miércoles, 23 de marzo de 2016

La humildad en el directivo


Escribe: Manolo Carrasco Eléspuru (*)

 Nos exigen ser competitivos para sacar adelante una organización; direccionar todas nuestras habilidades y competencias para dirigir y gerenciar bien, en un escenario compuesto por la globalización, la calidad total, la ética, la administración para el cambio, el trabajo en equipo y las habilidades interpersonales. Nos piden estar bien “preparados”, y esto implica estar bien instruidos, bien formados y bien entrenados.

Estar instruido, sin embargo, no garantiza nada –el papel aguanta todo-, se precisa tener una buena formación para generar hábitos de servicio. Acostumbro a decir en algunas de mis sesiones: “Se te contrató por tu habilidad, pero se te despidió de la empresa por tu personalidad”. O “no eres el currículo que presentas, sino la forma como trabajas y el sentido de servicio que te mueve”. Los directivos en su acción directiva, deben tener afán de logro –resultados-, y de trascendencia –buscar el bien común-. Estos objetivos solamente son viables con la virtud de la humildad. Virtud que nos permite mejorar la calidad de trabajo y la calidad de vida dentro de la organización.

Necesitamos ser humildes, para aprender con mente abierta nuevos modos de hacer las cosas, así se cometería menos errores;  para tener firmeza de voluntad para lograr nuevas metas; para saber querer con afectividad sin perder la efectividad; para hablar con la verdad de manera sencilla sin lastimar, como en una familia que cuida la fraternidad; para aprender a mandar sabiendo obedecer; para servir y no esperar ser servidos; para comunicarse más horizontalmente con un lenguaje simple y directo; para escuchar comprendiendo y para recibir las críticas amablemente.

Todo directivo tiene que saber avanzar y también a humillarse, pero con una fe– basada en el testimonio de una vida integra-, que le permita ir siempre adelante con una mirada que contagia y motiva. El directivo que no tenga como eje a la humildad, es siempre pusilánime, tímido, medroso, débil. Además la humildad es un buen aliado para generar confianza, conocida como el capital social de toda organización, y que gracias a ella, las organizaciones generan valores agregados. Una persona madura comprende que para perseverar es necesario desprenderse de la vanidad. La humildad hace al directivo un buen ser humano.

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(*) Coach & Speaker en Dirección

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