La inseguridad en el país está creciendo. Ahora no solo los adultos roban y asesinan. Cada vez hay más adolescentes, quienes en vez de estar estudiando vienen dedicándose a la delincuencia.
En el Perú casi nadie está seguro. Y no solo se trata de una percepción, sino de hechos reales. No por algo del 2000 al 2011 la criminalidad solo en Lima y Callao aumentó en 80%.
Según el Observatorio de Criminalidad del Ministerio Público, en esos años el número de homicidios subió en 233% y el de secuestro en 196%.
A pesar que el gobierno anunció a fines del 2011 una serie de medidas para contrarrestar la delincuencia, todo indica que estas no han dado resultados. De lo contrario, cómo se explica que el 38,3% de las personas durante el último semestre del 2012 hayan sido víctimas de algún delito.
Para empeorar las cosas, recientemente la UNODC acaba de revelar que se ha incrementado el número de jóvenes menores de edad que delinquen. Esta situación ha traído como consecuencia que hasta el 2009, el 66% de adolescentes que demandaban servicios de reinserción social no hayan podido ser atendidos porque no existen lugares donde hacerlo. Entonces, una pregunta que cae de maduro: ¿A dónde fueron a parar todos estos chicos?
Hoy que los hechos de sangre y robo vienen nuevamente haciéndose algo común, el gobierno acaba de decir una vez más que ahora sí se van hacer profundas reformas para acabar con la inseguridad ciudadana.
Por lo pronto, acaba de remover a 98 comisarios que no mostraron eficiencia para combatir la delincuencia y ha mandado a la calle a mil policías más y 300 patrulleros adicionales.
Algo que realmente preocupa, es que dentro de este paquete de medidas al cierre de esta edición no hay ninguna que ataque el origen, o sea, la fuente de la delincuencia.
Como es sabido, todos estos criminales antes de convertirse en temidos hampones pertenecieron a bandas organizadas como simples “campanas”.
Al referirnos a la delincuencia juvenil, el recuerdo de “Gringasho” y de los que le vienen emulando como este chico de 15 años de iniciales C.R.V quién mató de tres tiros al vicepresidente de Cajamarca, es inevitable.
En la medida que no se vea el tema de la delincuencia juvenil como el germen del por qué tenemos tantos hampones por las calles, nunca se va poder controlar la delincuencia que hoy nos amenaza.
Requerimos, como bien dice el experto en temas de seguridad Fernando Rospigliosi, de una política integral que no solo contemple mejoras en la policía o extirpe la corrupción en el seno del Poder Judicial y Ministerio Público sino que también albergue el tema de la familia, toda vez que es allí donde nace el delincuente.
Precisamente los estudios hechos por la policía revelan que todos estos hampones provinieron de familias disfuncionales, donde los valores fueron reemplazados por la violencia y los malos ejemplos.
Para el doctor Jhon Gamarra, director del Departamento de Sistemas Locales y Defensoriales del Ministerio de la Mujer, no es fácil intervenir dentro del seno de la familia ya que es un ámbito privado. Además porque intervenir dentro de una familia no es solo atender a los chicos-quienes son los potencialmente afectados-es también ver por los demás integrantes (papá, mamá, tíos, etc.).
Gamarra más bien propone intervenir más desde el punto de vista educativo – laboral, haciendo que los chicos participen los sábados y domingos en actividades productivas.
El representante de la UNODC para el Perú y Ecuador, Flavio Mirella, también coincide con Gamarra en el tema educativo – laboral. “Aquí es donde debemos crear mecanismos que permitan a los jóvenes a aprender un oficio para que puedan tener un empleo. Y no solo para aquellos que aún no han delinquido sino también para los que ya fueron sentenciados y están internados en alguno de los centros juveniles de diagnóstico y rehabilitación”, dice Mirella.
Actualmente la demanda de servicios de reinserción social en medio cerrado es superior a la oferta. Solo existe ocho centros juveniles de los 29 distritos judiciales y para adolescentes mujeres en medio cerrado solo hay uno. (CJ. Santa Margarita).
Si bien es necesario construir más centros de rehabilitación, la solución al problema de la delincuencia juvenil no pasa por este lado.
Según el psicólogo Federico Tong, está demostrado que aumentando las acciones punitivas contra el menor no se logra extinguir la mala conducta sino que se la refuerza. “La pérdida de libertad del joven debe ser el último recurso”, sostiene.
Por eso, dice, se debe trabajar dentro de su comunidad para así crear las condiciones que le permitan ser hombres de bien.
Cabe señalar que según el estudio de la UNODC sobre la delincuencia juvenil en el país, el robo y el hurto agravado constituyen las faltas al tipo penal que más incurren los menores de edad.
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