jueves, 20 de marzo de 2014

El sueño de la casa propia

                                          Mercedes vive con sus dos hijas menores en el cerro San Lorenzo, distrito de Independencia.

A pesar del boom inmobiliario, miles de personas continúan viviendo en las laderas de los cerros y arenales. Los más afortunados, en casas de alquiler. La razón de esta situación, es que los programas sociales no fueron hechos para los más pobres.

De acuerdo con el artículo dos inciso 16 de la Constitución Política del Estado, toda persona tiene derecho a la propiedad, entiéndase vivienda, terreno u otros bienes. Sin embargo, en el país no todos tienen posibilidad de acceder a una casa propia.
Esta situación ha llevado a millones de peruanos a vivir en departamentos alquilados, y los menos afortunados a levantar sus precarias viviendas en cerros y extensos arenales.
Es el caso de Mercedes, una ambulante, quien al no poder pagar el alquiler de un cuarto donde vivía con sus niñas, tuvo que irse a vivir al cerro San Lorenzo, distrito de Independencia, donde sus compañeras de oficio le ofrecieron un terrenito.
Aquí esta joven madre da riendas a sus conocimientos de construcción que aprendió de su padre, un obrero ebanista. Con la ayuda de vecinos construyó una precaria casita donde en época de invierno, ella y sus dos niñas prácticamente se congelan.
Si hasta antes de la década de los 80 en Lima ya existía un déficit de vivienda por causa de las masivas migraciones de provincianos que llegaron a la capital en busca de mejores oportunidades de empleo y estudio, este problema se ahondó con la crisis económica y el terrorismo que asoló el país durante 20 años.
Para cerrar esta brecha, las autoridades gubernamentales promovieron una serie de programas habitacionales, a la que se sumó el sector privado sobre todo a partir del 2003.
A pesar del boom inmobiliario que vive el país, cifras del propio Ministerio de Vivienda consignan una demanda insatisfecha de aproximadamente dos millones de unidades de viviendas, de los cuales 30% y 70% del total se refieren a deficiencias cualitativas de casas, es decir población que tiene un espacio donde vivir, pero en condiciones precarias (como el caso de Mercedes).
Una de las principales causas de esta realidad es que los programas de vivienda existentes en el país están orientados a los sectores A, B y C, es decir, a grupos poblacionales que cumplen con requisitos que los bancos exigen, como demostrar que los ingresos sean fijos y constantes (continuidad laboral, estar en planilla de una empresa) y que estos no sean menores de 4 mil soles.
Si la persona es independiente, demostrar sus ingresos mediante boletas de pago.
Aunque hay dos programas estatales para incentivar y fomentar que la población con menor poder adquisitivo pueda acceder a realizar el sueño de la casa propia, Mi Vivienda y Techo Propio no logran este objetivo.
En el caso del primero, porque el bono que da el Estado mediante este programa es administrado (filtrado) por el sistema financiero, es decir que si el solicitante no cumple con los requisitos del banco será imposible acceder al bono y al crédito hipotecario.
Mientras que en Techo Propio, para poder acceder al crédito, deberás contar con un título de propiedad, un requisito que miles de peruanos no poseen.
Además en Lima, Techo Propio casi no atiende las demandas de los más pobres debido a que en los últimos años su trabajo ha estado más enfocado en el interior del país con el propósito de satisfacer la demanda de reconstrucción de las zonas afectadas por el terremoto del 2007.
No es rentable políticamente
¿Por qué los programas habitacionales del país no llegan a los más pobres? Según el arquitecto Carlos Escalante, coordinador del Instituto de Desarrollo Urbano (Cenca), son dos las razones que han llevado a los programas de vivienda que promueve el Estado a estar elaborados bajo esta manera.
Así tenemos la necesidad de reactivar la industria de la construcción para continuar promoviendo el empleo, ya que por cada puesto de trabajo que genera este sector cuatro empleos se promueven en otras áreas. De ahí que las autoridades estén siempre en la búsqueda de adquirir suelos planos para la construcción de viviendas destinadas a los sectores A, B y C.
Y, por otro lado, porque es más rentable ante la opinión pública mostrar nuevas construcciones que aquellas que han sido refaccionadas.
¿Cómo revertimos esta realidad?
Construir nuevos departamentos no está mal, pero, como bien señala el Ministerio de Vivienda, hay miles de personas que teniendo donde vivir requieren que sus casas sean mejoradas puesto que la mayoría de ellas han sido construidas en las laderas de cerros, sobre pircas, y esto representa un peligro para sus vidas. “Es allí donde el Estado debe intervenir, ya sea a través del programa Techo Propio o cualquier otro que pueda crear, para atender las necesidades de los más pobres”, precisa el arquitecto Escalante.
El coordinador de Cenca asimismo dice que se requiere de un banco de tierras, donde los municipios puedan promover programas de vivienda como lo está haciendo la comuna de Lima.
“Lastimosamente la mayoría de los municipios no lo hacen porque sus autoridades lo ven como estatismo”, dice el experto.
Rosario Farfán, del Movimiento Sin Techo de Lima y Callao, por su parte considera que la única manera de atender la creciente demanda de vivienda de parte de los sectores D y E es a través de la intervención del Estado en el mercado inmobiliario. Es decir, que sea el mismo Estado que dé directamente las viviendas, y no a través de la banca privada, y que fije cuotas de pago hipotecario entre 200 y 250 soles mensuales.
Mientras los actuales programas de vivienda conserven el mismo diseño, ciento de miles de personas, como Mercedes, continuarán tomando los cerros y las áreas arenosas en busca del sueño de la casa propia. (Redacción)

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