Como consecuencia
de las bajas temperaturas y las fuertes
lluvias que vienen asolando diferentes regiones del país, casi un millón de
peruanos se han visto afectados, sobre todo los más pobres.
Tolentino
y Carlos no se conocen, pero tienen algo en común. Ellos, al igual que miles de
peruanos, vienen sufriendo las inclemencias del tiempo. Mientras Tolentino
soporta desde fines de mayo un frio atroz (de -15 C en Lampa, Puno), que ha
matado a varios de sus animales por falta de alimento; Carlos no sabe cómo
pagar sus cuentas luego de perder la mitad de sus cosechas tras el desborde –
en abril último- del río Huallaga, en San Martín, como consecuencia de las
fuertes lluvias.
Ante
la amenaza que estas tragedias continúen, el seis de julio, el Gobierno declaró
el estado de emergencia en 15 departamentos del Perú, a través del cual busca
que las autoridades competentes ejecuten acciones inmediatas y necesarias para
reducir los estragos que el fenómeno de El Niño pueda ocasionar este año en el
país.
Para
muchos entendidos en la materia, como Abraham Levy, la reacción del Gobierno
llega tarde, porque desde fines del 2014 se sabía que El Niño de este año iba a
ser más intenso.
De
acuerdo con el Instituto Nacional de Defensa Civil (Indeci), hasta el 17 de
julio, 156.782 personas ya fueron afectadas por las heladas, mientras que por
las lluvias 467.628 personas. A estas cifras se suman 42 fallecidos.
Pobreza
Si
bien los fenómenos climatológicos afectan a todos, las cifras señalan que hay
un sector que más sufre, que son aquellos que viven en las zonas rurales, donde
el Estado está prácticamente ausente.
Vivir
en situación de pobreza en estas zonas eleva exponencialmente los riesgos que
generan las heladas, el friaje y las lluvias, más aún cuando se carece de los
servicios básicos (agua, luz y desagüe), no se cuenta con buenas vías, ni se
tiene acceso al sistema de salud.
El
centro poblado de Huacullo, en el distrito de Pomacocha, Abancay, por ejemplo,
según el Sistema de Información Geográfica del Instituto Nacional de
Estadística (INEI), no cuenta con electricidad, desagüe, ni agua. Tampoco con alguna
posta de salud, a pesar de estar a cinco horas de la capital distrital.
En
la misma situación se encuentra el poblado de Ingenio, en el distrito de
Sorochuco, Cajamarca.
Sin
una alimentación adecuada y sin acceso oportuno a servicios de salud, las
personas son más vulnerables a las infecciones respiratorias agudas (IRAS), principal
causa de muerte en niños en el país.
Hasta
la 27 semana epidemiológica, en el Perú ya habían muerto 129 niños a causa de
la neumonía.
Los
niños no solo ven mermados su salud, también su educación. Por las fuertes
lluvias y heladas, miles dejan de estudiar porque les es imposible ir a la
escuela, no solo porque estas quedaron afectadas, sino porque los caminos de
herraduras fueron destruidos.
Las
bajas temperaturas y las fuertes lluvias también afectan los cultivos y el
ganado, que representan el sustento de muchas familias. Hasta el 17 de julio,
según el Indeci, 20.812 hectáreas ya habían sido afectadas, al igual que
669.416 animales.
¿Qué se viene?
El
principal temor de las autoridades respecto al fenómeno de El Niño es que esta
se prolongue hasta diciembre, porque provocaría una mayor intensidad de lluvias
en la sierra y selva del país, que afectaría no solo a esas regiones, sino
también a la costa.
Hace
algunas semanas, el Instituto Geológico, Minero y Metalúrgico (Ingemmet) reveló
que en Lima existen 86 puntos vulnerables a los efectos de El Niño, de los
cuales el 83% de esos puntos se concentra en 6 distritos periféricos: Chosica,
Carabayllo, San Juan de Lurigancho, Villa María del Triunfo, Pachacamac y
Comas.
Todos
estos distritos, al igual que el resto de Lima, no están estructuralmente
preparadas para la alta precipitación, por lo que de producirse fuertes lluvias
grandes pérdidas económicas como humanas acontecerían.
El
Niño no es un fenómeno nuevo, que llegó a nuestras costas de manera inesperada.
La historia de desastres naturales ocurridas en el Perú desde hace 100 años
señala que esta se produce cada 5 o 6 años cuando es moderada, y de 10 a 12
años cuando es extrema.
Por
eso, como dice el antropólogo José Matos Mar, llama la atención que las
autoridades reaccionen tarde, cuando muchas veces las medidas son inoportunas e
inútiles, pues se ejecutan cuando la emergencia ya es inevitable o ha pasado.
¿Qué
nos queda hacer para que más peruanos no sean afectados? Según la ingeniera
Grinia Ávalos Roldán, directora de Climatología del Servicio Nacional de
Meteorología e Hidrología (Senamhi), limpieza y mantenimiento del cauce de los
ríos donde El Niño ha afectado siempre, y estar informados de los comunicados
del ENFEN (Estudio Nacional del Fenómeno de El Niño) y de los avisos del
Senamhi ante eventos extremos. (Redacción)
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