El 2° Simposio del Espíritu Santo, realizado el pasado sábado 27, en el Cenáculo del Espíritu Santo, Sao Paulo, Brasil, tuvo el objetivo de hacer que las personas piensen. La iglesia ya estaba colmada cuando el obispo Edir Macedo entró para iniciar el evento, transmitido por videoconferencia para todo Brasil.
- ¿Cuál fue el primer paso para que el hombre llegara a la luna? – le preguntó a la platea.
Después de esperar algunas respuestas frustradas, respondió de una forma simple:
-Él tuvo que verla.
El obispo mencionó ese ejemplo para explicar algo más profundo que no solo implica la realización de los sueños, sino la visión y la certeza de alcanzar lo que se anhela.
- Antes de que usted realice un sueño, necesita verlo, necesita tener la visión de lo que quiere.
Es como está escrito:
“Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en aquellos días.” (Joel 2:28-29)
Pero, ¿cómo soñar y no dejar al sueño evaporarse? ¿Cómo ver y no permitir que la visión se apague como un espejismo?
- Sólo cuando recibimos el nuevo nacimiento, el Espíritu Santo, somos espíritu y dejamos de ser carne (aquellas personas que creen, pero aun no fueron sellados por Dios). Porque cuando Él vino, les dio derecho a todos para que profeticen y tuvieran visiones y sueños.
Pero no se trata de una profecía basada en una revelación profética carnal, sino fundamentada en la Palabra, que es anunciada proféticamente.
La imaginación y la fe
Es un hecho que pensar da más trabajo que solo ver. Cuando imaginamos, obligamos a nuestro cerebro a moverse. Distinto a cuando solo vemos una imagen porque mientras que en la imaginación necesitamos pensar y formar ideas, cuando vemos una imagen, en verdad ya estamos viendo una representación. Y, en este caso, ¿de qué vale pensar si la idea ya está planteada en la imagen?
No es difícil entender. El obispo dio un ejemplo práctico y fácil:
- Cuando el locutor habla, los oyentes escuchan e imaginan lo que él dice. Pero en la televisión, las personas están más atentas a las imágenes que a las palabras. Por eso, debemos oír la Palabra de Dios para que la fe esté latente y viva en nuestra mente.
Cuando Dios le dijo a Abraham que mirase hacia los cielos y contara las estrellas -ya que de esa forma sería su descendencia- mostró que es posible alcanzar la grandeza divina. Si miramos hacia el cielo, lo que nuestro campo de visión alcanza es ínfimo comparado a su totalidad, una totalidad aún desconocida por los científicos.
El sol es 109 veces mayor que la Tierra, pero la mayor estrella conocida, llamada VY Canis Majoris, es 1 billón de veces mayor que el sol.
Entonces, la fe nos obliga a pensar nuevamente: si Dios es el creador de esa excelencia estudiada aun hoy por los investigadores y es un enigma para la ciencia, ¿qué son nuestros problemas para Él? Casarse, conseguir un empleo, o incluso, la cura de una enfermedad es como polvo frente a Su soberanía. - La persona que nace del Espíritu Santo logra ver esa magnitud de Dios, porque tiene Su poder dentro sí”, afirmó.
Porque la persona que nace del Espíritu y es generada por Él, tienen la mente del Señor Jesús, Su conducta y Sus pensamientos. Y, más que eso: la posibilidad de cambiar su propia vida, influenciando a quien esté a su alrededor.
Y nada de eso es utopía. Es la capacidad divina para ver y realizar lo invisible.
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