La participación cada vez más preponderante de la Primera Dama Nadie Heredia en las esferas del gobierno, ha traído consigo posiciones encontradas sobra la labor que debe tener la esposa de un presidente. Mientras algunos dicen que su trabajo debe ser meramente social, en cambio otros opinan lo contrario
Si algo distingue a la Primera Dama Nadine Heredia de sus antecesoras es su cada vez mayor presencia en las esferas del gobierno. De una inicial asesoría de imagen a su esposo Ollanta Humala ni bien asumió el poder, ahora su participación no solo se limita a participar en algunas sesiones del gabinete en calidad de observadora sino también la de solicitar informes.
Si bien la señora Heredia ha señalado que la solicitud de información que ha pedido últimamente al ministro de Energía y Minas, lo hizo en calidad de ciudadana toda vez que a su despacho llegan una serie de denuncias, su conducta ha generado una serie de controversias entre algunos entendidos sobre el papel que le compete a una Primera Dama dentro del seno de un gobierno.
Para el constitucionalista Aníbal Quiroga, si las acciones de lo que se le acusa a la señora Nadine Heredia se demuestran que son verdad se habría cometido un ilícito penal, dado que es inusual que en un país donde está claramente marcado la división de poderes se presenten estos casos. “Esto crearía un mal precedente para futuros gobiernos, ya que se podrían presentar una especie de conflictos entre los ministros y la esposa del presidente por diversos temas”, refiere Quiroga.
De acuerdo con el también docente universitario de la PUCP, el papel de la primera dama no es un cargo, ya que su trabajo siempre estuvo dirigido a fines altruistas y nada más.
Una apreciación similar es la del legislador Luis Galarreta de Alianza Por el Gran Cambio, quién afirma que - por error o no- , Nadine está asumiendo roles que le corresponden a un parlamentario o al presidente de la República.
“Eso es grave. Quizás sus asesores no le informaron que no tiene ni siquiera capacidad para proponer acciones a los ministros. Hay una confusión de roles. No puede entrar al campo de lo ilegal”, subraya.
Entre tanto para el congresista y expremier aprista, Javier Velásquez Quesquén, es innegable que Heredia es una persona de mucho poder en este gobierno, pero que no puede hacer ese tipo de gestiones, ya que no le corresponde.
No es un delito
A diferencia de los anteriores puntos de vista respecto a la conducta de la señora Nadine Heredia, el constitucionalista Enrique Bernales señala que si bien la Constitución no especifica la función de la Primera Dama, ello no significa que la esposa del presidente esté prohibida de hacer una seria de cosas.
Para Bernales la conducta de la Primera Dama no da para tanto, si alcanzó la notoriedad que tuvo es por culpa de algunos medios de comunicación y de congresistas que sin ser jueces aprovecharon este tema para hacer escarnio de su persona sin sustento alguno.
Fabián Vallas también considera que la función que viene teniendo Nadine Heredia dentro del seno del gobierno de su esposa tampoco está reñida con lo legal, ya que a su juicio ella está actuando como cualquier ciudadano preocupado por algunos temas que vive el país.
Vallas se pregunta que si el ser esposa de un presidente te limita tus derechos como ciudadanos, la respuesta según él, es que no.
“En todo caso es una cuestión de estilo de trabajo. Si ella considera que su participación puede ir más allá de lo social para poder aconsejar mejor a su esposo, entonces su conducta es válida”, sostiene el analista político.
Cabe señalar que en los últimos años ha sido muy frecuente ver a muchas Primeras Damas participando activamente en algunos actos de gobierno de sus esposos. Es el caso, por ejemplo, de la señora Hilary Clinton en los Estados Unidos y de Cristina de Kirchner en Argentina.
En las últimas décadas
En el Perú curiosamente las últimas dos damas de Estado fueron extranjeras.
La controversial Eliane Kart, de nacionalidad belga – esposa de Alejandro Toledo, llegó a mediados del 2001 a la casa de Pizarro. Con un carácter fuerte y dominante fue acusada en más de una ocasión de ambiciosa, además de usar la causa indígena para fines personales. En otra parte de su cuestionada gestión, inmortalizó la frase que hasta hoy se escucha: “Pitucos de Miraflores”.
Cinco años después, le sucedería en el cargo la argentina Pilar Nores, esposa de Alan García. Ella se instaló en Palacio de Gobierno en julio del 2006. A diferencia de Eliane Karp, Pilar Nores ha estado más cercana a la imagen tradicional de lo que se espera de una Primera Dama. Ha continuado con las labores sociales, desde el Instituto Trabajo y Familia, cuya principal iniciativa es el Programa Sembrando.
Esta institución privada, aunque fue fundada en el 2002, empezó a tener una mayor actividad a partir de la elección de su esposo, lo cual ha despertado sospechas de favoritismo para acceder a fuentes de la cooperación internacional.
En la década de los 80, una dama que llamó mucho la atención en la opinión pública por su labor social, fue doña Violeta Correa, esposa del presidente Fernando Belaunde.
A pesar de contar con pocos recursos y de vivir en medio del infierno que originó el terrorismo en el Perú, ella logró llevar un granito de esperanza a las cientos de miles de familias, sobre todo del interior del país, que vivían llenos de angustia.
Gracias a doña Violeta, la figura de las Primeras Damas pasó de ser frívola y protocolar como venía sucediendo, a tener una mayor ascendencia en labores sociales a favor de los más pobres. Estilo de trabajo que continuó Pilar Nores en 1985 y 2006 y que también prosiguió Susana Higuchi, esposa del presidente Alberto Fujimori, mientras estuvo en Palacio de Gobierno.
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