Escribe: Manolo Carrasco Eléspuru (*)
Estar instruido, sin embargo,
no garantiza nada –el papel aguanta todo-, se precisa tener una buena formación
para generar hábitos de servicio. Acostumbro a decir en algunas de mis
sesiones: “Se te contrató por tu habilidad, pero se te despidió de la empresa
por tu personalidad”. O “no eres el currículo que presentas, sino la forma como
trabajas y el sentido de servicio que te mueve”. Los directivos en su acción
directiva, deben
tener afán de logro –resultados-, y de trascendencia –buscar el bien común-. Estos
objetivos solamente son viables con la virtud de la humildad. Virtud que nos
permite mejorar la calidad de trabajo y la calidad de vida dentro de la
organización.
Necesitamos ser humildes, para
aprender con mente abierta nuevos modos de hacer las cosas, así se cometería
menos errores; para
tener firmeza de voluntad para lograr nuevas metas; para saber querer con
afectividad sin perder la efectividad; para hablar con la verdad de manera
sencilla sin lastimar, como en una familia que cuida la fraternidad; para
aprender a mandar sabiendo obedecer; para servir y no esperar ser servidos;
para comunicarse más horizontalmente con un lenguaje simple y directo; para
escuchar comprendiendo y para recibir las críticas amablemente.
Todo directivo tiene que saber
avanzar y también a humillarse, pero con una fe– basada en el testimonio de una
vida integra-, que le permita ir siempre adelante con una mirada que contagia y
motiva. El directivo
que no tenga como eje a la
humildad, es siempre pusilánime, tímido, medroso, débil. Además la humildad es
un buen aliado para generar confianza, conocida como el capital social de toda
organización, y que gracias a ella, las organizaciones generan valores
agregados. Una persona madura comprende que para perseverar es necesario
desprenderse de la vanidad. La humildad hace al directivo un buen ser humano.
-------------
(*) Coach & Speaker en
Dirección
No hay comentarios:
Publicar un comentario