jueves, 17 de mayo de 2012

Carlos Fuentes, con su muerte se apagó la voz crítica de México



En México todos despiden a su Nobel que no fue. Al escritor y diplomático Carlos Fuentes, voz de la conciencia de todo un país, quien falleció el último martes en un hospital de la ciudad de México a los 83 años.

Con él muere un referente de la literatura en español y un símbolo del México contemporáneo, 50 años después de la publicación de dos de sus obras más celebradas: Aura y La Muerte de Artemio Cruz.
“Lamento profundamente el fallecimiento de nuestro querido y admirado Carlos Fuentes, escritor y mexicano universal”, escribió el presidente de México, Felipe Calderón, en su cuenta de Twitter.
Fue en esta red social donde primero resonó su muerte, ironía para un escritor que, según bromeaba, se había quedado anclado en el fax.
Activo hasta el final
Fuentes se mantenía en activo a pesar de su avanzada edad, trabajando en su último libro, un relato de sus memorias de juventud que tenía pendiente desde hace años.
Y recibiendo a sus invitados en su hogar de San Jeronimo Lidice, en Ciudad de México, donde residía con su esposa, la periodista Silvia Lemus.
Por allí habían pasado amigos como el escritor colombiano Gabriel García Márquez o el mexicano Carlos Monsiváis, fallecido en 2010.
En el salón de esta casa de piedra típicamente mexicana, entre las estanterías de madera llenas de libros, se sentó hace unos meses con la cadena BBC Mundo para hablar sobre México, los candidatos a la presidencia o la legalización de las drogas, de la que era un convencido defensor.
En las estanterías, fotos del escritor con el Rey de España, François Miterrand y sus dos hijos Carlos y Natasha, fallecidos en 1999 y 2005 respectivamente.
Fuentes fue padre además de otra hija, Cecilia, fruto de su primer matrimonio, con la actriz Rita Macedo.
Escritor y político
Fuentes nació en Panamá, de padres mexicanos, el 11 de noviembre de 1928. Llegó a México a los 16 años, después de vivir en varias ciudades de América, donde su padre trabajó como diplomático, una actividad que él retomaría años después convirtiéndose en embajador de México en Francia en 1975.
Allí ejerció como activista de izquierda, una condición que le acompañó hasta los últimos días de su vida. Tanto, que a veces costaba separar al Fuentes político del escritor.
En 1962 publicó dos de sus obras cumbres, “Aura” y “La muerte de Artemio Cruz”, que le dieron fama internacional y le ubicaron como uno de los grandes iconos de la literatura latinoamericana, de la mano de Gabriel García Márquez y otros miembros del llamado Boom.
“Aura” fue la novela que le valió en 1987 el premio español de literatura Cervantes, uno de los mayores reconocimientos de la lengua española en el mundo.
En 1994 recibió el Premio Príncipe de Asturias de las letras y siete años después se convirtió en miembro honorario de la Academia Mexicana de la Lengua.
Recientemente, el presidente de México lo había presentado como el futuro premio Nobel de Literatura, un reconocimiento para el que había sido eterno candidato.
Pero era una distinción que no le quitaba el sueño, según decía: “El Nobel no lo tuvo Kafka ¿Por qué lo iba a tener yo?”.
Sus últimos años
Recientemente, Fuentes había convertido en uno de los mayores críticos de la situación política y social de México, en especial de la estrategia del gobierno contra el crimen organizado.
Formaba parte de la Comisión Global sobre Política de Drogas, un grupo formado por varios ex presidentes, destacados líderes internacionales, intelectuales y empresarios, que abogaba por la regularización de las drogas frente al actual modelo de combate.
También era uno de los principales detractores del Partido Revolucionario Institucional y su candidato a las elecciones presidenciales del próximo 1 de julio, favorito en las encuestas.
Enrique Peña Nieto convirtió involuntariamente a Fuentes en protagonista de la campaña electoral cuando dijo durante la última Feria del Libro de Guadalajara que “La silla del Águila”, una de las obras más aplaudidas de Fuentes, había sido escrita por el también mexicano Enrique Krauze.
“Este señor tiene derecho a no leerme”, dijo en referencia al candidato del PRI. “Lo que no tiene derecho es a ser presidente de México a partir de la ignorancia, eso es lo grave”, añadió entonces.
Fuentes tampoco aprobaba al resto de candidatos, a quienes no consideraba que estuvieran a la altura de los retos que enfrenta el país.
“Los partidos tradicionales no tienen soluciones, no tienen propuestas que convenzan a la gente”, aseguró Fuentes. “Los problemas son muy grandes, la política es muy pequeña”.
Hablaba poco en público, guardado siempre por el celo de su esposa Silvia, pero cuando lo hacía, todos escuchaban.
Tras la muerte de Octavio Paz en 1998, no había nadie que cuestionara su autoridad en la literatura mexicana. Para el resto del mundo él se convirtió en “el escritor mexicano”.
Sin Carlos Fuentes, México se queda ahora sin herederos naturales para el gran premio de Literatura, el Nobel. Y, sobre todo, sin la última gran voz crítica del país.

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