Los profesionales distinguen entre una cachetada que se arranca de las manos, en una situación de descontrol y ofuscación, y la violencia ideológica, que es aquella en que existe la convicción de que esa es la única forma de educar a los niños. En el primer caso, es probable que el padre o madre reconozca el error, lo cual abre la posibilidad de una reparación, de pedir disculpas y no repetirlo. En el segundo, en cambio, lo anterior no es posible, básicamente porque no hay conciencia de estar haciendo algo incorrecto.
“Cuando un padre le pega a un hijo y lo justifica en que a él también le pegaron y aprendió, es porque no está cuestionando su conducta, pues vive en una cultura en que todos hacen lo mismo. Y ese es un punto fundamental: en el perfil de un padre o una madre que maltrata, hay una historia de violencia”, afirma la psicóloga infantil Carmen Mendoza.
En estos casos, se advierte un comportamiento en que hay una agresión que no es sistemática, mientras que el maltrato pierde el supuesto “fin educativo” y se transforma en golpear por golpear.
Los golpes no son la única forma de maltrato. Existe la violencia psicológica que muchas veces no se interpreta como tal, porque a este lo hemos ligado con el daño físico evidente, cuenta Mendoza.
También existe la tendencia entre los adultos de culpar a los niños de todo y justificar el castigo físico en que este los saca de quicio. Al focalizar la causa del problema siempre en el niño y castigarlo por eso no estamos solucionando lo que consideramos inadecuado, pues no le damos ninguna alternativa. “Los padres pueden revertir sus conductas maltratadoras, pero con ayuda, como talleres y cursos realizados en el colegio de sus niños”, puntualiza la psicóloga.
Causas y efectos
El maltrato es una situación que bien puede presentarse en todas las clases sociales, aunque parece ser un poco mayor en niños que viven bajo condiciones socioeconómicas de pobreza. Hasta el momento existen diferentes explicaciones sobre este tipo de actitudes por parte de los adultos y se ha visto la influencia en alguna manera de las situaciones de gran estrés, que hacen que toda la furia de la persona recaiga en el niño. Para Carmen Mendoza, no existe ninguna estadística que señale que quien comete el abuso tiene antecedentes de haber sufrido el mismo tipo de agresión durante su infancia o es una persona que tiene muy poca capacidad de controlar sus impulsos. “Es obvio que por las diferencias de tamaño y fuerza entre adultos y niños, estos últimos sufran grandes lesiones que pueden incluso causarles la muerte”, sostiene la especialista.
Los niños criados en hogares donde se los maltrata suelen mostrar desordenes postraumáticos y emocionales. Muchos experimentan sentimientos de escasa autoestima y sufren de depresión y ansiedad por lo que suelen utilizar el alcohol u otras drogas para mitigar su stress psicológico, siendo la adicción al llegar la adultez, mas frecuente que en la población general.
Los efectos que produce el maltrato infantil, no cesan al pasar la niñez, mostrando muchos de ellos dificultades para establecer una sana interrelación al llegar a la adultez. Algunos niños sienten temor de hablar de lo que les pasa porque piensan que nadie les creerá. Otras veces no se dan cuenta que el maltrato a que son objeto es un comportamiento anormal y así aprenden a repetir este “modelo” inconscientemente.
La falta de un modelo familiar positivo y la dificultad en crecer y desarrollarse copiándolo, aumenta las dificultades para establecer relaciones “sanas” al llegar a adulto. “Puede que no vean la verdadera raíz de sus problemas emocionales, hasta que al llegar a adultos busquen ayuda para solucionarlos”, señala Carmen Mendoza.
Para la psicóloga social, Jenny Atalaya, muchos niños que sufren de maltrato, la violencia del abusador se transforma en una forma de vida. Según la profesional, ellos crecen pensando y creyendo que la gente que lastima es parte de la vida cotidiana; por lo tanto, toman ese comportamiento como “aceptable” haciendo que el ciclo del abuso continúe cuando ellos se transforman en padres que abusan de sus hijos y estos a los suyos, continuando así el ciclo vicioso por generaciones.
¿Cómo es una familia violenta?
Generalmente en las familias en las que aparece la violencia familiar tienen una organización jerárquica fija o inamovible, Además sus miembros interactúan rígidamente, no pueden aportar su propia identidad, deben actuar y ser como el sistema familiar les impone.
Las personas sometidas a situaciones críticas de violencia familiar presentan un debilitamiento de sus defensas físicas y psicológicas, lo que conduciría a un incremento en los problemas de salud. Muchas padecen de depresión y enfermedades psicosomáticas.
También estas personas muestran una disminución marcada en el rendimiento laboral. En los niños y adolescentes tienen problemas de aprendizaje, trastornos de la personalidad, etc.
Por lo general las personas que viven afectadas por casi toda su vida (salvo que reciban ayuda psicológica), como se criaron dentro de este contexto, tienden a reproducirlos en sus futuras relaciones.
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