No se trata de ganga, intercambio o negocio. Mucho menos de suerte. La fe que hierve, hierve porque depende del Altísimo. Gedeón fue un ejemplo de eso. No fue escogido porque era un héroe de guerra. Mucho menos por poseer armas militares o talentos especiales. Gedeón y sus trescientos valientes solo tenían humillación, indignación y fe. La humillación encendía la indignación y se mezclaba con la certeza. Certeza de que el Dios de Abraham era el Dios Vivo. Certeza de que Él hizo en el pasado, hace en el presente y hará en el futuro. Por eso, no era aceptable esa situación de calamidad.
Israel sembraba, pero, en el momento de la cosecha, sus enemigos se juntaban como langostas y lo destruían todo. No dejaban nada en la tierra. Humillación, odio y fe eran las vestimentas de Gedeón y sus valientes. “Porque las armas de nuestra milicia no son carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas…” (2 Corintios 10:4)
No tenían nada que perder. Razón por la cual fueron escogidos a dedo por Dios.
El fondo del pozo tiene sus ventajas. No deja otra opción, sino depender de la solución de lo Alto y gritar bien fuerte. Esa es la fe de la Hoguera Santa de Israel. Iremos al mismo Valle donde estaban todos los enemigos de Israel. “… estaban tendidos en el valle como langostas en multitud, y sus camellos eran innumerables como la arena que está a la ribera del mar en multitud.” (Jueces 7:12)
A pesar de ser numerosos y poderosos, aquellos enemigos también eran enemigos de Dios.
Esa era la ventaja de Gedeón.
No importa cuán numerosos y poderosos son nuestros enemigos, ellos también son enemigos de nuestro Dios, el Señor Jesucristo. De la misma forma como Gedeón cercó su aldea, en el mismo lugar y con las mismas armas los enfrentaremos. “Y repartiendo los trescientos hombres en tres escuadrones, dio a todos ellos trompetas en sus manos, y cántaros vacíos con antorchas ardiendo dentro de los cántaros.” (Jueces 7:16)
Tocaremos las trompetas – clamor de la humillación – romperemos los cántaros vacíos con antorchas en su interior y manifestaremos la indignación, encendida con la fe viva en las promesas del Espíritu de Dios. Los trescientos exclamaron: ¡espada por el Señor y por Gedeón! Nosotros también exclamaremos en ese mismo lugar: ¡espada por el Señor y por el Cenáculo! “... tocaban las trompetas; y el SEÑOR puso la espada de cada uno contra su compañero en todo el campamento…” Jueces 7:22
También al sonar de las trompetas de los obispos y pastores del Cenáculo del mundo entero en ese Valle, el ESPÍRITU DEL SEÑOR hará que las armas de nuestros enemigos se vuelvan contra ellos mismos. ¡Y traeremos la victoria en el Nombre de nuestro Señor Jesucristo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario