jueves, 4 de julio de 2013

¿Inmigrante o terrorista?, podría ser igual para la NSA


El escándalo del masivo espionaje mediático realizado por las agencias de inteligencia secreta de Estados Unidos -revelado por Edward Snowden- tiene visos de discriminación y de injusticia racial. Por lo menos, así es visto por aquellos que defienden los derechos de las minorías en ese país.

Los programas clandestinos de vigilancia electrónica utilizados por la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) -como PRISM que recopila metadatos de miles de millones de comunicaciones- se basan en parámetros para detectar actividad peligrosa que coinciden con los patrones de comportamiento de comunidades de color, pobres e inmigrantes, muchos de estos latinos.
Son comunidades que corren un riesgo desproporcionado de ser objetivo del espionaje y toda la información recabada podría ser utilizada en el futuro con propósitos nefastos, dicen los defensores de la privacidad de estas minorías.
Amplia red
Las revelaciones del extécnico de inteligencia Edward Snowden indican que el Gobierno de los Estados Unidos aplica programas de vigilancia cibernética sobre sus ciudadanos, obteniendo datos de las compañías de tecnología internacionales sobre usuarios específicos y recopilación de metadatos de los servidores de comunicaciones en EE.UU.
El propósito de las agencias -como la NSA- es recoger una cantidad masiva de información para detectar patrones muy pequeños que puedan estar asociados con actividad terrorista: quién hace qué, quién habla con quién, cómo y cuándo visita alguien a otra persona, etc.
El problema es que estos patrones de conducta son los mismos que manifiestan personas perfectamente normales. Por esta misma razón las comunidades de color e inmigrantes -en su mayoría latinos- son objeto de mayor vigilancia, argumentan los defensores de grupos minoritarios en el país.
Justos y pecadores
El presidente Barack Obama defendió los programas de vigilancia argumentando que el sistema es un rayo muy concentrado que se enfoca solo en actividad terrorista y que se han podido frenar numerosos atentados contra el país.
Allan Friedman, director de investigaciones del Centro de Tecnología e Innovaciones del Instituto Brookings, en Washington, no cree que haya motivos siniestros detrás de los programas del Gobierno. El problema básico es que se necesita lanzar una red demasiado amplia.
Se está buscando actividad sospechosa conocida, como la manifestada por los atacantes del 11-S, pero también se busca actividad desconocida. “En esta preocupación con el terrorismo se pueden frenar los planes que ya han sido utilizados, pero ¿cómo frenamos los planes de los cuales no sabemos nada?”, cuestionó Friedman. “Por eso es que se concentran en los patrones de comportamiento”.
Consciencia
Si se le cree al Gobierno, los miles de millones de datos de comunicación recopilados no están siendo directamente “observados” sino están siendo sometidos a búsquedas electrónicas con el objetivo de detectar la combinación perfecta de parámetros que delaten actividad sospechosa. Lo que tiene muy inquietos a los defensores de la privacidad y de los derechos de las minorías es que ningunos de estos datos se eliminan.
Aunque hay ciertas salvaguardas, los analistas coinciden en que hay un riesgo real cuando empiezan a combinar esos datos con propósitos que no son de inteligencia nacional. Por ejemplo, en la búsqueda de evasores de impuestos o en casos de violaciones migratorias. (BBC MUNDO)

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