Escribe: Carlos Alberto Rosales (*)
En
los últimos años asistimos a un penoso espectáculo televisivo, en el cual
desfilan programas cuyo contenido es una falta de respeto a la inteligencia de
millones de personas.
La
dictadura del rating ha impuesto programas cuyo fin es, como lo dijo el
sociólogo francés Pierre Bourdieu, explotar al máximo las pasiones del ser
humano.
Hoy
la televisión está tan entretenida en su espectáculo, que obvia lo realmente
importante. Se ofrece un burdo resumen visual de lo que ocurre en la sociedad.
Faltan espacios que fomenten el debate de ideas sobre los temas de interés
público, como seguridad, economía, transporte, etc.
No
se trata de teñir con un manto de seriedad los contenidos televisivos, pues uno
de los fines de la televisión es entretener. Sin embargo, asistimos a una
frivolización televisiva que ha encontrado en el espectáculo, su forma y razón
de ser.
Las
audiencias tienen el derecho a ver contenidos de calidad, pero la televisión hace
poco esfuerzo en lograrlo. Aunque hay honrosas excepciones de programas que
vale la pena destacar.
La
filosofía del rating está haciendo que la ciudadanía pierda noción de la
información de interés general, pero también socava la credibilidad de la televisión.
La
degradación ética en los medios de comunicación le hace pagar una factura muy
cara a la democracia y la cultura crítica del país. La televisión ha dejado de
asumir su responsabilidad social inherente, al relegar la agenda mediática en
función del rating.
Como
consecuencia de esta realidad, es obvio que tengamos un buen porcentaje de la opinión
pública poco informada y con una visión limitada de la realidad. Asimismo, una
sociedad con poca capacidad crítica para elegir a los mejores representantes.
La
autorregulación de los medios de comunicación tiene sentido si va acompañada de
planteamientos ciudadanos que critiquen y denuncien los errores y excesos que
se cometen a diario en la televisión.
Los periodistas y comunicadores debemos
ser los primeros en hacer una autocrítica sincera del trabajo que desarrollamos.
Los
medios de comunicación deben hacer suyos los principios de autorregulación
acordados por la Sociedad Nacional de Radio y Televisión, empezando por el
respeto a la dignidad de la persona humana y la veracidad.
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(*) Periodista
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