Cuatro años han pasado del terremoto que cegó la vida de cientos de peruanos en el sur del país. Durante todo este tiempo las autoridades ofrecieron ayuda, pero esta no llegó como se dijo. Ahora con el nuevo gobierno, miles de damnificados esperan que esto cambie
El 15 de agosto del 2007 cuando el reloj marcaba las 6:45 pm de la tarde, el sur del Perú fue sacudido por un fuerte sismo. La catástrofe natural dejó como saldo 513 muertos, 2,900 heridos y cerca de 400 mil damnificados.
Según Defensa Civil que fue una de las primeras instituciones públicas en llegar al lugar del siniestro, las zonas más afectadas por el terremoto fueron Pisco Playa, La Alameda, La Pascana, el distrito de San Clemente y Tambo de Mora (Chincha).
Cuatro años después de la tragedia, “El Universal” viajó a los pueblos más golpeados por el sismo. En todas ellas pudo comprobar qué muy poco se ha hecho por los damnificados.
En San Clemente, por ejemplo, Gumersinda Álvarez (45), una humilde viuda, nos cuenta que el día del terremoto ella estaba preparando la cena para sus dos menores hijos que habían salido hacer sus tareas, cuando derrepente empezó a temblar la tierra. “En contados segundo mi casa que tanto me costó levantar se vino abajo. No sé cómo estoy viva, es un milagro de Dios”, sostiene.
Esa noche, si bien Gumersinda tuvo suerte de salir con vida, lo mismo no podríamos decir de sus dos menores hijos que fallecieron juntamente con cuatro niños, probablemente sus compañeros de clase, aplastados por una pared.
Desde ese día la vida para esta mujer ha cambiado. Hoy juntamente con su esposo y el único hijo que le queda, tratan de sobreponerse a esa tragedia. “A pesar del tiempo que ha transcurrido aún no podemos reconstruir nuestra casa, como usted verá todavía está en esteras. Esta situación me preocupa por no tendré nada que dejar a mi “juaneco”, refiere Gumersinda mientras acaricia la cabeza de su menor hijo.
Así como ella, en San Clemente muchas familias perdieron lo único de valor que tenían: sus casas. El anterior gobierno prometió muchas cosas. Una de esas fue un bono de seis nuevos soles para que reconstruyeran sus hogares. “A mí me dieron ese bono, pero ahí lo tengo guardado de recuerdo porque me dijeron que había vencido”, recuerda Gumersinda.
Dos cuadras más allá, en el Asentamiento Humano “Loma Blanca”, Raúl Huamán y su joven hijo Christian cargan agua hacia su casa, ya que ellos como todos que viven en este lugar carecen de agua potable. A este rudo agricultor el terremoto lo sorprendió cuando estaba con su esposa viendo televisión. “De pronto todo empezó a caerse. Salí corriendo con Gladys a la calle en busca de un lugar donde protegernos, sin embargo afuera la situación era peor. La pista se había abierto en dos y los postes eléctricos estaban en el suelo. Toda la vecindad parecía una zona de guerra”, dice Huamán.
Desde ese día, Raúl y Gladys viven en una casa semiconstruida cuyo techo es de calamina, ya que el bono que les dio el gobierno apenas si les alcanzó para comprar algunos millares de ladrillos y unas docenas de bolsas de cemento, ya que la mayoría de los comerciantes, en esa época, sin importarle el dolor ajeno subieron hasta en un 50% los precios de los materiales de construcción.
No queremos que nos regalen nada
En el pueblo joven “Grupo 5”, Ricardo Hurtado, un simpático anciano, que vive conjuntamente con sus dos nietos dice que él como sus vecinos lo único que quieren es que les cumplan con lo que le han ofrecido. “Nosotros no queremos dádivas porque no somos limosneros, sino gente de trabajo que quiere salir con sus propios medios y que está dispuesto a pagar-si así fuera el caso-un préstamo para poder por lo menos tener donde vivir”, cuenta Hurtado.
Este curtido chófer de combi nos revela que el día del terremoto perdió a su único hijo, Felipe. Con él se fue su esposa, Diana. “Desde ese día en mi humilde hogar que también fue afectado por el sismo vivo con mis dos nietos”, dice Ricardo.
Si la situación de Gumersinda, Raúl y Ricardo para siquiera reconstruir en algo lo que fue su casa fue difícil, que podremos decir de aquellas personas que no tenían un título de propiedad que pudiera avalarles como propietarios.
Uno de los requisitos que te imponía el gobierno de entonces para poder contar con el bono de los seis mil soles era que fueras propietario de la casa donde vivías al momento del terremoto. Como era obvio, la mayoría no pudo demostrar su propiedad y por tanto no lograron acceder al apoyo estatal.
En San Clemente viven alrededor de 20,000 personas. La noche del terremoto, en una fracción de segundos, cerca de 100 personas murieron y quedaron damnificados alrededor de cinco mil familias.
Después del 15 de agosto del 2007, el 70% de la población de San Clemente vive en casitas de estera con techos de calamina o plástico. La mayoría de las personas son gente proveniente de Ayacucho, que durante la década de los 80 huyeron de sus pueblos producto del terrorismo.
Otro rasgo que se puede advertir en esta ciudad, es que casi todos los asentamientos humanos o pueblos jóvenes que hay en este distrito carecen de agua potable, de ahí que sus moradores tengan que esperar los camiones cisternas que la municipalidad distrital les envía cada dos días, o en su defecto, como Raúl Huamán hace, caminar varios minutos cuando el líquido elemento apremia.
Pisco Playa
Este apacible lugar de pescadores vio interrumpida su tranquilidad cuando el 15 de agosto del 2007 un fuerte terremoto prácticamente lo destruyó. Hoy, a pesar de haber transcurrido cuatro años de la tragedia, este sitio sigue estando igual como lo dejó el sismo.
En esta zona costera viven unas 1,500 familias en completa miseria. El 60% de su población aún mora en módulos de madera. Las pistas, veredas y el malecón todavía continúan destruidas. Para llegar al muelle de Pisco Playa, por ejemplo, hay que tener mucho cuidado, ya que está partido en dos y no se puede llegar a la punta para atrapar peces más grandes.
Así como San Clemente, en Pisco Playa la mayoría de la población es migrante. Buena parte proviene de Ayacucho y Huancavelica.
En este sitio encontramos a Abelardo Sánchez (74). Él como el resto de moradores de este lugar se dedican a la pesca. Cuando el mar esta “bueno”, dice, ese día puedes ganar hasta 50 soles, pero si esta “malo”, apenas tendrás que conformarte con 15 soles.
El día del terremoto, Abelardo también perdió su casa. Hoy vive en un módulo de madera a la espera de la promesa que las autoridades ofrecieron.
Obras mal hechas o sobrevaluadas
Los pueblos del sur del país que fueron afectados por el sismo del 2007, reciben este cuarto año de la tragedia con muy pocas razones para tener fe.
Según un informe de la Contraloría General de la República, muchas obras que se hicieron luego del terremoto fueron mal hechas o en su defecto estuvieron sobrevaluadas.
Por ejemplo, desde el 2007 a la fecha la Empresa Municipal de Agua Potable (Emapisco) no ha entregado las cuentas de 106 obras por un valor de 60 millones de soles. O sea no habría documentación oficial en la que se compruebe en qué se gastó esta millonaria suma.
En Pisco, “El Universal” pudo comprobar que hay seis obras en arbitraje y por eso no pueden culminarse. Es decir, ha habido errores en su ejecución o se han descubierto irregularidades. En las obras que está ejecutando Forsur hay demoras, fallas y no hay supervisores residentes. Actualmente todo el sistema de desagüe de esta ciudad está colapsado porque las instalaciones se han hecho mal.
No todo fue malo
Si bien la mayoría de personas que sufrieron en carne propia el terremoto del 2007, tienen muy pocas razones para recordar esa fecha, sin embargo, vale destacar que dentro del dolor humano que miles de familias vivieron por esos días, hubo algunas instituciones altruistas que sin pedir nada a cambio llegaron a los lugares del desastre con apoyo moral y material. Una de esas instituciones fue el Centro de Ayuda Espiritual.
Ni bien se supo de la tragedia, los pastores de la Iglesia organizaron el envío de ropas y alimentos para las personas que lo perdieron todo.
Fue así como el equipo de Acción Social del Centro de Ayuda Espiritual partió desde Lima a la ciudad de Pisco en la madrugada del sábado 18 de agosto con tres toneladas de alimentos y 1,000 bolsas de ropa. Luego de cinco horas de viaje, que por lo general se hace en tres, el camión transportando la ayuda llegó a la Plaza de Armas de esa localidad.
Allí el panorama era triste y desolador, cuenta uno de los pastores que estuvo presente ese día. De acuerdo con la prensa de esa época, decenas de cadáveres se apilaban unos al lado de otros ante la falta de ataúdes para darles cristiana sepultura.
En medio de esa situación, los miembros del Centro de Ayuda Espiritual llevaron consuelo material y espiritual a tanta gente, que aún hoy, como Georgina Quispe, recuerdan y agradecen esa ayuda.
A cuatro años de la tragedia que enlutó el sur del Perú, así están las cosas de dramática. Buena parte de la población afectada aún espera que se cumpla lo ofrecido, más ahora que hay un nuevo gobierno.
NOTA:
1.- De acuerdo con Forsur, hasta abril del 2011 se han culminado en las zonas afectadas por el terremoto del 2007 unas 607 obras por un valor de 442,766.669 nuevos soles.
2.- Según esta misma institución, actualmente en ejecución hay 335 obras, cuyo costo demandará al Estado un desembolso de 641,320.901 de nuevos soles.
3.- En total Forsur tiene previsto ejecutar 942 obras por un costo de 1,084,087.570 de nuevos soles.
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