para deshacerse del molesto vecino: sabotajes, golpe interno, sublevación popular, asesinato o invasión.
Planes defectuosos
La invasión a la Bahía de Cochinos estuvo en manos de la CIA, que entrenó a los miembros de la “Brigada 2506”, unos mil doscientos hombres identificados con el número de un joven miembro muerto en un entrenamiento. La Casa Blanca de Eisenhower dispuso de un “Grupo Especial” de seguimiento formado por funcionarios del gobierno y militares, según consta en un libro imprescindible, “Bay of Pigs Declassified – The Secret CIA Report on the Invasión of Cuba”, editado hace una década por el New York Press.
Hoy sabemos, gracias a los biógrafos de Kennedy que fue informado del plan el 29 de noviembre de 1960, 25 días después de su elección. Kennedy puso en duda la aventura, pero no la suspendió. No le alcanzó para arrepentirse el resto de su corta vida: fue asesinado el 22 de noviembre de 1963 en Dallas. Pero sí impuso dos condiciones: no participarían en la operación las fuerzas armadas y se reservaba el derecho de cancelar la invasión. La primera gran torpeza de la CIA ocurrió el 15 de abril, cuando ocho aviones B-26, con la bandera cubana en el fuselaje, bombardearon los aeropuertos militares de la isla para destruir la aviación de Castro. No lo lograron, perdieron tres bombarderos y uno de ellos aterrizó en Miami, con el fuselaje agujerado a balazos. Su piloto se presentó como auténtico rebelde cubano y pidió asilo político. Pero los periodistas descubrieron que el avión era, en realidad, uno norteamericano al que le habían pintado los colores cubanos; que los agujeros de bala no eran de armas antiaéreas sino de pistola calibre 9 milímetros, que todo era una estafa y que el piloto era un impostor.
Al día siguiente, en La Habana en el entierro de los muertos por el bombardeo, Fidel Castro ratificó el rumbo socialista y marxista de la Revolución Cubana. La invasión siguió adelante. Con más y más graves desaciertos.
El 17 de abril la Brigada 2506, transportada por un falso carguero de la CIA, desembarca en Playa Girón y en Playa Larga. Los primeros combates los favorecen, hasta que veinte mil soldados, voluntarios y milicianos reunidos por Castro los rodean. Poco a poco los invasores se quedan sin municiones.
La Brigada pide apoyo a las fuerzas armadas de Estados Unidos, Kennedy cancela una segunda oleada de bombarderos que podría haber emparejado la lucha: tiene la certeza de haber sido engañado por su servicio de inteligencia que había asegurado que una insurrección popular derrocaría a Castro ante la noticia de la invasión.
Después de dos días de combate, la Casa Blanca acepta enviar seis cazas del portaaviones Essex para apoyar a los B-26 de la CIA piloteados por cubanos, que intentarán torcer el destino. Pero otro gran error lo desbarata todo. Los aviones del Essex llegan a cielo abierto a las cuatro de la mañana, hora de Miami. No encuentran a nadie. Los B-26, con la hora de Managua en sus relojes, llegan una hora después.
Bahía de Cochinos es un desastre para los invasores: una cantidad nunca revelada de entre 100 y 400 mueren en los combates, 1.189 son apresados, Castro, que se puso al frente de las fuerzas defensoras, se muestra al mundo como un triunfador y Estados Unidos no puede ocultar el rol decisivo y trágico que tuvo en esa catástrofe.
Consecuencias
Exportar la revolución cubana fue una decisión de Castro tras la frustrada invasión.
La influencia castrista abrió las puertas a la actividad paramilitar de la ultraderecha, dio alas a la llamada “doctrina de la seguridad nacional” y desencadenó una ola de golpes de Estado que en menos de diez años acabó con gran parte de las democracias latinoamericanas.
Estados Unidos a militares latinoamericanos que fueron los embriones de la represión ilegal con el aparente objetivo de combatir el comunismo. Bajo el lema “No habrá otra Cuba en el continente”, EE.UU. favoreció la instalación de las más violentas dictaduras.
Esta situación trajo también que la mayor parte de los países de la región se armen para la defensa contra el comunismo.
Medio siglo después de la fracasada invasión, esta isla del Caribe es el único país comunista en el hemisferio occidental.
A pesar de innumerables intentos de la CIA de asesinar a Fidel Castro fue la mala salud lo que finalmente lo obligó a entregar el poder en 2006 a su hermano Raúl.
Cincuenta años después de la batalla de Bahía de Cochinos, el cambio político en Cuba no está más a la vista de lo que estaba tras la primera victoria de la revolución contra el imperialismo yanqui.
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