El año 2011 no pudo empezar peor para el presidente Evo Morales. Todo se inició con el gasolinazo y con su turbulenta retirada. Luego vino la protesta por la inflación. Ahora, la sonada rectificación sobre el proyecto carretero del Tipnis
El 2011 parece ser el annus horribilis del presidente boliviano, quien ha dejado atrás los tiempos en que sus decisiones políticas eran acatadas con disciplina en sus filas y favorecidas con la mayoría del voto popular.
Según el analista boliviano Jorge Lazarte, hace más de un año que el gobierno vive acosado por los conflictos con sus propias bases por las promesas incumplidas.
El último episodio ha sido la rectificación nocturna de sus planes de construir una carretera a través de la reserva natural del Tipnis tras la marcha indígena que recorrió 500 kilómetros desde la Amazonía a La Paz en medio de un creciente apoyo de la población.
Lluvia de problemas
Después de la aplastante victoria electoral de diciembre del 2009, y haber prácticamente finiquitado lo peor del conflicto con las regiones rebeldes y autonomistas del oriente, a Morales le ha llovido una serie de problemas.
“La población empezó a pedir cuentas. Los que habían sido movilizados para vencer a un adversario quería resultados”, dijo Lazarte.
Los primeros tiempos del gobierno de Morales estuvieron marcados por el conflicto con las autoridades autonomistas de los departamentos del oriente y la Amazonía, especialmente Santa Cruz.
Pero en 2009, la aprobación de la Constitución inspirada en el indigenismo de Morales y su aplastante reelección hizo que ese conflicto pasara a un segundo plano.
Según Lazarte, “el gobierno empezó a girar hacia el pragmatismo y a alejarse de su ideología, comenzó a pensar en términos de poder y no de ideología”. Y entonces llegaron las “promesas incumplidas”.
“La población urbana es la primera en reaccionar. Es la primera que perdió el gobierno, la clase media citadina. En un intento de recuperarla, opta por un pragmatismo que le hace perder a su gente sin recuperar a la clase media. Queda aislado de ambos bandos y por eso pierde las elecciones judiciales”, dice.
En ese sentido se expresa también el analista británico Jeff Webber, experto en Bolivia de la Universidad Queen Mary de Londres, quien considera que los problemas de Morales parten de la distancia entre su discurso y sus políticas.
“La gente quiere que se pongan en práctica los compromisos del partido que eligieron y no que opten por políticas que ya han visto en gobiernos anteriores”, le dijo Webber a BBC Mundo.
“Hay un choque entre el compromiso retórico con profundos cambios y el indigenismo pachamamista y la práctica real del Ejecutivo”.
La carretera
Los dirigentes de la marcha indígena, después de ratificada la ley que prohíbe la construcción de cualquier carretera en la reserva natural de la que son originarios, aclararon que no piensan retirar su demanda por “genocidio” contra el gobierno por la represión policial del 25 de septiembre.
El indígena aimara Rafael Quispe, dirigente del Consejo Nacional de Ayllus y Marcas del Qullasuyu (Conamaq), dijo que en la reunión con el mandatario le dejaron claro que lo que consideran fue una represión policial criminal no puede quedar impune.
“Le dijimos de frente al presidente, los delitos no se negocian, los delitos no llegan al diálogo, ese juicio va a proseguir”, dijo Quispe.
Esa declaración de un alto representante de la Conamaq, en su momento una de las organizaciones indígenas y campesinas que en el seno del llamado Pacto de Unidad impulsaron la llegada de Morales al poder, es una muestra más de las dificultades que se viven en las bases del presidente.
O en los términos de Webber, “desafíos”. Aunque el experto recuerda que, con todo, Morales “todavía cuenta con una parte considerable de la población rural”.
De hecho, el núcleo duro de los sectores que apoyan a Evo Morales, los sindicatos cocaleros de los que todavía es el máximo dirigente –aunque sea ya algo más bien simbólico– comenzó una acampada de protesta en Cochabamba. El objetivo: que se haga la carretera.
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