Escribe: Carmen Heck Franco (*)
Somos un país privilegiado por la pesquería más
productiva del mundo. La base de esta riqueza es un pez pequeño pero muy
valioso, la anchoveta. Este pequeño transforma la altísima productividad
primaria de nuestro ecosistema marino en proteínas y aceites que tienen un rol
central en nuestra alimentación y la de los cientos de peces de nuestra
diversidad marina; convirtiéndolo en pieza clave de la seguridad alimentaria y
el desarrollo gastronómico nacional.
La anchoveta se encuentra amenazada por el actual
evento El Niño. Aunque aún se discute si la magnitud del evento será fuerte o
extraordinaria, las pesquerías se encuentran ya en situación vulnerable bajo
las actuales condiciones oceanográficas. Hoy debemos tomar medidas precautorias
que permitan la rápida recuperación de la anchoveta después de El Niño y
protejan el hábitat y los stocks de otras especies de las que dependen la
pesquería artesanal, la gastronomía y la industria turística.
Se sabe que con el calentamiento del agua la anchoveta
se refugia en zonas de poca profundidad pegadas a la orilla, donde es más
vulnerable y donde usualmente se da el desove y se encuentra una alta
proporción de juveniles (peces que no han llegado a edad reproductiva). Por
ello es necesario mantener una protección estricta de las 5 millas marinas
reservadas para la pesca artesanal.
Por lo dicho, la decisión de abrir la segunda
temporada de pesca y el cálculo de la cuota global debe supeditarse a los
resultados del crucero del Imarpey al punto de referencia biológico de dejar en
el mar un mínimo de 5 millones de toneladas de stock desovante.
La
escasez de anchoveta puede generar, como en el pasado, la tentación de permitir
la pesca de otras especies para la elaboración de harina y aceite de pescado.
Sería un absurdo hacer alimento para animales con peces que generan más valor
cómo pescados de mesa. Además la flota anchovetera es por mucho la más grande
del país y sus volúmenes de extracción
son un riesgo a la sostenibilidad de cualquier otra especie, recordemos lo que
pasó con la sardina después del 98.
En tiempos de riesgo como este que debemos ser
especialmente precavidos y no relajar las reglas pensando solo en el corto
plazo, no debemos repetir los errores del pasado.
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(*) Directora de la ONG Oceana.
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