Cinco meses después de la llegada al poder de Ollanta Humala hay algunos sectores que todavía siguen igual. Uno de esos sectores es la agricultura que producto de políticas adversas de anteriores gobiernos se encuentra desde hace muchísimos años en crisis, ahora agravada por la variabilidad climática (fuertes lluvias, inundaciones, sequías, heladas, etc.) que afronta el país.
Según la información recopilada por el Minag en su Sistema de Seguimiento Agrícola (Sisagri), cada año la variabilidad climática ocasiona la pérdida de la producción de más de 15 mil hectáreas de cultivos en el ámbito nacional.
Gabriela Rosas —directora de Meteorología Aplicada, del Senamhi— señala que los efectos del calentamiento en los próximos años se sentirán más en los agricultores de la sierra; en especial, en los productores de papa: “La papa necesita tener ciertas horas de frío para que pueda formarse el tubérculo. Imaginemos que, en un futuro, las temperaturas y las horas de frío que necesitan no van a ser tan frecuentes y suficientes para formar el producto final. Eso derivaría en una menor productividad”., refiere la experta.
En un estudio elaborado por Grade2, señala que son 27 los cultivos más sensibles a las variaciones del clima, en la medida en que constantemente han reportado pérdidas asociadas con eventos climáticos.
Los de mayor afectación y más recurrentes en problemas de pérdidas son la papa, el maíz amiláceo, el plátano, el maíz amarillo duro, el arroz y la cebada grano.
Otra preocupación para el sector agropecuario tiene que ver con la disponibilidad de agua asociada a las precipitaciones.
“Cuando hemos evaluado el caso de precipitaciones a futuro, encontramos que hay zonas que están registrando una tendencia a incrementar la intensidad de las lluvias, como la zona norte”, señala Gabriela Rosas. En la costa sur ocurre lo contrario: las zonas particularmente secas lo serán aún más, debido a la ausencia de lluvias.
Sin embargo, las proyecciones para el 2030 indican que el incremento y la disminución de las precipitaciones no serán muy significativos.
El Senamhi tiene muy poca información de lo que está pasando con el clima por encima de los 3,500 metros, que incluye la zona de los glaciares; estos permiten la recarga de las lagunas y la disponibilidad de agua en los periodos secos y son los indicadores más visibles del proceso de calentamiento.
Allí, lo que se observa son variaciones de un grado, de acá a 2030, pero —según Rosas— “un grado, en el tema climático, es fuerte, porque un grado esconde también su propia variabilidad y puede subir aún más”.
Y si bien estos datos del Senamhi muestran que no habrá cambios extremos en las precipitaciones, los agricultores —sobre todo, de la sierra— ya empezaron a sentir que la estación de lluvias es más tardía y que les es más difícil programar sus siembras.
En muchos casos, lo que se ve es que las lluvias se presentan en periodos más cortos, pero con mayor intensidad. En las zonas altoandinas, el inicio impredecible de las lluvias afecta de manera directa a la agricultura de la zona que es de secano y depende de las lluvias. En la costa, incluso, puede comprometer la realización de una segunda campaña o campaña chica.
En este contexto apocalíptico, el 11 de diciembre último el gobierno designó como ministro de Agricultura, al Lic. Luís Ginocchio, un profesional conocedor de la realidad del agro de quien se espera pueda hacer una mejor gestión que su antecesor.
Por lo pronto, un gran reto que tendrá el nuevo ministro es la de asegurar el abastecimiento alimentario que requiere la nación, que ahora está amenazada con la disminución de algunos cultivos, como consecuencia de los cambios climáticos en la temperatura.
Propuestas
Para el especialista en temas agrarios, Reynaldo Trinidad, sino queremos que esta situación continúe en el país, el ministro Ginocchio tendría que convocar de inmediato a los mejores técnicos nacionales –públicos y privados- por líneas de producción, para ver la mejor forma de manejar los principales cultivos y crianzas frente al déficit de lluvias en los Andes y de agua para riego en gran parte de la costa. Por ejemplo, en la costa a pesar de no contar con mucha agua, se estila sembrar arroz, cuando se debería dar prioridad a los cultivos de algodón, maíz amarillo duro, menestras y trigo, por requerir de menos agua que el arroz.
Roger Loyola, investigador de la Universidad Agraria La Molina, también considera que si los agricultores no quieren ver afectados sus bolsillos deberán en muchos casos optar por otros cultivos, más resistentes a los cambios de temperatura y que demanden menos cantidad de agua.
Los últimos gobiernos han priorizado la inversión agropecuaria en infraestructura de riego. En agosto, durante su presentación en el plenario del Congreso, el entonces premier Lerner anunció la inversión de aproximadamente U$1,600 millones en grandes obras de irrigación que entregarán agua a casi 180 mil nuevas hectáreas. La mayoría de estas hectáreas serán destinadas a la producción para la exportación o para la fabricación de agrocombustibles. El problema es que, dado el proceso de deglaciación, es probable que en el futuro la captación de estas aguas no sea suficiente para irrigar las tierras.
Trinidad también considera que es urgente que el ministro Ginocchio instale de una vez por todas el Consejo Nacional de Concertación Agraria creado por Ley No. 27965, publicada el 19 de mayo del 2003, y ampliado a las regiones por Ley No. 29003, hecha pública el 20 de abril del 2007. Pues dicho mecanismo resulta clave para desarrollar una sinérgica capacidad público-privada frente a los principales problemas, necesidades y posibilidades del sector. Asimismo haga cumplir fielmente el artículo 88 de la Constitución, el cual reza “El estado apoya preferentemente al al desarrollo agrario”, precepto que no rige para ningún otro sector de la economía y que debe reflejarse prioritariamente en la asignación de un presupuesto adecuado, en vez de la minucia a actual de sólo el 2% del total. En este sentido, dice que no hay que olvidar que el agro aporta el 8% del producto interno, alberga al 26% de la población nacional y produce el 70% de los alimentos que consumimos todos los peruanos; “índices frente a los cuales el 2 % de presupuesto es insuficiente”.
Según datos del Mimdes, trece millones de peruanos se encuentran en riesgo de inseguridad alimentaria. Así las cosas, los escenarios de cambio climático y seguridad alimentaria son poco alentadores para los peruanos y más aún para los productores agrarios. Se necesita, por un lado, un trabajo coordinado de adaptación y mitigación de los efectos del cambio climático, y por el otro, que se establezcan políticas de promoción y fomento de la pequeña agricultura, que finalmente es la que garantiza la seguridad alimentaria ahora y en el futuro.
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