Para nadie es un secreto que en las zonas rurales del país la educación que se imparte no es la mejor. No solo porque existen cursos que no van servir al alumno, sino porque muchos de ellos no expresan la realidad geografía del lugar donde se imparte.
Según el ingeniero Polan Lacki una educación con contenidos útiles y aplicables es el factor de mayor importancia y eficacia para mejorar la calidad de vida de los seres humanos. Para Lacki dicha calidad de vida depende fundamentalmente de su capacidad para producir, incorporar valor y comercializar cosechas, con una eficiencia tal, que les permita elevar sus ingresos para acceder a las satisfacciones que acompañan al desarrollo. “En tanto no se enseñe a los niños como mejorar la eficiencia de la agricultura, y con ello la alimentación, la salud y los ingresos de los habitantes del medio rural, de poco sirve enseñarles aquellos temas urbanos, abstractos y lejanos que les son intrascendentes”, dice.
Debido a su temprana incorporación a las actividades agrícolas del núcleo familiar, los estudiantes rurales cuentan con un tiempo limitado para frecuentar la escuela. Es necesario optimizar este tiempo, eliminando de las currículas algunos contenidos que son irrelevantes y descontextualizados de la realidad rural; reemplazándolos por otros que, al ser diseñados a partir de las necesidades propias de su mundo, tengan mayor utilidad y aplicabilidad en la solución de los problemas allí existentes. “Estas escuelas rurales no pueden seguir siéndolo apenas en el nombre. Ellas necesitan adquirir personalidad propia y ser rurales en los contenidos, en los métodos, en las actitudes, comportamientos y valores”, refiere el ingeniero.
La realidad de esta situación lleva a “agriculturalizar” y “ruralizar” los planes de estudios, incluyendo en ellos contenidos, teóricos y prácticos, sobre aspectos de producción agrícola, procesamiento, conservación y comercialización de productos agropecuarios, administración rural, desarrollo comunitario, organización de los agricultores y cooperativismo e higiene. Asimismo prevención de enfermedades y primeros auxilios, huertos familiares, alimentación y nutrición, educación familiar, etc.
Para Lacki, aunque los recursos sean aparentemente muy escasos, no se puede ignorar que la mayor riqueza educativa se encuentra en las propias escuelas básicas. Para él, la enseñanza de valores, actitudes y comportamientos necesarios para formar al nuevo ciudadano rural puede apoyarse sólidamente a través que lo que se denomina “curricula invisible” o “curricula oculto”. Su explicitación y planificación es una tarea que con pocos o ningún recurso externo, puede llevarse a la práctica. “En muchos casos es posible obtener valiosos resultados educativos aprovechando los ejemplos positivos existentes en el entorno de la escuela. Tales ejemplos permiten enseñar valores deseables, buenos hábitos y costumbres personales y familiares, actitudes de solidaridad, mejores prácticas productivas y comerciales; y a través de estas referencias, lograr cambios significativos en los educandos”, sostiene Lacki.
En los profesores está la clave
El mundo rural contemporáneo requiere que el agricultor sea independiente, deseoso de superarse, creativo, solidario y cooperador, eficiente en el uso de los recursos, cuidadoso del ambiente, consciente de los derechos y deberes propios y de terceros. También requiere líderes rurales, capaces de transformar su realidad productiva y comunitaria con calidad y eficiencia. Asimismo, se requiere formar nuevas habilidades motrices e intelectuales, con el fin de preparar mejor a los agricultores para la solución de sus problemas cotidianos. Para contribuir al logro de estos objetivos se tiene que crear una cultura y un ambiente escolar que permitan el aprendizaje y el “cultivo” de estas actitudes, valores y comportamientos en la vida cotidiana de la escuela. Es necesario que exista coherencia entre lo que se predica y lo que se practica en las actividades escolares. Afortunadamente muchas de estas innovaciones no requieren de decisiones gubernamentales de alto nivel; pues dependen de los valores, las actitudes y comportamientos de alumnos, profesores y directivos en la escuela.
Es evidente que la reforma educativa requiere de la actualización o recalificación de los profesores de dichas escuelas, para transformarlos en formadores de los futuros agentes de auto-desarrollo de las familias rurales. Para ello, dice el ingeniero Polan Lacki se requiere la concurrencia de los gobiernos en el financiamiento de este proceso de capacitación. También refiere que se necesita la participación de las facultades de agricultura, y de pedagogía y de los servicios de extensión rural, en el diseño de programas y materiales que se requerirán para la capacitación de los docentes in situ; porque esta capacitación deberá ser realizada en servicio, con el fin de reducir la necesidad de alejarnos de sus actividades. “Estas instituciones – gobiernos, universidades y servicios de extensión rural – podrían también colaborar en el desarrollo de textos sobre desarrollo agrícola y rural, en la capacitación de maestros y en brindarles informaciones sobre direcciones de email y de páginas web. A través de estas medidas, de fácil adopción, podrían disponer de material bibliográfico adecuado a sus necesidades y estudiar en sus propios municipios”, manifiesta el ingeniero Lacki.
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