Medio siglo después de haber sido construido y aun cuando ya fue derribado, el Muro de Berlín, una de la fronteras más fatídicas que ha conocido el mundo, sigue suscitando recuerdos horripilantes
El 13 de agosto se recordó en todo el mundo los 50 años del inicio de la construcción del Muro de Berlín, un hecho que, en el clima tenso de la guerra fría, dividió, de forma radical y súbita, a la capital alemana en dos sectores durante 28 años y tres meses.
La fecha sirvió para que las autoridades alemanas rindan un homenaje a las 250 personas que murieron intentando escapar.
El acto se celebró en la Bernauerstrasse, una de las calles atravesadas por el muro y donde quedan restos de él, alrededor de los cuales se ha creado un centro de documentación y conmemoración. El lugar, a diferencia de otros por donde pasaba el muro como la Puerta de Brandeburgo o la Postdamerplatz, está lejos del actual centro del Berlín, pero ha adquirido un carácter emblemático que, además, se refuerza por haber sido el lugar en el que se produjo la primera muerte relacionada con el muro.
El 22 de agosto de 1961 Ida Siekmann, una joven de 22 años, quiso saltar hacia la libertad desde el tercer piso de un edificio colindante al muro. No pudo lograr su propósito porque una ráfaga de metralletas se lo impidió.
La mayoría de las víctimas del muro cayeron acribilladas a tiros por guardias fronterizos de la Alemania comunista, desde que el muro fue construido el 13 de agosto de 1961 hasta su derribo el 9 de noviembre de 1989.
Durante una ceremonia para rememorar el medio siglo de su construcción, el alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, dijo que aún le resulta difícil entender como en plena mitad del siglo XX en tiempos de aviación, misiles y artillería de gran alcance; de radio, televisión y líneas telefónicas, se levantó un muro para dividir y aislar comunidades humanas como las murallas de las ciudades medievales y de la edad antigua.
De acuerdo con la historia, la frontera entre las dos Alemanias era de las más rígidas en el mundo: alambradas, bombas subterráneas... solo comparable a la frontera entre las dos Coreas.
Pero la zona de Berlín no era parte de ninguna de las dos Alemanias y tenía internacionalmente un “estatuto especial”. El tráfico entre los sectores oriental y occidental era solo relativamente difícil. Unos 50.000 berlineses del Este trabajaban en Berlín Oeste y 12.000 del sector occidental trabajaban en el Este. Eran los llamados cruza fronteras.
Como el tránsito al Berlín occidental era menos problemático que la rígida frontera entre las dos Alemanias, miles de ciudadanos abandonaban la República Democrática Alemana por esta “vía fácil”. Bastaba con tomar un billete de metro o de tren de cercanías, cuidando de llevar poco equipaje para no hacerse sospechoso ante la policía. Con solo lo necesario como para una visita de un día.
El 13 de agosto de 1961 todo esto cambió. La ilusión de una ciudad unida desapareció. Y fue el secreto de Estado mejor guardado en el siglo XX.
Si bien a lo largo de estos años se ha querido encontrar la respuesta a esta enigma, hasta la fecha no se tiene una idea clara de cuál fue la verdadera razón que llevó a la extinta Unión Soviética a construir este muro.
Muchas especulaciones se tejieron al respecto. Una de las más creíbles dice que en un siglo con dos guerras mundiales, había un gran desarrollo de los sistemas de espionaje que usaban modernas y sofisticadas tecnologías. Berlín, en esa época, era un nido de espías tanto en el sector oriental como occidental. Se decía que era la ciudad con más espías por metro cuadrado. Según el humorismo berlinés, “No es difícil ponerte en contacto con un espía. Vienen en las páginas amarillas”.
Con el fin de cortar esto-o por lo menos minimizarlo- a la 1.05, en la zona de la Puerta de Brandeburgo, en el centro de Berlín, se apagaron de repente todas las luces. Con iluminación de faros de vehículos militares, se arrancaron adoquines del pavimento y se colocaron postes de hormigón y alambradas de púas. Esta escena se repetía simultáneamente a lo largo de toda la línea divisoria entre Berlín Oriental y Occidental (45 kilómetros).
Participaron en esta tarea unos 10.500 hombres del Ejército Popular, además de cientos de colaboradores de la Stasi.
Los berlineses, al principio, apenas se enteraron porque estaban durmiendo y las autoridades habían escogido a propósito un domingo, día festivo de poco tráfico. Tan solo a lo largo del día se fueron dando cuenta. Se cerraron 193 calles, de ellas 62 transversales, y se cortó el tráfico subterráneo del metro y el de trenes de superficie entre las dos zonas. En las 24 horas de ese domingo caluroso de agosto se hacía realidad la división de la ciudad en dos zonas mediante ese muro que duraría 28 años y tres meses y “que nadie tenía la intención de construir”
A esta fase provisional siguió la construcción de un muro sólido a base de ladrillos, piedra y hormigón. En muchos kilómetros llegó a convertirse en una gran franja con carretera para la policía, fosas antivehículos, 292 torres de observación, 243 pistas para perros...
Por otra parte, las potencias occidentales consideraban el tema con perspectiva más internacional. Protestaron formalmente pero, dentro de la guerra fría, era un incidente más. Kennedy señaló: “Si Jruschov hubiera querido ocupar en serio el Berlín Oeste, no habría construido un muro. Si dispone de la ciudad entera, no necesita un muro... No es una solución cómoda pero, diablos, es mejor que una guerra”. Era pleno verano, época de vacaciones. Kennedy estaba a bordo de su yate en Hyannis Port, el presidente francés De Gaulle se mantuvo fuera de París y el presidente británico Macmillan continuó en una cacería en Escocia. El periódico alemán Bild Zeitung se hacía eco de la actitud desilusionada de los berlineses: “El Este actúa, ¿qué hace el Oeste? ¡El Oeste no hace nada! El presidente Kennedy se calla, Macmillan se va de caza y Adenauer insulta a Brandt”. (Estos dos últimos políticos estaban en pugna electoral).
En 1988, el último gobernante de Alemania Oriental, Erich Honeker, alardeó de que el muro permanecería en pie 50 o 100 años más, pero en realidad poco después fue obligado a dimitir en octubre de 1989 y el muro terminó siendo destruido por los propios berlineses.
Con la destrucción del Muro del Berlín, se dio inicio a la desaparición del comunismo en muchas partes del mundo. El punto culminante se vivió años más tarde, con la disolución de la Unión Soviética.
Tras los 50 años de su construcción, el actual alcalde de Berlín, Klaus Wowereit, señaló que el muro debería servir como un recordatorio de lo importante que es la libertad y la democracia en todo el mundo.
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