La exigencia de la sociedad moderna de hacer que las personas se vean hermosas ha llevado a los hombres- y en menor escala a las mujeres- a sufrir de un trastorno marcado por la obsesión en la alimentación y el ejercicio físico.
Rodrigo elige un nombre ficticio para dar su testimonio. Aunque sus razones para justificar su adicción al musculo son muy reales. “Hacer ejercicios es sano, solo busco tener un cuerpo fuerte. No veo que eso tengo algo de malo, aunque a veces haga hasta seis horas de pesas y maquinas”, refiere.
Rodrigo trabaja a tres cuadras de un gimnasio, lo que le permite aprovechar sus horas de comida y la cercanía para hacer más y más ejercicios.
Además del esfuerzo físico, Rodrigo de 28 años es informático de profesión, vigila con lupa su dieta a base de proteínas, suplementos y complementos alimenticios. Reconoce que a veces abandona responsabilidades para satisfacer su obsesión por las pesas.
Todavía no ve en peligro su trabajo, pero si su círculo social. Admite que ha dejado de ver a sus amistades, que discute con la familia porque le cuestionan su abuso al gimnasio y que muchas veces se enoja cuando su aparato favorito (prensa de piernas) está en reparación.
En el Perú al igual que Rodrigo muchos hombres, y cada vez más mujeres, no solo acuden al gimnasio en procura de salud sino básicamente para tener un hermoso y envidiable cuerpo.
Muchas de estas personas lo que no saben o no quieren admitir es que sufren de esa adicción a la actividad física conocida como vigorexia.
El culto al cuerpo que algunas personas procesan en las distintas sociedades occidentales, ha llevado que hasta un millón de personas (sobre todo hombres de entre 18 y 35 años de edad) sufran este trastorno.
El psiquiatra estadounidense Harrison G. Pope del Hospital de la Facultad de Medicina de Harvard, descubrió en 1993 esta enfermedad mientras investigaba el abuso de esteroides anabólicos en fisicoculturistas.
La vigorexia o dismorfia muscular se presenta en personas que realizan una o varias prácticas deportivas en forma continúa, cayendo en un fanatismo al punto que ponen a prueba su cuerpo y rendimiento constantemente, sin tener conciencia de sus efectos negativos.
Estudios realizados por el doctor Pope demuestran que nueve millones de hombres que acuden regularmente a un gimnasio, algo más del 10% podría ser vigoréxico.
También las mujeres
Si bien originalmente la vigorexia fue llamada anorexia masculina, hoy cada vez hay más mujeres que comienzan a padecer de este trastorno.
José Dávila, trainner de uno de los gimnasios más importantes de Lima, así lo confirma.
“En los seis años que tengo como trainner he visto crecer el número de mujeres adictas a los ejercicios físicos. A diferencia de sus pares los varones vigoréxicos que entrenan de corrido, ellas lo hacen tres veces al día en sesiones de hasta dos horas, y algunas inclusive complementan su rutina tomando sustancias que le ayudan a mejorar su rendimiento”, sostiene Dávila.
Precisamente las personas con un cuadro de vigorexia avanzada siguen una dieta desequilibrada compuesta solo de carne, huevos, y en donde las harinas y grasas están prohibidas por el miedo a engordar. Asimismo la ingesta de hormonas y sustancias anabolizantes que permitan aumentar rápidamente la masa muscular se han convertido en común entre estos individuos.
“El abuso de estas sustancias puede ocasionar graves problemas físicos como un mayor riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares y lesiones hepáticas que de no ser tratados oportunamente podrian ocasionar la muerte”, dice la nutricionista Eslovenia Ulloa del Sisol de Magdalena.
Cabe señalar que el consumo de estos anabolizantes también provoca disfunción eréctil y en el campo psicológico ansiedad y depresión.
Según José Dávila lo ideal en una persona es entrenar tres veces a la semana por un espacio de 45 minutos a una hora. Y en el caso de los deportistas hasta cuatro veces. “Más allá de eso es perjudicial a la salud puesto que el individuo se expone a sufrir de ligamentos, tendones, etc.”, refiere el trainner.
Las causas
Ricardo Núñez Patiño, psicólogo clínico del Hospital Sisol, sostiene que la vigorexia tanto en el caso de los varones como las mujeres no es otra cosa que una señal de que la persona tiene un problema de baja autoestima, de narcisismo, de falta de afecto materno y paterno, y de socialización que solo puede ser superado a través de terapias.
“Los vigoréxicos creen erróneamente que su físico es su mejor y única carta de presentación, y por eso no dejan de entrenar”, afirma.
Según Núñez Patiño cuando las actividades físicas se conviertan en un trastorno obsesivo compulsivo y alteran los aspectos laboral y personal del individuo, se debe solicitar ayuda profesional psicológica para modificar la conducta, y así recuperar la autoestima y superar el miedo al fracaso.
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