jueves, 21 de julio de 2011

Diecinueve años del atentado de Tarata


Durante la década de los 80 y 90, las clases medias y pudientes de Lima creían que el fenómeno terrorista que por esos años asolaba el país solo amenazaba a las personas que vivían en el campo y a los distritos populares de la capital. Sin embargo, la noche del 16 de julio de 1992 esa idea cambio bruscamente.

Ese día en el distrito residencial de Miraflores, un contingente senderista al mando del “camarada Daniel” (identificado posteriormente por la Comisión de la Verdad como Carlos Mora La Madrid) hizo explotar 500 kilos de anfo con dinamita que se encontraba al interior de un auto que había sido dejado horas antes en medio de la calle Tarata con el fin de destruir la agencia del Banco de Crédito de la avenida Larco.

Por la presencia de edificios altos en ambos lado de la estrecha calle, la explosión tuvo un mayor efecto destructivo. En un segundo todo quedó en escombros, cubierto de un humo denso y una oscuridad absoluta que cedió solo cuando las lenguas de fuego brotaron de los incendios de los interiores de los departamentos.

El costo de la barbarie fue de 25 vidas perdidas, 155 heridos y millonarias pérdidas económicas superiores a los tres millones de dólares.

Antes del atentado de Tarata, entre enero y julio de 1992, Sendero Luminoso había hecho estallar 37 carros-bomba en Lima. Asimismo asesinado a varios dirigentes, entre las que destaca el atentado contra María Elena Moyano, a quien luego de dispararla procedieron a volar su cuerpo con carga de dinamita.

Por otro lado, el 5 de junio un coche bomba explotaba al lado de las instalaciones del canal de televisión de Frecuencia Latina. Este hecho marcó un nuevo hito dentro de la escalada de violencia interna que vivía el país, ya que era la primera vez que los terroristas de sendero atacaban abiertamente a un medio de comunicación.

Los protagonistas

De acuerdo con Rocío Andrade, hija del recordado alcalde de Miraflores, Alberto Andrade, ni bien su padre se enteró del atentado de Tarata, salió corriendo de su oficina con la seguridad atrás. “Fue uno de los primeros en llegar, incluso antes que los bomberos. Cuando mi papá dejó a los bomberos y serenos haciendo su trabajo, recogió a mi mamá y juntos recorrieron los hospitales a donde habían sido trasladados los heridos. Esa noche ellos no durmieron en casa”, recuerda.

Al día siguiente del atentado, el exalcalde lideró la reconstrucción de Miraflores. Dispuso que trabajadores y maquinaria de la municipalidad recogieran los escombros y limpiaran los departamentos. Además, condonó deudas por impuestos y arbitrios a los vecinos afectados.

Según el diario El Comercio, el periodista Gilberto Hume, quien trabajaba en ese momento para la cadena Univisión, se preparaba para un viaje en su oficina, ubicada a seis cuadras de Tarata. Fue el primer periodista en llegar al lugar con una cámara de video. Son suyas las terribles imágenes captadas minutos después del estallido en las que se ve a un hombre desesperado gritando: “¡Carlos! ¿Dónde está Carlos?”.

“Subí con mi cámara a uno de los edificios para captar imágenes de la tragedia. La luz de mi cámara sirvió para guiar a los bomberos en la oscuridad. Mi primera reacción fue ayudar”, cuenta.

Tras la barbarie senderista en Miraflores, el gobierno de ese entonces de Alberto Fujimori reaccionó con mayor firmeza y rapidez frente a lo que se consideró una señal de arrogancia y demostración de poder de la cúpula senderista en su empeño de destruir el Estado.

Una articulada labor de los grupos policiales de Inteligencia, al mando del general Ketín Vidal, logró en los pocos meses siguientes la captura de Abimael Guzmán y los principales miembros de su banda criminal, con lo que se propició la derrota militar y política de Sendero Luminoso, y luego del MRTA.

Sin embargo, los responsables del atentado en Tarata no fueron identificados inmediatamente, durante casi cuatro años la Dirección Nacional Contra el Terrorismo (DINCOTE) logró reunir información importante respecto a los posibles autores pero sin lograr la captura de ninguno de ellos.

El 28 de junio de 1996, la DINCOTE detuvo a Juanito Guillermo Orozco Barrientos, quien dio valiosa información sobre la ejecución del atentado en la calle Tarata y sobre otras acciones de responsabilidad del PCP-SL. En base a esto se logró identificar y detener posteriormente a la mayoría de las personas responsables del atentado.

La policía llegó a la conclusión de que el atentado de Tarata fue planificado y ejecutado por los destacamentos especiales 12, 15 y 18 de la dirección zonal centro de el PCP-SL.

En el proceso penal 11 personas fueron procesadas por el delito de terrorismo como autores del atentado.

Tras 19 años de aquel atentado no podemos olvidar las miles de víctimas que dejó el terrorismo, a lo largo y ancho del país, con el sacrificio de policías, militares, ronderos, campesinos e indígenas, que perdieron la vida en esta cruzada por la paz. Fue acertada la reacción de las autoridades para promover las deserciones de algunos cabecillas terroristas, a través de la ley de arrepentimiento, así como otras modificaciones a la legislación antiterrorista que permitieron grandes avances en la erradicación de ese flagelo.

Son lecciones que debemos tener presentes cuando hoy algunos grupúsculos terroristas, en el VRAE y centros urbanos de Ayacucho y Lima, pretenden resucitar las tesis senderistas, exigiendo absurdamente la amnistía para los subversivos que desangraron el país así como participar a través de grupos políticos en elecciones propias de una democracia que ellos trataron de destruir.

Reacciones:

1.- El exalcalde de Miraflores, Manuel Masías, dice que Tarata significa ahora paz y tranquilidad, por lo que no hay que olvidar que la pacificación costó vidas. “Hoy ni nunca podemos tolerar que el Estado se relaje. Tarata recuerda el sufrimiento del pueblo peruano”, refiere.

2.- Por su parte, el también burgomaestre de este distrito, Fernando Andrade, señala que si bien se capturaron años después a los responsables de ese atentado, todavía para los miraflorinos la herida no se ha cerrado. “No debemos permitir que el recuerdo de los que esa noche se fueron muera, ya que si ello sucede corremos el riesgo de que la insania terrorista vuelva nuevamente a nuestro país”, sostiene.


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