jueves, 3 de noviembre de 2011

Ejemplo de lucha

A pesar de tener en su contra el clima y lo agreste de la zona, Ciro Castillo demostró de lo que está hecho un verdadero padre. A pesar de su edad y enfermedad, nunca dejó de buscar a su hijo. Luego de 202 días de iniciada su lucha, logró encontrar a su primogénito


En este país de madres solteras y engendradores irresponsables Ciro Castillo Rojo dibujó con precisión la imagen de un verdadero padre, también de esposo afectuoso y, por supuesto, de auténtico jefe de familia.

Con trazo firme este médico tenaz le regaló al país una figura paterna de tal dimensión que una inmensa mayoría reconoció al padre ausente en sus hogares desarticulados, al hombre que sostiene la casa con amor y a ese imprescindible ser humano capaz de predicar con el ejemplo.

Las mujeres, de cualquier edad y condición, encontraron al varón capaz de cumplir una promesa y siempre consciente de sus actos. También hallaron al esposo valeroso, dispuesto al mayor sacrificio ante cualquier tragedia que atente contra el equilibrio emocional del hogar.

Uno de los grandes aportes de este médico reposa en su moral impecable. Los hombres sin norte tienen que haber visto la imagen nítida de Ciro Castillo Rojo en ese empañado espejo que solo refleja culpas y miserias desde sus conciencias ínfimas.

Gisela Valcárcel, la exitosa conductora de programas de televisión, resumió con acierto este episodio: “Soy mujer, pero si hubiese sido hombre me hubiese gustado ser como usted doctor Ciro Castillo”.

Como buen padre no escatimó esfuerzos en encontrar a su hijo. Es que el amor de padre fue la única consigna que lo mantuvo con la ilusión de encontrar a su hijo vivo o hallar su cuerpo para darle una cristiana sepultura. Nominado por algunos medios como el padre símbolo, Ciro Castillo Salas, aquel hombre de apariencia senil, pero de fuerza interminable, ha dado ejemplo de amor de padre después de haber buscado a su hijo por 202 días en el Valle del Colca.

Su rutina

Cuando el reloj marcaba las 5 de la mañana, Ciro Castillo Salas ya estaba de pie. No le interesaba las bajas temperaturas ni lo agreste de la zona, la única preocupación era la de organizar las brigadas de rescate que en muchos casos él mismo financiaba y que por espacio de más de seis meses recorrieron las zonas de Madrigal, Chivay, Tapay, entre otros con los resultados ya conocidos.

La búsqueda se hizo desesperan te, según relatos de los propios rescatistas, la angustia y la desesperación de no poder hallar siquiera el cuerpo de su hijo, deterioraron aún más la salud del sacrificado padre, quién a sus 61 años sufre de diabetes aguda que lo aqueja desde años atrás, enfermedad, que sin embargo, no constituyó impedimento alguno para lograr sus objetivos que era encontrar el cuerpo de su hijo.

Casi todos los días, el doctor Ciro se trasladaba una hora en auto y luego caminaba un kilómetro hasta la zona de los miradores. Desde ahí, oteaba el horizonte mientras veía las labores de los socorristas e inspeccionaba los barrancos para ver si es que encontraba a su hijo.

Este es el mismo hombre que muchas familias quisieran tener y que ha gastado más de 250 mil soles en buscar a su primogénito, ya que como él mismo lo dice: “la vida de un hijo no tiene precio”.

No todos son así

Historia como la antes narrada difiere con la realidad que se vive en nuestro país, en donde las estadísticas dicen lo contrario. Solo basta ver mediante los medios de comunicación historias de padres que abandonan a sus hijos, desalmados hombres que niegan la paternidad de sus vástagos amparándose en excusas que no vienen al caso o en su defecto se niegan a pesar una pensión alimenticia.

Según el fiscal especializado en familia Tulio Bermeo, los casos de abandono de padres a sus hijos forman parte del pan de cada día. Siendo los casos por paternidad y alimentos los que mayor proporción tienen, sobre todo en provincias donde los procesos por filiación suelen durar meses y hasta años según sea la naturaleza del proceso.

Del total de casos presentados en el 2010, un 90% de procesos fueron resueltos de grado o fuerza. Este pueden ser los casos en que a pesar de pasar por sesiones de conciliación de pareja (en los procesos de alimentos), estos no llegaron a solucionarse, viéndose la justicia en la necesidad de privar de la libertad al varón.

De acuerdo con el Código Penal, la persona que incurre en este delito es penado con una mínima de tres y máxima de cinco años de cárcel efectiva.

Bermeo señala que la edad promedio de las personas que presentan este tipo de denuncias fluctúa entre los 18 y 25 años, siendo las primeras las de mayor porcentaje. Las edades de las jóvenes gestantes es corroborado por los estudios realizados por el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI), en la que se señala que los embarazos ocurren a partir de los 13 años, siendo el porcentaje de 13% de las adolecentes entre 15 y 19 años las que ya son madres o están gestando por primera vez (2%).

De acuerdo con esta misma institución, el 41.8% quiso ese hijo/a después. Los mayores porcentajes de adolescentes que son madres o están embarazadas (37%) se presentan entre las mujeres sin educación.

Son de estos datos presentados la que se desprende el problema antes mencionados. En la que se refleja las condiciones inadecuadas para el crecimiento de un menor. Por lo que los especialistas recomiendan trabajar para construir un clima de hogar para el menor y así evitar exponer al niño a situaciones complicadas que son difíciles de explicar.


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