Desde temprana edad Cively Mappari perdió a su madre en un accidente de tránsito, y aunque tenía el apoyo de sus parientes, ella sentía que le hacía falta el amor de madre, y esto la hacía ser una persona deprimida.
“Después de la pérdida de mi madre, me convertí en una persona deprimida e impulsiva. Peleaba por todo, no me importaba crear un escándalo a cualquier persona, siempre estaba amargada.
Comencé a refugiarme en el alcohol, inicialmente me sentía aliviada y alegre, pero después de aquellos instantes de supuesta felicidad mi vida seguía de la misma manera. Escuchaba voces extrañas y veía bultos, mis familiares me llevaron a los brujos creyendo que ellos podían ayudarme, pero en aquellos lugares me decían que todo eso era normal”, revela Cively.
Posteriormente, ella se enfermó de cáncer en el útero y complicaciones en el corazón. “Esta situación fue muy devastadora para mi vida, pues me la pasaba llorando y me refugié aun más en el alcohol”, cuenta.
Gracias a una invitación que le hizo una amiga ella conoció el Cenáculo del Espíritu Santo. “Fue una oportunidad para darle otro rumbo a mi vida; comencé a participar, primeramente fui totalmente sanada, luego dejé los vicios, y el miedo desapareció. Participé de la Hoguera Santa e hice mi sacrificio. Hoy día no tengo la amargura, el mal carácter desapareció y dejé de estar deprimida. Hoy puedo decir que soy una mujer completamente feliz y sanada”, concluye Cively.
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