Alberto Fujimori a través de sus hijos acaba de solicitar al presidente Humala el indulto humanitario por razones de salud. Sin embargo, al igual que el exmandatario, solo en el Penal de Lurigancho hay 457 internos -muchos de ellos con delitos menores- con enfermedades terminales.
El último 10 de octubre los hijos del expresidente Alberto Fujimori presentaron formalmente ante el gobierno un pedido de indulto humanitario, argumentando que su padre padece un cáncer bucal.
Ese día la hija mayor del exmandatario, Keiko Fujimori, dijo que confiaba que en tres o cuatro meses el presidente Humala pudiera resolver el tema de su padre con criterio humano.
Si bien los hijos y simpatizantes del exmandatario tienen todo el derecho de considerar que la carcelería que está sufriendo Alberto Fujimori viene empeorando su salud, habría también que pensar que en el país existen miles de presos con enfermedades terminales– y muchos de ellos con delitos menores- que muy bien podrían merecer el indulto humanitario.
Lamentablemente acceder a esta gracia presidencial no es fácil. En primer lugar, se necesita contar con una serie de requisitos médicos que den cuenta de la gravedad o no de la enfermedad. No todos los familiares de los presos tienen los recursos para costear toda esta decena de expedientes. Y, segundo, tener “amigos” dentro de la Comisión de Gracias Presidenciales para aspirar al indulto. Si por cosas del destino no cumples con uno de estos requisitos las posibilidades de alcanzar tu libertad a través de esta gracia presidencial se reducen casi a cero y si lo logras muchas veces llega cuando ya es demasiado tarde.
Precisamente esto fue lo que le pasó a José Canta Chiroque - un interno con una enfermedad terminal - cuya resolución de indulto fue publicada el día en que murió de tuberculosis.
Al igual que Canta, en el Penal de San Pedro, ex Lurigancho, -uno de los más hacinados del país-, existen 457 internos con enfermedades terminales, de los cuales 172 tienen VIH y 280 TBC. Los cinco restantes padecen diversos tipos de cáncer.
De enero a setiembre de este año, según el director de este penal, coronel Tomás Garay, han fallecido siete internos con VIH, dos con TBC y dos con cáncer.
Garay también nos habla de los enfermos mentales que purgan condena en Lurigancho. “Hay 37 loquitos en apenas dos ambientes que es nuestra “clínica psiquiátrica” y que está funcionando desde hace más de un mes y medio sin siquiatras porque han renunciado”, dice.
Pocos saben que los afectados por trastornos mentales crónicos también son candidatos para solicitar un indulto.
Actualmente el Penal de Lurigancho tiene una población de 8,200 presos, cuando su capacidad máxima es de 2,500.
Mensualmente este penal recibe cerca de 300 interno, siendo la mayoría de ellos jóvenes entre 18 y 24 años de edad.
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