Mientras en Cajamarca las autoridades y población se distraen en su lucha contra la minería, un enemigo silencioso llamado narcotráfico viene creciendo peligrosamente en la región.
Hacia fines de marzo e inicios de abril último visité las provincias cajamarquinas de Bambamarca, Chota, Celendín, San Marcos y Cajabamba. Un trabajo de campo, en un contexto signado por las protestas de sectores campesinos contra el proyecto Conga, logró obtener una primera aproximación o fotografía de la presencia del narcotráfico en la región de Cajamarca, donde se creía que era inexistente o marginal, la producción de amapola y látex. Nada más lejano a la realidad. A continuación, mostraremos las primeras imágenes, obviamente parciales y epidérmicas, del rostro del narcotráfico en esta región.
Zonas de producción de coca y PBC
La provincia de Celendín cumple un doble papel en lo que podemos llamar el sistema del tráfico de drogas de la región. Por un lado, tiene amplias zonas de producción de cultivos ilegales de coca. En efecto, cinco distritos, de los once que conforman la provincia, tienen comunidades con estos cultivos en donde se procesa pasta básica de cocaína (PBC). Todas esas comunidades se ubican en las riberas del río Marañón.
De estas zonas, las cargas de pasta básica y, también, grandes fardos de coca, salen por el distrito de Miguel Iglesias, utilizando caminos de herradura y -en parte- trochas carrozables, hacia Bambamarca. En ese recorrido, las comunidades de Ramoscucho y Mulluk operan como zona de acopio de coca y PBC, así como también de procesamiento y comercialización. Cabe señalar que a través de estas dos comunidades se puede llegar a Bambamarca y de ahí hacia Chiclayo.
Pero, eso no es todo. Según testimonios de varias personas, los cultivos de coca para el narcotráfico en esta zona no se iniciaron en los últimos diez a doce años. Los cultivos de coca para el procesamiento se remontan a los años 80 y parte de los 90, en el periodo del “boom” de la coca que caracterizó al país en ese periodo. El excedente de este cultivo de ese entonces se superpuso a la producción tradicional, que va al consumo tradicional de las provincias serranas de gran parte de la región. Pero, eso pasó desapercibido e ignorado.
Ahora, la nueva etapa de crecimiento de los cultivos de coca en curso habría arrancado en los últimos cinco a seis años. El crecimiento de nuevos cultivos en Llanguat, a una hora de la ciudad, es una muestra de ese proceso dinámico.
Según un periodista local, todos en la zona saben que parte de esa producción se procesa en Celendín. A ello se suma la histórica y creciente producción de amapola. El látex de opio y PBC, son dos negocios que coexiste en Celendín.
En lo que respecta a Chota, su papel es similar al de Celendín. Allí, por un lado, hay una importante producción de coca para el narcotráfico. Los distritos de Choropampa (en la parte baja), Pacchas y Pion, son los principales zonas de producción de coca y de procesamiento de PBC. Pero, a diferencia de Celendín, la coca ilegal no sale sin ser procesada. Todo se procesa dentro y sale directamente hacia Cajamarca.
Centro de acopio y distribución de PBC
Bambamarca no solo se ha convertido en un centro de acopio y distribución, sino también de lavado de activos, de la PBC y el látex de opio que producen los distritos de Celendín y Chota, las cuales -en su gran mayoría- se dirigen rumbo a Chiclayo. Esta constatación es una paradoja, pues en Bambamarca no hay cultivos de coca y la producción de amapola se circunscribe a algunos parajes del distrito de Hualgayoc, Bambamarca y, en parte, en Chugur. Pero, este papel no es -para sorpresa de muchos- nuevo. En efecto, según testimonios de pobladores antiguos, esta realidad se remonta a varias décadas atrás. Por eso, en los distritos vecinos es “vox populi” aludir a Bambamarca como la zona de la “pichicata” o de “pichicateros”. Eso explica que los principales y más fuertes clanes familiares o firmas del narcotráfico local, que han movido -y siguen moviendo- el negocio de la PBC y/o látex de opio fuera de
Cajamarca, radiquen en Bambamarca. Es desde allí, que estos alientan y financian la producción de coca o amapola, además de controlar el acopio y distribución. En ese sentido, no nos equivocamos si afirmamos que es el corazón de lavado de activos entre las tres provincias aludidas.
Los decomisos de látex o PBC, que la policía ha realizado desde el 2007 hasta la fecha, en el ingreso a Chiclayo provenientes de Bambamarca; la existencia de unos 189 edificios de seis pisos en una pequeña ciudad con más 300 edificios de tres pisos para arriba; la presencia de siete cajas rurales en una zona dedicada a la ganadería y sus derivados lácteos; y, el súbito “salto” de decenas de familias de escasos recursos a la ostentación de un patrimonio, son indicadores inequívocos que Bambamarca es el segundo pequeño “Medellín Andino” del Perú.
San Marcos y Cajabamba: zonas de (re) expansión del narcotráfico
La investigación de campo en estas dos provincias cajamarquinas, develó aspectos desconocidos e “invisibles” para el conjunto del país, aunque no en las mismas zonas. Por un lado, que la presencia del narcotráfico no es reciente en estas zonas. Los restos de una avioneta de hace unos 15 años (seguro de uno de los carteles colombianos que –en ese periodo- operaba en el Perú), en Tinyayoc, distrito de José Sabogal, provincia de San Marcos, es una evidencia de la antigua presencia del narcotráfico por estos lares.
Pero, eso es una percepción parcial, pues, en ese mismo periodo -según las múltiples entrevistas realizadas- Cajabamba también tuvo importantes extensiones de coca ilegal que se procesaban en PBC, particularmente en comunidades de Sitacocha. Los cultivos ilícitos, en ambas provincias y en todas las demás zonas cocaleras, se redujeron hacia mediados de los 90, tras del retiro de los carteles colombianos quienes compraban y exportaban PBC vía aérea.
La nueva etapa de la coca
Tanto en San Marcos y Cajabamba, los cultivos de coca ilegal volvieron a crecer, más o menos, hace cinco a seis años, y con ello el procesamiento de PBC.
La mayor parte de la producción de coca de estas provincias va a las pozas de maceración, y solo una pequeña parte al consumo tradicional. Un dato confirma eso: según un técnico de la zona, Enaco solo compra el 20% de la producción de coca de dichas áreas.
El tráfico de drogas en cada provincia tiene su propia dinámica. En el caso de San Marcos, los cargamentos de PBC suben de los caseríos de la parte baja del distrito José Sabogal a la ciudad capital para de ahí continuar, pasando Cajamarca, hacia Chiclayo y desde esa ciudad a los puertos marítimos norteños y el Ecuador. ¿Quiénes mueven este negocio en San Marcos? Las firmas locales, antiguas y nuevas, que operan desde la ciudad.
Por otro lado, en el caso de la Cajabamba, las cargas de PBC salen por dos vías. La primera, es la carretera que pasa por Lluchubamba, convertida informalmente en la nueva capital del distrito de Sitacocha, y sigue por la ciudad de Cajabamba y San Marcos hacia Chiclayo. La segunda, es por caminos de herradura utilizados por “mochileros” que transportan cargas de PBC desde las zonas cocaleras de Sitacocha que salen por Aguas Calientes, en la frontera entre Cajabamba y San Marcos, para de ahí seguir en unidades móviles hacia San Marcos y Chiclayo. Se trata de una ruta relativamente nuevo (no tiene más de tres años), en el que los mochileros van armados de escopetas o retrocargas.
En suma, en ambas provincias hay un proceso de incremento de los cultivos de coca y de procesamiento de PBC que se dirigen a la ciudad de Cajamarca y de allí hacia Chiclayo. De esa ciudad las cargas toman dos caminos: uno, continúan hacia Tumbes y el Ecuador o salen por los puertos de Lambayeque y Piura. Esas cargas de PBC, ya convertidas en cocaína en algún lugar de la costa, van a dar a manos de los carteles mexicanos.
No hay duda que la amapola y, particularmente, la coca ilegal están en una dinámica de crecimiento sostenido en Cajamarca. No solo se está incrementando en Celendín y Chota, teniendo a Bambamarca como zona de acopio y distribución hacia Chiclayo, sino también en las provincias de San Marcos y Cajabamba. O sea, hasta el momento, el narcotráfico asociado a la coca involucra a cuatro distritos en esta región. No se puede seguir ocultando la realidad. Es momento de visibilizarlo.
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