jueves, 19 de mayo de 2011

Las pesadillas en los niños

Muchos padres sin saberlo amenazan a sus hijos que no quieren dormir diciéndoles “los vamos a llevar con el lobo”. Esas palabras generan en ellos pesadillas que no son más que el resultado de sentimientos de inseguridad, ansiedades, miedos o preocupaciones


Nuestra mente no para aunque estemos durmiendo. Durante el sueño, continuamos organizando informaciones, asimilando imágenes, recuerdos y pensamientos, en nuestra memoria. En el sueño no hay límites de conciencia. Sin embargo a veces este se ve perturbado.

En el caso de los niños esos problemas pueden estar relacionados, en su mayoría, con los hábitos irregulares de dormir o con la ansiedad de irse a la cama y quedarse dormidos. En su primera etapa de desarrollo infantil, la hora de acostarse representa la hora de la separación. Y es cuando aparecen los problemas durante el sueño infantil.

Los malos sueños infantiles habitualmente no son un desorden importante, pero si son recurrentes ya que pueden alterar el descanso nocturno de los padres, y requerir una consulta psicológica por el impacto que pueden tener en el niño, desde miedo a dormirse o a la noche, hasta irritabilidad, fatiga diurna o ansiedad.

“Caídas al vacío, persecuciones, ataques, pérdidas de seres queridos, criaturas monstruosas, amenazas de todo tipo, animales gigantescos, demonios... Son algunos de los temas de los sueños aterradores y perturbadores a los que son especialmente proclives los niños”, explica la psicóloga clínica Marichu Hidalgo.

Para el psicólogo José Luis García Castro, las pesadillas pueden ser aterradoras para el niño como también para los padres y son resultados de sentimientos de inseguridad, ansiedades, miedos o preocupaciones.

Entre los factores que contribuyen a los sueños infantiles aterradores figuran- según García Castro- las amenazas de los padres del estilo “te llevo con la bruja” o “el lobo”, las cuales hacen que el niño se acueste pensando en esas figuras y lo refleje en sus sueños.

Los gritos infantiles en medio de la noche no solo sacan de su cama y de su merecido descanso a “mamá”, quien acude presurosa a calmar a su niño y explicarle que todo ha sido una pesadilla. Una pesadilla más. Con toda probabilidad los gritos infantiles acabarán despertando a toda la familia que convive bajo el mismo techo.

De acuerdo con Hidalgo, “los pequeños son especialmente propensos a experimentar sueños muy vividos, de contenido desagradable y terrorífico, que les provocan miedo y ansiedad. Todo ello con el añadido de que suelen recordar sus sueños aterradores, pueden relatarlos como si los hubieran vivido y en algunos casos incluso creen que lo que han soñado es un hecho real”.

De acuerdo a este estudio de la psicología infantil las pesadillas “aparecen con más frecuencia en niños de edades comprendidas entre los 3 y 5 años, y se calcula que las sufren entre el 10 y 50 por ciento de los pequeños”.

Los desencadenantes del sobresalto

Los programas de televisión y las lecturas o cuentos de contenido violento, sobre todo antes de ir a la cama, así como las situaciones estresantes vividas a lo largo del día, también favorecen la aparición de pesadillas, según las investigaciones de este experto en psicopedagogía.

“Aunque el niño puede no ser capaz de indicar exactamente qué le está afectando, siempre existen algunas claves a partir de su comportamiento. Cualquiera que sea la causa, los niños inseguros, preocupados o con ansiedad tienen más probabilidades de tener pesadillas” refiere García Castro.

“Las pesadillas son una de las sensaciones más intensas y angustiosas del ser humano. Su origen se desconoce, aunque se sabe que el estrés, la introspección y algunas medicaciones, así como las relaciones insatisfactorias, las frustraciones sexuales, y el abuso del alcohol y las drogas pueden favorecer su aparición”, explica Marichu Hidalgo.

“Distintas teorías indican que soñamos para reparar nuestra mente, para archivar las experiencias e ideas del día, para expresar nuestros deseos frustrados, como una válvula de seguridad, o para olvidar lo que puede abrumarnos o es superfluo”, señala la psicóloga.

La experta explica que “los primeros malos sueños del ser humano, aunque no se consideran pesadillas, son los denominados ‘terrores nocturnos’, que se caracterizan por una gran agitación, gritos, sudores, movimientos corporales y a veces sonambulismo, y suelen producirse en la primera mitad de la noche, de una a tres horas después de que se ha acostado al niño”.

Añade que “a diferencia de los ‘terrores nocturnos’, las pesadillas infantiles, aparecen casi siempre al final de la noche, apenas producen manifestaciones físicas y el niño que las padece puede recordar su mal sueño al día siguiente, reconoce y busca a sus padres para que lo consuelen y teme dormirse para no repetir la experiencia”.

“La mayoría de las pesadillas que padecen los niños de entre 7 y 15 años las causan las agresiones del entorno familiar, escolar o social y el agresor más frecuente que aparece en ellas toma forma de monstruos, soldados, terroristas o animales”, explica.

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