jueves, 4 de agosto de 2011

Momias en cueva El Gigante


Dos cuerpos humanos momificados y un esqueleto de ancestros Rarámuri fueron encontrados en la cueva El Gigante, en la sierra Tarahumara de Chihuahua, México. Estos cuerpos se suman a otros ocho que se descubrieron el año pasado y que pueden ser parte de un cementerio prehispánico.

Los arqueólogos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) que descubrieron las momias explicaron que éstas tienen una antigüedad de entre 800 y 1000 años y que “la mayoría de los cuerpos se encontraron en posición fetal, y tienen evidencias de que fueron envueltos con mantas de algodón y de fibras vegetales”.

En un comunicado el arqueólogo Enrique Chacón, a cargo del Proyecto Arqueológico Cueva El Gigante, informó del hallazgo tras la excavación, documentación y registro arqueológico del lugar.

Precisó que los cuerpos humanos encontrados el año pasado fueron descubiertos por tres jóvenes que dieron aviso a las autoridades, las que a su vez notificaron al INAH para hacer peritaje y comenzar la investigación.

Según los especialistas los restos encontrados pueden corresponder a un cementerio prehispánico, ya que del 2010 al 2011 se han encontrado, en la misma cueva 10 momias y 13 esqueletos.

Así, después del registro y levantamiento de los restos humanos, éstos fueron trasladados al Museo Comunitario de Historia Regional “Abraham González”, para posteriormente pasar a la etapa de conservación y análisis, donde también se incluirá a los objetos con que fueron enterrados los antiguos tarahumaras en la cueva.

Estudios

El arqueólogo Chacón adelantó que se realizarán estudios de laboratorio para determinar con exactitud el periodo en el que fueron enterrados los 23 individuos, y el lapso durante el cual el abrigo rocoso fue ocupado como cementerio.

Durante varias semanas, el equipo de arqueólogos trabajó en el interior de la cueva, donde se identificaron a por lo menos 23 individuos, de los cuales 10 están articulados, es decir, las extremidades están unidas, y conservan partes con tejido, por lo que se catalogaron como parcialmente momificados, mientras que de los otros 13 personajes solo se conservaron los esqueletos.

Chacón detalló que de la decena de momias tres corresponden a lactantes, y el resto a jóvenes y adultos.

Dijo también que a partir de los objetos con que fueron enterrados y la forma en que los colocaron a los individuos, se ha inferido en que deben tener una antigüedad de entre 800 y 1,000 años; es decir, que la cueva pudo utilizarse como cementerio alrededor de 1000 o 1200 d.C. “Pensamos que los individuos fueron depositados sobre el suelo de la cueva, como bultos, y que alrededor se les colocaron sus ofrendas, después fue tapada la entrada con un muro; con el tiempo la tierra, el polvo y la hojarasca fueron sepultando los restos humanos. La condición seca de la cueva y el clima estable ayudó a que los restos se preservaran, y (así) se dio una momificación natural”, refiere el especialista.

Sin embargo, puntualizó que los cuerpos no permanecieron intactos desde que fueron enterrados, ya que hay rastros de que algunos se removieron por lo menos en dos ocasiones, quizá por animales, lo cual propició que algunos cuerpos se conservaran mejor que otros, y que unos se momificaran y otros no.

El arqueólogo también comentó que al hacer un comparativo a través de la literatura etnográfica y por reportes de trabajos sobre cementerios prehispánicos en la Sierra de Chihuahua, se ha concluido que se trata de un cementerio tarahumara, pero será con el fechamiento por ADN e isótopos, a practicarse en los cuerpos momificados, como se confirmará la filiación cultural.

En cuanto a los objetos encontrados, en la excavación de 2010 se halló una coa prehispánica que se utilizó para el cultivo, un cesto tejido sin diseños, dos cucharones de guaje y varias semillas de chilicote, que es una variedad de frijol silvestre, además de fragmentos de las mantas y cordeles con que envolvieron los restos mortales.

Mientras que en 2011 se hallaron más fragmentos de mantas, chilicotes, cuentas de concha y de hueso, algunas ensartadas en collares, así como una punta de proyectil completa y un fragmento de otra, pedazos de cerámica, un recipiente y un pendiente de turquesa.

Los Rarámuri son un pueblo independiente y orgulloso de sus tradiciones y forma de vida. Evangelizados desde hace 4 siglos por los Jesuitas, integran en su fe cristiana elementos de la tradición Uto-Azteca. Conservan también instituciones como la Kórima –obligación y derecho de compartir el alimento cuando alguien no tiene para comer-, las fiestas de trabajo en que se ayudan gratuitamente en las tareas más pesadas –construcción de casas, pizca y desgranado del maíz- y luego comparten el Batari (bebida de maíz fermentado) y el Tónari (carne cocida durante 12 horas) como agradecimiento a Dios y a quienes compartieron el trabajo.

Los Rarámuri viven en el estado de Chihuahua, en el suroeste de la Sierra Tarahumara, cuenta con 50 000 km cuadrados.


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