viernes, 9 de diciembre de 2011

Profesión riesgosa

Para ser periodista en México hay que estar loco. Cada día hay más reporteros que pierden su vida a manos de los narcotraficantes. A pesar de esta labor riesgosa, hay muchos que no se arrepienten de su profesión. Aquí el testimonio de tres mujeres de prensa


Tres mujeres valientes. Tres reporteras de “El Diario” de Ciudad Juárez –Rocío Gallegos, Lucy del Carmen Sosa y Sandra Rodríguez– contaron el último jueves dos de diciembre en la ciudad de Juárez, territorio del gran escenario del crimen de México, su experiencia de hacer periodismo de periodistas y no de empresarios.

“Es fea la zozobra que sientes cuando a la mañana siguiente piensas que saldrá la edición impresa y no sabes que te puede pasar horas después”, dice Lucy Sosa, reportera que ya lleva tres años en la sección policial de su medio.

Ella, como muchos reporteros de El Diario heredó el puesto de un compañero asesinado, Armando Rodríguez, quien fue muerto en noviembre del 2008. Sosa ha llegado a cubrir 20 asesinatos entre las siete de la mañana y las tres de la tarde de un día, así como tres funerales en otra jornada cualquiera.

Por su parte, Sandra Rodríguez cuenta que muchas veces los sicarios rondan la escena del crimen y piden a los fotógrafos que hagan zoom sobre los cadáveres para asegurarse de que el enemigo está muerto. “Soy pesimista sobre las medidas de protección”, añade, mientras muestra un chaleco antibalas que su medio le ha dado pero que ella sabe no la va proteger de los cuernos de chivo (fusil de asalto AK 47) que usan los narcotraficantes.

“Dicen que somos corresponsales de guerra. No es así. Nosotras no sabemos quién lucha contra quién ni dónde está el frente”, dice Rocío Gallegos, que coordina al equipo de 14 reporteros de “El Diario”.

Ella con una mirada perdida recuerda que un día su familia la sentó en el salón de la casa para decirle: “vivimos en riesgo por ti pero estamos contigo”. “En la redacción hay momentos de llanto inexplicable y también de choques, de peleas entre nosotros”, refiere Gallegos.

A comienzos del año 2008 la violencia estalló de forma incontrolable en Ciudad Juárez.

El cartel de Sinaloa, que dirige Joaquín, “el Chapo”, Guzmán, comenzó a disputar la plaza al cartel de Juárez. Nueve mil muertos en el Estado de Chihuahua (norte de México) en tres años, 6.000 en Ciudad Juárez, de 1,3 millones de habitantes. Solo un 3% de los casos ha sido investigado. Matar no parece tener consecuencias en esta parte del mundo.

En septiembre de 2010 fue asesinado otro periodista de El Diario, Luis Carlos Santiago. Su muerte motivó un editorial titulado: ¿Qué quieren de nosotros? el día 16 de ese mes. Un grito de impotencia y una llamada de auxilio frente al narco que dio la vuelta al mundo.

Lucy Sosa revela que la violencia cambió la forma de hacer periodismo en México, sobre todo en las regiones donde impera el narcotráfico, como Ciudad Juárez.

A partir de la escalada de asesinatos, ella revela que las fuentes se sacaron por miedo. Se sacrificaron la exclusividad y las firmas. Publicar este vídeo o aquella pancarta era de alto riesgo. Como lo era levantar el teléfono. Se decidió trabajar en equipo con la competencia. A partir del 2008, reporteros y fotógrafos llegan y se retiran juntos del lugar del crimen.

Sosa dice que decidieron seguir adelante convencidas de que “el mejor blindaje es seguir investigando” qué hay detrás de los homicidios pese a que las autoridades negaran el acceso a la información, los militares no reconocieran las credenciales de prensa y las compañías de seguros arrastraran los pies a la hora de dar cobertura a los reporteros. Crearon un banco de datos de los asesinatos: la violencia se concentra en las zonas más pobres de la ciudad, la mayoría de las víctimas es menor de 25 años y las balas que matan son generalmente disparadas por AK-47.

“A pesar de las condiciones precarias de seguridad con que se trabaja y al miedo que se tiene cuando al día siguiente se informa de un asesinato o de un hecho de corrupción, la satisfacción que nos queda como periodistas es que gracias a nuestra firmeza de enfrentarnos a esos poderosos, las familias recurren a nosotros para encontrar a sus muertos, para buscar a sus desaparecidos”, señala Sosa.

El número de asesinatos contra periodistas ha descendido en los últimos meses en México. A pesar de esta relativa calma, el número de muertes aún es alta: 17 en los 10 primeros meses del año. ¿Por qué seguir entonces? Rocío Gallegos explica que ella llegó a la Ciudad de Juárez hace 21 años. Luego de estudiar y dar sus primeros pasos en el periodismo “hoy tiene el compromiso de contar lo que ocurre tal como son las cosas, ya que quiere que sus hijos crezcan en una ciudad mejor”.

Por su lado, Sandra Rodríguez, que en febrero publicará Juárez, fábrica del crimen (Planeta), responde con pasión de periodista: “Mis compañeros de El Paso (Tejas), que es una ciudad más segura, se vuelven locos para encontrar historias, a sabiendas de lo arriesgado que es trabajar por estas zonas”.

SABÍA:

A 74 aumentó el número de periodistas asesinados en México entre el 2000 y octubre de 2011, tras el homicidio de las profesionales Ana María Marcela Yarce y Rocío González, ambas trabajadoras de la revista Contralínea, medio de comunicación que se encarga de publicar trabajos de denuncias sobre casos de corrupción, violación a los Derechos Humanos, problemas sociales, políticos, entre otros.


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