jueves, 6 de junio de 2013

“Gracias a la corrupción, los periodistas nunca nos vamos a quedar sin empleo”


El periodista y escritor Fernando Ampuero, nos cuenta acerca de su experiencia de cómo ejercer el oficio de informar y de su decisión que lo inclinó hacia las letras. Además recalca que el periodismo no debe defender ninguna bandera política.

-¿Cómo percibe la corrupción en nuestro país?
- Todo peruano sabe que es una epidemia que ataca a todo nivel. Este es un país dramático y cómico porque mucha gente vive de esto; de la ‘coima’. Esta es una palabra que viene de un poeta sevillano que vivió en Lima en el siglo XVI y que decía: “Poetas mil y ‘coimeros’…” Y más en nuestro país donde encuentras un corrupto bajo una piedra, así que como periodista nunca nos vamos a quedar en el desempleo. (Ríe)
-¿Cómo debería ejercerse el periodismo?
- Me interesa que sea independiente y verás, aquel que no defiende ninguna bandera política. Para eso hay columnas de opinión donde se defiende las ideas que nos dé la gana. Pero el periodismo objetivo tiene que ser independiente, verás y tratar de ser equilibrado y plural. Sobre todo, es un deber moral de funcionalidad social.
-¿Cree que se debe estudiar periodismo para ser periodista?
- Generalmente el periodismo es una profesión que uno la encuentra en el camino, aun así teniendo otra carrera y lo vemos en muchas partes. Ahí, por ejemplo,  tenemos a Raúl Vargas, Álvaro Rodrich que habiéndose formado en otras profesiones fueron ‘atrapados’ por este mundo. Y lo hacen bien, he trabajado con ellos y los respeto mucho.
-Después de tantos años, ¿cómo recuerda su relación con César Hildebrandt?
- Fue un compañero de trabajo; laboramos juntos en “Caretas”. Ahí le empecé a tomar cariño y mucho afecto por su singularidad y sencillez, pero no sabía que  detrás de eso había un ‘monstruo’ lleno de prejuicios y complejos. Es un tipo muy inteligente, pero con muy mala ‘leche’. Me odió cuando nos separamos y comenzamos a competir en la televisión. Por 15 años me estuvo insultando hasta que le contesté en un libro que escribí: “El enano”. Ese fue el ‘santo  remedio’.
-El periodista del momento parece ser Beto Ortiz, ¿concuerda con eso?
- Sí, está encabezando la lista de poder. Fuera de todas sus frivolidades, locuras y ‘escandaletes’, lo tienes ahí; entrevistando a economistas, políticos con una ‘muñeca’ tremenda. Beto Ortiz ha dejado de ser la ‘loca perdida’ de hace algunos años. Ahora es un hombre centrado, muy versado y culto, algo que es muy importante en esta profesión.
-¿Se puede vivir de la literatura?
- La verdad es difícil. Un caso excepcional es el de Sergio Bambarén, el autor de “El Delfín”. Es un best seller que ha vendido millones y sigue vendiendo. El trabajo alimentario, el del día a día es el periodismo, pero el que nos llena de felicidad y atiende a nuestra vocación es la literatura. Pero hacer algo que realmente te gusta y te paguen por ello te termina sorprendiendo. Lo que debemos buscar es algo que nos llene de satisfacción. 
-¿Cómo encuentra la inspiración para escribir?
- El proceso creativo es realmente un misterio. Ni yo lo llego a entender. Pero puedo encontrar algo curioso en una conversación, ver una persona haciendo algo desagradable, eso llega al subconsciente, me hace pensar, le doy vueltas a la idea y después que tengo los ingredientes, invento yo. Uno puede inspirarse de diferentes maneras: viendo una película, leyendo un libro o conversando.
-¿Cuándo es el mejor tiempo que encuentra para escribir?
- Cuando era más joven imaginaba que la bohemia y el romanticismo de la literatura estaban en tomarse unos tragos y escribir hasta las cuatro de la mañana. Sin embargo, descubrí que la mañana era preciosa para escribir. Levantarme a las seis de la mañana con las ideas despejadas así hayamos tenido una buena o mala noche, con o sin resaca, siempre me funciona.
-¿En qué momento supo que quería ser escritor?
- Yo era un lector voraz,  pero tenía terror de convertirme en una persona libresca. Entonces me iba a los bares, las fiestas  para tener algo que contar. La decisión la tomé entre los 16 y 17 años, cuando tuve que trabajar en un banco porque la economía familiar estaba quebrada. Me iba tan bien, pero eso no era lo que quería hacer. Dejé el banco, por lo que me criticaron en mi casa. Y es que cuando se es joven uno es loco e intrépido. (JP)

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