Cuando el gobierno de Perú decidió explotar el petróleo de un santuario de naturaleza en la nororiental región de San Martín, la existencia de un plan maestro para administrar esa reserva la salvó de un futuro de pozos y oleoductos. El caso ilustra la importancia de los planes maestros en este país dueño de una gran diversidad biológica, paisajística y de un subsuelo rico en minerales e hidrocarburos. Pero de las 57 áreas naturales protegidas confirmadas solo el 35 por ciento cuentan con esa planificación, destinada a manejar de forma sustentable sus recursos naturales. El resto está abandonada a su suerte.
El Área de Conservación Regional Cordillera Escalera de San Martín alimenta las cuencas de los ríos Cumbaza, Caynarachi y Shanusi, de las que dependen más de 300,000 personas.
Al ver que el gobierno central autorizaba la explotación petrolera, autoridades y habitantes de San Martín presentaron una acción de amparo admitida en el 2009 por el Tribunal Constitucional, empleando el argumento clave del plan maestro.
Ese plan, que había sido aprobado por el consejo regional de San Martín, incluía la zonificación de la tierra y las actividades económicas posibles, y establecía el área donde se quería extraer el petróleo como zona intangible, es decir intocable.
Para Karina Pinasco, representante de la Asociación Amazónicos por la Amazonía, los planes maestros son muy importantes ya que gracias a ellos se logra que los actores involucrados implementen términos de gestión, zonificación y de validación.
Perú tiene, según datos de fines de 2010, 71 áreas naturales protegidas administradas principalmente por el Estado, 57 con categoría definitiva y 14 transitorias (no obligadas por tanto a tener planes maestros hasta que se defina su situación).
De las áreas confirmadas, que sí deben contar con esa planificación, 20 no la tienen. ¿Por qué? Elaborarlos “toma tiempo porque implica ponerse de acuerdo con la población. No es lo mismo la costa que la Amazonia, donde se deben considerar los usos y costumbres de los habitantes” nativos, señala hace algún tiempo el director de Desarrollo Estratégico del Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (Sernanp), Jeff Pradel.
El Sernanp existe hace apenas dos años, cuando se creó el Ministerio del Ambiente.
Para confeccionar un plan, se necesitan talleres informativos con la población local que debe validar el proceso.
En las 20 áreas protegidas que aún no lo completan, hay planes operativos anuales que sirven de guía para las acciones, explicó Pradel a un medio de comunicación. Además, el decreto supremo 003-2011 estableció que el expediente de creación y el de zonificación de las nuevas áreas constituyen un plan maestro preliminar.
En los objetivos de mediano plazo que traza el estatal Centro Nacional de Planeamiento Estratégico se propone llegar a 2021 con 80 por ciento de las áreas protegidas con planes maestros, una de las metas para el bicentenario de la independencia que se cumplirá ese año.
Pero hay otros problemas, como el costo de cada plan, que oscila entre 5.000 y 20.000 dólares, la burocracia y una visión “pretenciosa” de esta herramienta, opina Pedro Solano, de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental.
“Se los ha sobredimensionado y se pretende que reúnan aspectos que muchas veces no se pueden cumplir, se alarga el proceso hasta tres años y terminamos quedándonos en la etapa de planificación y ejecutamos muy poco por falta de tiempo y recursos”, dice Solano.
Como requiere una actualización cada cinco años, la planificación debe ser más sencilla y vinculada a la realidad, indicó.
Mientras tanto, siguen creciendo en la selva peruana los proyectos de exploración y explotación minera y de hidrocarburos. Más de 70 por ciento del territorio amazónico está cubierto de concesiones petroleras.
Según Solano el ordenamiento territorial, corazón del plan maestro, permitiría priorizar legalmente la protección de las zonas selváticas ricas en biodiversidad. Así, “una zona calificada como silvestre o de protección estricta determina que ahí no se podrá habilitar ninguna infraestructura”, refiere el especialista.
En su opinión, la mejor estrategia es conseguir que la población y las autoridades asuman las áreas naturales como patrimonio a gestionar para beneficio de todos.
“Deben ser sinónimo de educación ambiental, turismo, orgullo, no ser vistas solo como un lugar de prohibición, sino de hacer cosas”, agrega.
Aunque el Sernanp está mejorando, le falta implementar modelos de gestión interesantes, como los proyectos de conservación privada y comunitaria impulsados por la sociedad civil.
En Perú hay 28 áreas de conservación privada, 10 han elaborado su plan maestro y siete se encuentran en proceso.
Si se reconoce el valor de estas áreas, estima Solano, se puede neutralizar decisiones que priorizan actividades extractivas en ellas, como sucedió con la Sierra del Divisor, una zona reservada en las regiones Ucayali y Loreto, en el noreste del país, que cumple una importante función de captura de agua y alberga, por ejemplo, más de 12 especies de monos.
Pese a que el Sernanp debía ser consultado antes de autorizar allí una actividad económica, el Ministerio de Energía y Minas expidió en los últimos meses del año muchos permisos de exploración petrolera, interpretando que la consulta debe hacerse solo antes de la explotación. “Se suele sacar la vuelta a las normas”, concluye Solano.
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