Una alimentación rica en grasas puede llevarlo no solo a sufrir este mal, sino a ocasionarle una peligrosa cirrosis.
Ver
personas alimentándose de las llamadas “comidas rápidas” (llenas de grasas
trans) sea hecho tan común en la actualidad, que no hacerlo es ser visto como
de otro planeta.
Victoria
Gabriel Noa cuenta que debido a la alta carga de trabajo ella terminó sin
querer cayendo en esa rutina.
“Comía
lo que encontraba en la calle, y no siempre a la hora del almuerzo”, revela.
El
hígado graso o esteatosis hepática es una enfermedad que solo manifiesta
síntomas cuando la persona ya sufre de hepatitis crónica.
Entre
los síntomas más comunes, están los vómitos, la diarrea, la fatiga crónica, la pérdida
de apetito y el dolor abdominal.
Según
el doctor Cristian Montoya, del Consorcio de Investigación y Ciencia Médica –
Insplament-, el hígado graso es una alteración hepática donde el metabolismo
convierte a este órgano en un elemento incapaz de poder sintetizar
correctamente los alimentos con altos contenidos de grasas, harinas,
carbohidratos, proteínas y azúcares.
El
hígado graso no se produce solo por la mala alimentación, también por otros
factores.
Así
tenemos la diabetes tipo 2, el colesterol elevado, la hipertrigliceridemia, el
consumo de alcohol, etc.
Si
una persona sospecha de sufrir esta enfermedad, el doctor Montoya recomienda hacerse
una ecografía para determinar algún cambio en la consistencia del hígado.
El
hígado graso es reversible, siempre y cuando uno cambie sus hábitos
alimentarios, de lo contrario, dice el doctor Tomás Borda, conductor del
programa Dr. Tv., se puede llegar a sufrir de hepatitis crónica o, lo que es
peor, de cirrosis. “En este último caso la única solución para salvar la vida
de la persona es el trasplante hepático”, asegura.
Los
malos hábitos alimenticios de Victoria Gabriel con el tiempo le terminaron
pasando la factura a su salud. De un momento a otro, comenzó a sentir pesadez,
inapetencia, dolor abdominal. Creyendo que se trataba de gastritis, se
automedicó por tres años.
Recién
cuando sus dolencias se hicieron insoportables, es que su hijo Henry Chacchi lo
llevó a una clínica, donde le diagnosticaron hígado graso.
“Al
escuchar esa noticia mi hijo se asustó, por lo que pensé que el resto de mi
familia también se preocuparía, por eso le pedí que no les contara nada a ellos,
porque tenía la certeza que me iba a curar”, refiere.
¿De
dónde provenía la confianza de la señora Victoria? Según ella, de Dios.
En
la época que le detectaron el hígado graso, Victoria ya asistía a la Comunidad
Cristiana del Espíritu Santo.
A
través de la manifestación de su fe, ella hizo un propósito en el Altar de
Dios, y gracias a ello, logró curarse. “Han pasado siete años de aquella
historia, y hasta ahora no presento ninguna molestia”, acota.
Con
63 años, hoy Victoria es una mujer sana, que dedica su tiempo a la familia.
(Redacción)
RECOMENDACIONES
Para
el buen funcionamiento del hígado, el doctor Borda recomienda reducir la grasa
de la dieta; evitar alimentos fritos o ricos en grasa saturada (crema de leche,
mantequillas, manteca); sustituir lácteos enteros por descremados; no añadir
grasa o aceite para cocinar; retirar la piel de las carnes y toda grasa
visible; y consumir grasa insaturada (nueces, palta, aceitunas). También de incorporar a su dieta diaria ensaladas, sustituir carbohidratos simples (galletas, dulces.) por carbohidratos complejos (avena, camote), consumir tres frutas al día y evitar el alcohol. Finalmente, hacer ejercicios.
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