Las mermas del proceso de comercialización afectan la disponibilidad de alimentos. En el caso de la papa, superan las 10,220 toneladas anuales, solo en Lima; esto equivale al consumo de 128 mil peruanos
En un país como el nuestro, donde millones de personas-principalmente las que viven en el interior del Perú- no tienen una buena alimentación, debido a los bajos recursos económicos con que cuentan, tener mermas en la preservación de alimentos es algo imperdonable.
Según la FAO, hasta el 2007, las pérdidas y mermas de la producción agropecuaria en el Perú eran las mayores del mundo en productos que se comercializan en fresco, como la papa y el tomate.
Así, mientras el promedio mundial de pérdida de papa es de 7.1%, en el Perú esta pérdida asciende al 20.5%, es decir, uno de cada cinco kilos; en tanto que en productos procesados (como el arroz) nuestra eficiencia en comercialización es mayor. Dados los escenarios que advierten sobre problemas para asegurar la disponibilidad y acceso de alimentos en los próximos años, una manera de garantizar la seguridad alimentaria pasa por reducir estas mermas.
Dos de los motivos de estas mermas son: i) la mala infraestructura vial y de comercialización, y ii) las inadecuadas prácticas poscosecha.
En el primer caso, es sabido el déficit de caminos en las zonas rurales, que no solo encarece los costos de los fletes, sino también maltrata la mercadería. Si a ello sumamos la ausencia de centros de acopio o plantas de procesamiento, empaque y almacenamiento que permitan labores poscosecha que garanticen la frescura y el adecuado mantenimiento de los productos, estos llegarán a los mercados locales con una recortada vida útil. Al otro lado del viaje, la antigüedad de la mayoría de mercados mayoristas, cuya infraestructura está colapsada (como Lima) o es incompleta (en el resto del país), incrementa la merma dentro de las ciudades. Esta situación se complica cuando la comercialización se hace en una feria local, donde las condiciones de almacenamiento son precarias.
Entre los productos más perecibles están a parte de la papa y el tomate, las diversas frutas como la papaya, fresa, mandarina, mango, etc.
En el caso de las labores poscosecha, la lista es amplia: mejorar los sistemas de clasificación, realizar las labores según oportunidad, reducir el excesivo manipuleo de la mercadería y, sobre todo, mejorar la calidad y uso de los envases, son medidas urgentes. Utilizar sacos de más de 50 kilos maltrata innecesariamente productos como papas o camotes y reduce la vida del producto.
En esta situación influyen los conflictos por sistemas de clasificación y determinación de precios por calidad, discusión entre productores e intermediarios.
Mientras en otros países se ha avanzado en estos temas, aquí la pérdida se asegura desde que el producto sale del campo.
A ello debemos sumar los problemas derivados de las intensas variaciones de temperatura, producto del cambio climático que, unido a un parque automotor no preparado para la conservación de alimentos, reduce la calidad de los alimentos frescos.
Lo que se pierde
Son pocos los estudios que detallan estos procesos. Uno de ellos fue el de Brandes, que analizó las causas de pérdida de papa en la Parada. Como se observa, un 49% se refiere a problemas de poscosecha, y un 26%, a un prolongado e ineficiente proceso de comercialización, cosas que podrían mejorarse si se moderniza la infraestructura y se implementan eficientes sistemas poscosecha.
El proyecto Mercados Campesinos advierte la necesidad de mejorar la comercialización agrícola en el país, invirtiendo en infraestructura y promoviendo eficientes labores poscosecha que reduzcan las mermas y contribuyan a garantizar la disponibilidad y acceso de alimentos.
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