A pesar de no existir políticas públicas que los ayuden, muchos padres
adolescentes salen adelante para sostener a sus hijos.
José Martínez, de 19 años, tiene que trabajar hasta 12 horas
para mantener a Thiago (de 3 años). A pesar de su poco tiempo, José siempre se las ingenia para jugar con
su hijo.
“Desde que la mamá de mi nene se fue hace un año, yo no
paro de trabajar porque no quiero que nada le falte”, cuenta con orgullo este
padre adolescente mientras toma el desayuno que su abuela, María, le ha
preparado.
José vive en Ventanilla, Callao, y de lunes a sábado debe
levantarse muy temprano para ir a trabajar en una fábrica de tejidos, a una
hora de su casa si no hay mucho tránsito. “La paga no es buena, por eso me veo
forzado a hacer horas extras”, narra José.
Hasta antes que naciera Thiago, José estudiaba y jugaba
como muchos jóvenes de su edad. Sin embargo, todo ello cambio cuando se
convirtió en padre a los 16 años.
Bien o mal, desde hace un año, José goza de un empleo,
que cuando era menor de edad le fue esquivo por no contar con un permiso de sus
padres, por ser huérfano.
Una historia parecida lo vivió Faustino Quispe, de 21 años,
quien por falta de empleo fijo tuvo que irse a vivir a un asentamiento humano
junto a su pareja, Carmen, y su menor hija.
Faustino al igual que José fue padre a los 16 años, y a pesar
de no contar con un empleo nunca se desentendió de su responsabilidad.
Gracias a un primo que le prestó dinero comenzó vendiendo
emoliente en La Victoria, cerca del colegio Labarthe. Hoy, Faustino tiene una
juguería en un mercado de Villa Salvador.
“No da para mucho, pero por lo menos alcanza para la
comida y las medicinas que mi hija precisa cuando se enferma”, cuenta Faustino
mientras atiende a algunos de sus clientes.
Padres invisibles
La última Encuesta Demográfica y de Salud Familiar
(Endes) publicada en mayo pasado, como las anteriores realizadas por el
Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), no dice nada sobre los
padres adolescentes, debido, según dicha institución, porque ningún organismo
del Estado lo ha requerido.
Para la doctora Edith Soto, fiscal de familia de José
Crespo y Castillo, Huánuco, enfocarse solo en la problemática de las mujeres
adolescentes olvidándose de los adolescentes es como decirles a los chicos: ¡embaracen
y luego desentiéndanse!
Según la letrada, si queremos que los adolescentes [menores de edad] asuman sus responsabilidades
debemos darles facilidades, y para ello hay que modificar el artículo 46 del
Código Civil para permitirles trabajar con solo acreditar que ya son padres.
Actualmente la norma solo permite a un joven mayor de 16
años y menor de 18 trabajar si es que cuenta con el permiso de sus padres o
tutores, o demuestre haberse casado o poseer un título oficial. Y en los mayores
de 14 años solo reconocer a su hijo, demandar y ser parte en los procesos de
tenencia y alimentos a favor de su hijo, y demandar y ser parte en los procesos
de filiación extramatrimonial de su hijo.
Sobre esta problemática, Manuel Vargas, de la ONG
Asociación Taller de los Niños, sostiene que no ver quiénes son los padres
adolescentes impide diseñar políticas públicas para ellos. “Estos jóvenes
tienen necesidades diferentes a las de las madres, perfiles diferentes, y por
eso requieren otro tipo de atención”, dice.
En esa línea, la directora de Niños, Niñas y Adolescentes
del Ministerio de la Mujer y Poblaciones Vulnerables, María del Carmen
Santiago, refiere que es importante visibilizar a los jóvenes, ya que en el
embarazo adolescente, como problemática que afecta a niños, subyacen problemas
propios de los adolescentes, como la carencia de cuidados paternales, de
orientación y de la atención de la salud integral de ese niño, que empieza en
la infancia y continua en su juventud. Además del tema de manejo de las
emociones, de los conflictos y el conocimiento de las etapas propias de su
desarrollo.
Para Santiago es fundamental trabajar en prevención de
estos embarazos y también en orientación. Por ello, afirma, las escuelas de
padres del Ministerio de Educación deben fortalecerse como se viene haciendo
con los Centros de Emergencia Mujer, a donde en teoría los papás deberían
asistir, no solo para prevenir embarazos no deseados, sino también para que
sepan sus deberes y derechos con sus hijos.
Mientras los padres adolescentes continúen siendo
marginados de las políticas públicas, ejemplos, como los de José y Faustino
serán muy pocos. Por tanto, continuarán persistiendo padres adolescentes
irresponsables y por ende madres solteras, que tendrán que hacer no solo de
mamá, sino también de papá. (Redacción)
DURA REALIDAD
Según el último resultado de la Endes, en Lima una de
cada diez mujeres de entre 15 y 19 años está embarazada o ya lo ha estado. Una
cifra que supera al porcentaje del 2012, que situaba estos casos en un 7,7%.
En el país, Loreto continúa siendo el departamento con
mayores índices de maternidad adolescente, con 30,4%. Le sigue Amazonas, con
28,1%; Madre de Dios, con 24,4%; San Martín, con 24,1% y Tumbes, con 21,4%.
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