En la sierra niños menores de tres
años están expuestos no solo al frío, sino también a sufrir de enfermedades por su fragilidad. A pesar de los
esfuerzos de varias instituciones, las cifras de afectados aún son altas.
A tan solo diez minutos del centro de la ciudad del Cusco,
Ruth Castillo (23 años), joven madre de dos niños, ha perdido la cuenta de las
veces que intentó combatir a un enemigo invisible. Visita semanalmente el centro de Salud de San
Gerónimo con su hijo Diego Eloy en brazos, un menor de un año y medio, que es evaluado y recibe
tratamiento para revertir la anemia severa que padece.
Diego sufre de anemia por ferropenia (deficiencia de hierro
en el organismo). Su madre aún lo alimenta con leche materna, con lo
que la familia produce en su pequeña parcela de tierra y con lo que alcanza a
comprar en el mercado local.
El médico le ha dicho a Ruth que alimente a su hijo Diego
con carne, por el contenido de hierro que tiene, sin embargo para ella –como
para muchos peruanos- se le hace difícil por la estrechez de su economía.
Para un país que en los últimos años ha venido creciendo
económicamente, es inadmisible que aún existan niños menores de tres años con
altas tasas de anemia: 53,7%; el promedio en algunas poblaciones de
Puno y Ayacucho, bordea el 74%.
Algunas medidas del gobierno han intentado
revertir el problema. Hace casi un quinquenio que empezó a aplicar en
las zonas de mayor incidencia, un programa de distribución de suplementos
nutricionales a base de hierro, vitaminas A y C, zinc y ácido fólico que se
añade a las comidas de los bebés y niños entre 6 y 36 meses, y que las madres
conocen como “Chispitas”.
Según las disposiciones sectoriales, un suplemento preventivo
que se administra por periodos de seis meses durante los tres primeros años de
vida del niño. Ruth no tuvo acceso a este suplemento con su hijo mayor, de 4
años. Y con Diego, que ha pasado del riesgo a la realidad de
la anemia, el compuesto no está dando resultado.
Para contrarrestar la anemia, el
Estado gasta 2.777 millones de soles al año.
En enero de 2015, el Minsa estableció una
nueva guía de acción, adquirió 235 millones de sobres de micronutrientes y
determinó la necesidad de aumentar la distribución entre las madres a través de
los centro de salud de todas las regiones. Para el 2016 adquirió 300
millones de sobres para mejorar la cobertura en el país.
Aunque los esfuerzos de autoridades y ONG han logrado
disminuir algunos puntos porcentuales, si las cifras se
mantienen, el destino de más de la mitad de los casi 1 700.000 niños
que forman la población infantil menor de tres años estará marcado para
siempre, ya que su salud será precaria por siempre.
Participación comunal
El monitoreo mensual del crecimiento y desarrollo de
los niños menores de 36 meses y la consejería sobre nutrición son algunas de
las medidas que más han calado en las comunidades alejadas de la ciudad.
La participación de los miembros de las propias comunidades como promotores de
salud ha facilitado este acierto. En el centro de salud de Anta,
provincia ubicada a 30 km de Cusco, se atienden 600 niños. Carmen Vargas, es la
promotora de salud de este establecimiento y señala que de estos casi un 60%
presenta cuadros de anemia leve o moderada. A ellos se les está dando
tratamiento con las “Chispitas”.
Revertir la situación sigue siendo uno de los mayores retos
que enfrentan los programas de protección a la infancia que ponen en marcha
diferentes ONG en convenio con gobiernos locales. En Huanta y Vilcashuamán,
Ayacucho, donde la cifra ha alcanzado al 74% de niños con anemia, la Fundación
Acción Contra el Hambre
(ACF) puso en marcha un estudio con interesantes perspectivas y resultados. Se
trata del uso de técnicas ancestrales para procesar alimentos ricos en hierro y
reforzar la alimentación de los niños. Para ello usaron el charqui (carne
deshidratada que se cubre con sal y se expone al sol), una tradición andina
milenaria que ahora contribuye a resolver la anemia infantil de esas zonas.
Los resultados arrojaron una disminución de 74% a 62%.
La prevención y el tratamiento de la anemia no es
solo una cuestión de desarrollo humano y respeto a los derechos básicos de los
niños. El costo económico para el país es alto: las
cifras muestran que si no se aborda el problema, cada año se pierde
un equivalente al 0.62 del PBI, alrededor de 2.777 millones de soles. Una
conclusión importante de este resultado es que la pérdida mayor se concentra en
la menor productividad de una persona cuyas capacidades de aprender se han
visto mermadas a causa de la anemia. Actuar es urgente. (Redacción / Gran
Angular)
EFECTOS A LA SALUD
-
Deficiencia cognitiva
-
Alteraciones motoras y de conducta
- Daño
auditivo y visual
-
Cansancio
- Baja
del sistema inmunológico
- Caída
del cabello
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