Hace algunos días, Antauro Humala declaró frente a la Sala Penal Permanente de la Corte Suprema que lo procesa por los hechos delictuosos del “Andahuaylazo”, que su hermano Ollanta no tuvo “arte ni parte” en la acción armada que él protagonizó en enero del 2005.
Ante los jueces, el menor de los Humala dijo que solo él dirigió y preparó la toma de la Comisaría de Andahuaylas. Sin embargo, las afirmaciones de Antauro son difíciles de creer cuando a pocas horas de la asonada, su hermano Ollanta desde Seul dijo a través de Radio Programas que “Nadie debe obediencia a un gobierno usurpador, ni a quienes asumen funciones públicas en violación de la Constitución y las leyes. La población civil tiene el derecho de insurgencia en defensa del orden constitucional. Son nulos los actos de quienes usurpan funciones públicas”.
Si bien años más tarde un juez no encontró elementos necesarios para acusar a Ollanta Humala de ser el autor intelectual del “Andahuaylazo”, muchos peruanos aún tienen sus dudas sobre la no participación del hoy candidato de Gana Perú en dicha asonada.
A pocos días de celebrase la segunda vuelta electoral entre Keiko Fujimori y el comandante Ollanta Humala, es bueno recordar los acontecimientos que se suscitaron la madrugada del 1 de enero del 2005 en la Comisaría de Andahuaylas y cuyas consecuencias dejaron cuatro policías muertos.
Según el blog del Coronel PNP (r), Benedicto Jiménez, pocos saben que durante el tiempo que duró el asalto y la toma de la Comisaría de Andahuaylas, un policía permaneció más de dos días y medio escondido en el umbral del techo de la misma sin agua ni comida.
Asimismo que los policías secuestrados permanecieron todo el día y la noche maniatados y colocados en espacios reducidos. “Durante las noches eran trasladados a un depósito de muebles viejos en donde dormían, o bien parados o en el suelo, encima de improvisados colchones o sucios cartones”.
El asalto y la toma de la Comisaría de Andahuaylas, coincidieron con la celebración de una fiesta costumbrista religioso-patronal que todos los años se lleva a cabo en dicha ciudad. En la Plaza de Armas de dicha localidad había un aproximado de dos mil pobladores, al momento de la asonada.
La fiesta empezó a la una de la tarde del 31 de diciembre del 2004 y en el momento que los etnocaceristas, liderado por el mayor en retiro del Ejército Peruano, Antauro Humala, tomaban por asalto la comisaría, ubicada a escasas cinco cuadras de la Plaza de Armas, eran como las tres y media de la madrugada del primero de enero de 2005.
El ruido infernal que desata la quema de los castillos, los gritos de las personas que acompañaban la procesión, repartiéndose el famoso aguardiente de caña mezclado con jugo de naranja o té que les permitía menguar el frío helado de las madrugadas de dicha provincia, no permitió que la gente oyera el ruido de las armas que utilizaron los etnocaceristas para reducir a los once policías que en esos momentos se encontraban en el interior de la comisaría.
Nadie esperaba que esa noche de año nuevo, el nombre de este pueblo, uno de los más pobres del país y abandonado a su suerte, se iba a colocar en primera plana de las noticias a nivel mundial.
Cuando los medios de prensa empezaron a difundir la noticia, el país entero seguía el acontecimiento propiciado por un grupo que se hacían conocer como “etnocaceristas” que pensaba desatar una revolución en cadena.
También, pocos podían presagiar que dicho grupo que eran vistos por el pueblo de Andahuaylas, vendiendo el quincenario “Ollanta”, gritando y difundiendo sus lemas y arengas a través de un parlante portátil, que eran parte del folclore, de la noche a la mañana iban a tomar las armas y empezar una rebelión contra el gobierno del presidente Toledo.
El Coronel Benedicto Jiménez cuenta en su blog que tres policías que fueron capturados por las inmediaciones de la comisaría fueron obligados en medio de la calle a echarse en el piso mojado por las lluvias y luego colocados alrededor de unas cajas de cerveza y de un letrero de cartón que decía: “los tombos están borrachos”.
“Una vez terminado el show con las cajas de cerveza, los rehenes fueron conducidos al interior de la comisaría a empujones, con golpes y patadas”.
Los muertos
Al día siguiente de la toma de la Comisaría de Andahuaylas empiezan a llegar de Lima y Huancayo, personal de fuerzas especiales.
Apenas rayó el alba, a las cinco de la madrugada, en la iglesia ubicada al costado de la Plaza de Armas, el capitán Cahuana pasaba revista a su patrulla conformada por 12 efectivos (2 de Edex, 2 del Suat y 8 del Escuadrón Verde).
La misión del oficial era impedir que los ciudadanos civiles ingresen al punto de conflicto, para lo cual se iban a desplazar hacia la parte de las faldas del cerro Huayhuaca donde se encuentra el puente Colonial Anccoyllo que está sobre el río Chumbao.
Mientras se desplazaban en dos columnas de 14 efectivos, los policías al mando del capitán Cahuana fueron emboscados por los etnocaceristas. Producto del alevoso ataque murieron cuatro efectivos (Chávez, Cerrón, Rivera y Cahuana).
Sobre estos luctuosos sucesos, el coronel Jiménez cuenta en su blog llamado “El Pacificador 2011” que una vez que los etnocaceristas que habían tomado la comisaría se enteraron que cuatro policías habían sido asesinados dieron vivas e inclusive Antauro dijo que así iban a morir todos los perros sirvientes del gobierno.
La captura
Antauro Humala conocedor que no tenía ninguna opción para salir airoso de su asonada, acepta negociar para rendirse bajo la condición de que se respete la integridad física, con un veedor, delante del pueblo de Andahuaylas y la prensa.
La noche del 3 de enero, Antauro Humala acepta negociar con una comisión en el Concejo Municipal, integrada por el Director General de la PNP, Félix Murazzo, un representante de la Defensoría del Pueblo, de la Fiscalía y de la Iglesia.
La negociación duró hasta las diez y media de la noche, pero se rompe el diálogo y Antauro Humala es tomado preso.
Al día siguiente una vez que los etnocaceristas toman conocimiento que Antauro ha sido capturado, deciden al medio día entregar sus armas en la Plaza Mayor de la ciudad.
Todo había terminado. Cuatro días después de la toma de la Comisaría de Andahuaylas el saldo de la asonada arrojó cinco muertos, cuatro policías y un etnocacerista. Asimismo 17 heridos.
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