Escribe: José
Tomás Luna (*)
Lo
ocurrido en París, Francia, es lamentable, indignante y preocupante. Lamentable
por la cantidad de muertos y heridos; indignante porque la reivindicación del
atentado que hace el Estado Islámico tiene sonoridades victoriosas que revelan
la psicología retorcida de los líderes de esta secta extremista. Preocupante,
porque si ocurre en París, mañana podría pasar en Madrid, en Nueva York, en
Berlín, en Buenos Aires…
El
atentado y sus 160 víctimas han generado toda una serie de reacciones
justificadísimas, aunque también ha dado motivo para que ciertos sectores de la
izquierda “radical”, “hipster”, haciendo gala de su histrionismo, asuman
arbitrariamente la bandera del estupor internacional y los conviertan,
banalizándolo, en condenas al extremismo y en acusaciones de barbarie, sin
importarle caer en el ridículo de la contradicción pública.
Este
tipo de izquierda es eficaz para cosechar en los campos de la indignación y la
rabia pública, y por eso no duda en ir contra el Estado Islámico y su propuesta
de gobierno basada en el terrorismo y la autocracia. Sin embargo, no es esa su
actitud frente a otros movimientos del mismo corte e impuestos en sus
respectivos países por los mismos medios: el socialismo iraní, el etnicismo
sirio, el otrora laborismo iraquí, la “resistencia” de Hamas, el “patriotismo
revolucionario” de Hezbollah, etc. Cuando se trata de sus socios, esta
izquierda de barbas, laptops y consignas retrocede y calla. Cuando se trata de
la posibilidad de asumir protagonismos en Europa, denuncia y sale a las calles.
Esa
es la situación de cierta izquierda en Europa. Por otro lado, en nuestras
latitudes, este carácter contradictorio se vuelve huachafo en la cabeza de
nuestros “liderazgos” rojos. Campañas, vigilias y demás en contra del
sufrimiento de las masas francesas, sirias, iraníes y demás. ¿Hacen lo mismo
nuestros autodenominados leninistas por las poblaciones locales muertas de
hambre y frío o por la sequía, a través de las redes sociales, del Facebook o
en las plazas que tanto idolatran?
Nunca
los vio, no los ve ni los verá por la sencilla razón de que es más fácil
comprar causas externas pues ellas representan mayores caudales de discurso y
demagogia. Los franceses y los pobres del mundo son también víctimas del
oportunismo confuso.
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(*) Comunicador.
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