A pesar de tener todas las condiciones para tener una vida estable, Helena se dejó caer en un mar de deudas y problemas. Perdió la voluntad de vivir, no tenía objetivos en la vida y era una persona triste y angustiada. Después de llegar al Cenáculo, vio su vida completamente transformada.
La señora Helena Reis tenía un buen salario, mas su vida financiera estaba destruida porque tenía muchas deudas. “Llegué al punto de tener la luz de mi casa cortada. Sufría de migrañas y de un problema crónico en el hígado. También tenía vicios, fumaba desde los 12 años y bebía al punto de que me torné una alcohólica. No tenía placer de vivir”, confesó.
Al llegar al Cenáculo del Espíritu Santo su vida fue completamente transformada. La primera cosa a transformarse fue su interior. “Era una persona triste, angustiada, vacía y sin placer por la vida, lloraba día y noche. Pero, a partir del momento en que entré al Cenáculo, fui transformada y surgió el motivo para vivir. También fui curada y nunca más tuve ningún dolor grave”, sostuvo.
Después de mucha lucha y perseverancia, ella logró liberarse de los vicios. “Fumaba dos cajetillas por día, era difícil dejar este vicio, más nunca desistí, por el contrario, cada vez me sentía más fuerte. Comencé a realizar las cadenas de oración y fui totalmente liberada de los vicios”, afirmó.
Independencia financiera a través de la fe
Helena estaba en un buen trabajo, pero comenzó a pensar que también quería algo propio para ella, solo que no tenía visión, ni ninguna idea para tener algo suyo. “Estaba al frente de una lavandería, pero un día me indigné y me dije a mí misma que también era capaz de gestionar un negocio así.
Me acuerdo que llegó la Hoguera Santa de Israel e hice un propósito con Dios. Di todo aquello que tenía. El sacrificio dolió mucho y en el altar lloré porque dejé de dar a mi familia para dar a Dios. Esto fue en el mes de junio y luego en el mes de agosto abrí mi local de planchado. Primero, era un espacio pequeño, pero luego, comencé a tener clientes y el negocio fue creciendo cada vez más. Hasta entonces trabajábamos con una lavandería, mas después decidí que iríamos también a comprar las máquinas y hacer ahí todo, incluyendo los trabajos de costura. Entonces volví a participar de la siguiente Hoguera Santa, porque precisaba de un espacio mayor, pues el trabajo ya era mucho para un espacio tan pequeño. Como resultado hoy tengo un local mucho más grande, donde ofrecemos todo tipo de servicios, como planchado, teñido, lavado, tratamiento de ropa y costura. Todos los días tengo clientes nuevos y estoy llena de trabajo. ¡Cada sacrificio hecho en la Hoguera Santa de Israel vale la pena!”, concluyó.
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