jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Será Grecia la Lehman Brothers de Europa?

Hace tres años, el secretario del Tesoro de Estados Unidos, Hank Paulson, tomó una decisión trascendental: permitió que el banco de inversiones Lehman Brothers colapsara.

El gobierno de Estados Unidos había ayudado a rescatar una serie de instituciones financieras, pero los mercados colocaban a más entre la espada y la pared.

A Paulson se le agotaba el tiempo y las opciones. No había apoyo político en Washington para seguir gastando dinero para resolver el problema.

Wall Street tendría que aprender a enfrentar las consecuencias de su propia locura.

Hoy, muchos dicen que fue una decisión errada.

La crisis financiera resultante (el mercado de valores se desplomó 43%) obligó a las autoridades a hacer exactamente lo que habían tratado de evitar: comprometer miles de millones de dólares en rescatar el sistema financiero.

¿Va a cambiar?

La “troica” de prestamistas de Grecia –la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional y el Banco Central Europeo- podría pronto enfrentar un momento decisivo de dimensiones similares. Pese a que lo prometió, el gobierno en Atenas no ha mantenido su promesa de los gastos excesivos y sigue pidiendo dinero.

Los griegos se quejan de que los recortes de gastos exigidos por la troica están destruyendo la economía de su país, lo que a su vez reduce los ingresos fiscales y aumenta la necesidad de más dinero prestado.

Pero Alemania y otros prestamistas creen que los europeos del sur han vivido más allá de sus posibilidades y que es hora de que aprendan a tener disciplina.

Política miope

“En ambos casos, las autoridades que podrían lanzarse al rescate, no quieren comprometerse”, dice el execonomista del Banco de Inglaterra John Gieve.

En parte, eso se debe a lo que llaman “riesgo moral”, indica el experto: cuando rescatar a un banco o a un gobierno temerario solo promovería más imprudencias.

Alemania, por ejemplo, tiene un ojo puesto en los tímidos intentos de Italia por implementar medidas de austeridad. Eso crea una especie de juego de póquer, con cada parte usando la amenaza de catástrofes para ganar concesiones: austeridad vs. rescates.

“Es racional para todo el mundo tomar medidas para fortalecer el sistema”, señala Gieve. “Pero, debido a que lo estás haciendo al borde de un abismo, hay un riesgo de que no todo te salga a pedir de boca”.

El principal problema es político. El gobierno alemán sufrió una gran derrota en las elecciones regionales. Los rescates en Grecia no son populares con los votantes alemanes.

“La política no es un proceso racional. La crisis provoca miopia”, indica Jerome Booth, director de investigaciones de la empresa de inversiones Ashmore.

Devaluación

Si Grecia no recibe los rescates proporcionados por la troica, el país no podrá pedir préstamos.

Pero incluso si dejara de pagar sus deudas, Grecia tendría que hacerle frente a un terrible trauma.

El año pasado, el gobierno prestó el equivalente a 10,5% de su producción económica anual, sólo para financiar el gasto general del gobierno.

Ese exceso de gasto tendría que cesar inmediatamente. Los bancos griegos colapsarían, carentes de cualquier apoyo externo.

Tras haber cruzado la barrera de la moratoria unilateral, muchos economistas creen que los griegos deberían abandonar el euro.

Una razón es la necesidad de devaluar su moneda para restaurar su competitividad. “Grecia necesita mover su tasa cambiaria en al menos 30% para tener la oportunidad de recuperar empleos”, sostiene Booth.

Reacción en cadena

En 2008, bancos de todo el mundo se habían endeudado hasta el extremo y fueron incapaces de absorber las pérdidas que se extendieron desde el mercado inmobiliario estadounidense.

Eso amenazó con una reacción en cadena de bancarrotas, lo cual provocó un deterioro de la confianza en todo el sistema financiero internacional.

La corrida bancaria electrónica resultante fue la causa inmediata de la crisis. Bancos, casas de bolsa, fondos de seguros y los especuladores confiaban plenamente en un suministro seguro de financiamiento barato a corto plazo, que de repente desapareció.

Los bancos han pasado los tres últimos años apretándose el cinturón. Reconstruyeron su capital, es decir, su capacidad para absorber pérdidas.

La dependencia en préstamos a corto plazo también se ha reducido y los bancos centrales están preparados para proporcionar préstamos de emergencia que rescaten el sistema.

“A diferencia de Grecia la agonía de Lehman no duró dos años”, recuerda Gieve. “Sustancialmente, los bancos ya han descontado las deudas (griegas)”.

Entonces, al igual que con Lehman Brothers, la gran pregunta que deben hacerse ahora a los mercados es: ¿cuán grande tiene que llegar a ser la crisis financiera para que produzca coraje político? ¿O es que acaso a los políticos se les acabará el tiempo antes?

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